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Una experiencia local para una reflexión global

Esta historia empieza con un grupo de mujeres que no podía acceder a recursos públicos como son las escuelas infantiles -todas sabemos que no hay plazas suficientes que cubran la demanda existente- ni permitirse pagar guarderías privadas. Un grupo de mujeres que, ante la necesidad de tener un lugar seguro donde poder dejar a sus hijos mientras ellas trabajan, estudiaban o realizan gestiones, deciden apoyarse en la crianza y en el cuidado de sus hijos e hijas a través de un proyecto que nace en 2012 dependiente de Cáritas.

Seis años después comienza una nueva etapa en la que las mujeres que conforman esta red se están organizando de forma autónoma. El pasado lunes, de hecho, presentaron su asociación en un acto en el que, con una mezcla de emoción y nervios, contaron lo que había supuesto para ellas, muchas madres solas, todas migrantes de diferentes países como Guinea Ecuatorial, Ghana, Bolivia, Ecuador, República Dominicana o Marruecos, la existencia de este espacio. Una de las participantes aseguró que el grupo le había cambiado la vida; otra contaba que “aquí todas somos hermanas” y todas seguían destacando la “energía positiva que había”, que se “sentían fuertes juntas” y la importancia del proyecto en sus vidas.

Ellas son la SORORIDAD con mayúsculas aunque casi no la citen; son ejemplo de empoderamiento y también las protagonistas de su proyecto. “Red de Apoyo Mutuo para la Crianza (RAMC)”, quédense con este nombre porque pronto las veremos recorriendo nuestros barrios para contar su experiencia en primera persona. RAMC ocupa un lugar cedido que comparte con “Afacmur”, en El Infante y ahora mismo se encuentra buscando espacios para esta nueva etapa.

Su objetivo es impulsar la comunicación y mejorar la relación entre las familias vecinas del barrio, apostando por este proyecto comunitario que cuenta con muchas virtudes y potencialidades. Este lunes muchas entidades y personas que hemos sido testigos de su proceso las acompañamos para felicitarlas y agradecerles la valentía, coraje y ejemplo.

Esta experiencia se inserta en un contexto complejo en el que las mujeres nos encontramos preparando la movilización histórica del 8M, una huelga laboral, de cuidados, de consumo y educativa para denunciar las múltiples discriminaciones que vivimos en las múltiples esferas de nuestras vidas.

Sobre esto se está hablando mucho, pero quiero centrar la atención en un aspecto que por mi condición me veo en la obligación de resaltar y recordar; se trata del papel de las mujeres migrantes en España, lo aterrizo sobre el país donde nos encontramos. Cuando decidimos que este jueves 8 de marzo paramos porque sin nosotras el mundo se para, también lo hacemos por aquellas que no podrán hacer la huelga, muchas mujeres migrantes que sufren dobles y triples discriminaciones, que son las que ocupan puestos de trabajo más precarios, peor remunerados y con pésimas condiciones laborales.

Ellas cuidan a los niños y niñas, también a nuestros mayores y a los y las dependientes. Sobre los hombros y las espaldas de las mujeres en general, de las migrantes en particular, se deposita la tarea de los cuidados, de ahí la importancia de abordar el papel que el “Estado” debe ocupar en la vida privada. Por eso no solo son necesarias las medidas de conciliación, que sin corresponsabilidad, se convierten en una doble carga para las mujeres, que trabajan fuera y dentro del hogar. Y de esto también va el 8 de marzo, de hacer incidencia política para cambiar nuestras vidas. Y ahora que se aproximan los debates para la modificación de las leyes de servicios sociales es preciso no olvidar este aspecto: los cuidados no pueden seguir siendo soportados por las mujeres, sacrificando sus vidas para sostener la de los y las demás.

Este jueves todas estamos convocadas a la huelga pero no todas podrán estar presentes. Por eso te pedimos que, en solidaridad con esta movilización y con sus demandas, cuelgues tu delantal en tu balcón y con este gesto le digamos juntas al mundo que las mujeres estamos luchando por nuestros derechos, que son Derechos Humanos y que nuestra lucha es por toda la humanidad.

Esta historia empieza con un grupo de mujeres que no podía acceder a recursos públicos como son las escuelas infantiles -todas sabemos que no hay plazas suficientes que cubran la demanda existente- ni permitirse pagar guarderías privadas. Un grupo de mujeres que, ante la necesidad de tener un lugar seguro donde poder dejar a sus hijos mientras ellas trabajan, estudiaban o realizan gestiones, deciden apoyarse en la crianza y en el cuidado de sus hijos e hijas a través de un proyecto que nace en 2012 dependiente de Cáritas.

Seis años después comienza una nueva etapa en la que las mujeres que conforman esta red se están organizando de forma autónoma. El pasado lunes, de hecho, presentaron su asociación en un acto en el que, con una mezcla de emoción y nervios, contaron lo que había supuesto para ellas, muchas madres solas, todas migrantes de diferentes países como Guinea Ecuatorial, Ghana, Bolivia, Ecuador, República Dominicana o Marruecos, la existencia de este espacio. Una de las participantes aseguró que el grupo le había cambiado la vida; otra contaba que “aquí todas somos hermanas” y todas seguían destacando la “energía positiva que había”, que se “sentían fuertes juntas” y la importancia del proyecto en sus vidas.