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La escopeta regional

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Desde que el hombre dejó de cazar para comer, matar a un animal por diversión es un acto de sadismo, lo quieran vestir como lo vistan. Es posible que en nuestro corazoncito de australopithecus lata un depredador en estado durmiente, violento, al acecho. Pero nadie se traga ese cuento, por más que nos repitan el caspomantra de que los cazadores son los adalides de la biodiversidad, los guardianes de nuestros maltrechos montes, las víctimas (pobrecitos) de la Ley de Bienestar Animal.

A mediados de febrero, la Comunidad Autónoma se vio obligada, así fue como lo escribieron, a autorizar una batida en los montes de Calblanque y Escombreras, en las zonas naturales de Los Nietos, Los Urrutias, el paraje protegido de Lo Poyo, en las cercanías del césped británico y pudiente de La Manga Club. La escueta nota de prensa pasó desapercibida en los periódicos locales, con una tibia recomendación de la Policía Local a la población desaconsejando el paseo desde el ocaso al amanecer, mientras durara la orgía de disparos. ¿Los cazadores son ahora los dueños de nuestros campos?. Desde aquí pido a los serviciales agentes que para la próxima pongan la misma vehemencia en proteger a esa población a la que avisan, como la tienen en pedir en la calle a las ancianas la botellita de agua para limpiar el pis del chihuahua, bajo amenaza de multa.

 No imagino a ninguno de esos cazadores con el espíritu noble del que perdonó la vida a Blancanieves antes de abandonarla en el bosque a merced de los sátiros enanos. Desfasados en el tiempo, con esos rituales feudales y sus bautismos sanguinarios, poniéndose perdidos antes de las migas con chorizo o después de la matanza. Usando mira telescópica los ricachos y escopetas de posta lobera los demás. Invadiendo parajes protegidos en los que podía haber excursionistas, senderistas nocturnos, parejas buscando intimidad en algún rincón alejado y tranquilo. Todos, sin saberlo, pudieron llevarse un tiro. Alguna vez, recuerden, esto ocurrirá. Fueron tan valientes que mataron treinta y ocho jabalíes acorralados, la mayoría hembras. Que hermoso detalle que ellas sean las preferidas antes que los machos, cuanta misógina casualidad. Se dice que han sido abatidos, pero esa es otra boutade. Eran animales indefensos que huelen a pólvora y miedo, olfatearon su muerte, sabían que iban a ser sacrificados, no pudieron escapar. Control cinegético, dicen. Si escucharan, o leyeran más allá de su ideología de rifle y bandera, sabrían que la comunidad científica advierte que estas matanzas no van a solucionar nada. Nunca lo harán.

La tradición de la caza empezó como cosa de reyes y perdura en la aristocracia, se hacen negocios en las cacerías donde todavía se lleva el vetusto loden y política donde no se debe, dicen que hay leyes en el Boletín Oficial del Estado gestionadas mientras agoniza un muflón o un venado criados para que un ministro, su cohorte de pelotas, o el empresario de moda peinado como los cantantes de Taburete les maten a tiros. A un juez como Garzón la caza le dio mal fario y Fraga estaba de montería mientras el desastre del Prestige, un elefante le acabó costando el reino al penúltimo Borbón. Siendo tan primitivo el mundo de los geyperman de camuflaje, harían bien en temer estas señales.

Este fin de semana la región se convertirá en la Escopeta Regional, pero sin la gracia y la elegancia berlanguianas. Aquí este mal llamado deporte está protegido, existe una subdirección de Caza que recibe tremendas subvenciones, exhiben músculo a tutiplén. Este fin de semana por ejemplo, en Puerto Lumbreras, donde en la Feria del Ganado Equino, Mundo Rural y Caza se celebra una feria de perros de rehala. Habrá premios tan evocadores como el de mejor jaula de podencos, mejor estética de rehaleros y otras actividades tan cutres como vender los conejos que sobran de las cacerías para repoblar cotos. Esto, que lo publican sin rubor en redes, no suena lo que se dice legal. Me pregunto qué sentirán cuando vean en su objetivo la mirada asustada de un conejo y destrocen su cuerpecillo de terciopelo. Violencia, brutalidad. Algún día la Naturaleza les pondrá en busca y captura. Entonces les echarán humo los belfos.

Desde que el hombre dejó de cazar para comer, matar a un animal por diversión es un acto de sadismo, lo quieran vestir como lo vistan. Es posible que en nuestro corazoncito de australopithecus lata un depredador en estado durmiente, violento, al acecho. Pero nadie se traga ese cuento, por más que nos repitan el caspomantra de que los cazadores son los adalides de la biodiversidad, los guardianes de nuestros maltrechos montes, las víctimas (pobrecitos) de la Ley de Bienestar Animal.

A mediados de febrero, la Comunidad Autónoma se vio obligada, así fue como lo escribieron, a autorizar una batida en los montes de Calblanque y Escombreras, en las zonas naturales de Los Nietos, Los Urrutias, el paraje protegido de Lo Poyo, en las cercanías del césped británico y pudiente de La Manga Club. La escueta nota de prensa pasó desapercibida en los periódicos locales, con una tibia recomendación de la Policía Local a la población desaconsejando el paseo desde el ocaso al amanecer, mientras durara la orgía de disparos. ¿Los cazadores son ahora los dueños de nuestros campos?. Desde aquí pido a los serviciales agentes que para la próxima pongan la misma vehemencia en proteger a esa población a la que avisan, como la tienen en pedir en la calle a las ancianas la botellita de agua para limpiar el pis del chihuahua, bajo amenaza de multa.