Imagina tres meses después. Cuando algunos medicamentos con algunas propiedades curativas ya hayan sido aprobados. O incluso, un año después, cuando la vacuna ya haya sido aprobada.
Estas medicinas van a ser desarrolladas por los científicos de los países ricos, y aprobados por las agencias de medicamentos europeas (EMA) o estadounidense (FDA). Los científicos de los países ricos cuentan con presupuestos estatales y corporativos que los países pobres del Sur global no tienen.
Incluso, si un medicamento llegase a ser investigado, probado y desarrollado en América Latina y aprobado por una agencia sanitaria de un país latinoamericano, no tendría credibilidad hasta que una agencia europea o estadounidense la apruebe.
Desde el momento de la aprobación hasta la producción podrán pasar semanas o meses. Cuando finalmente empiecen a distribuirse los medicamentos, viene la pregunta: ¿a quién entregar los primeros lotes de medicamentos, las primeras vacunas? ¿A los enfermos en Panamá, en Guayaquil y en Santo Domingo? ¿A los de Nueva York? ¿A los de Lombardía o Madrid?
Otra realidad será la propiedad intelectual de dichas medicinas. ¿Estará prohibido producir versiones genérica o biosimilares? ¿Serán sancionados los países del Sur que quieran y puedan reproducirla sin autorización de los dueños de la patente? Aún si logramos reproducir estos medicamentos mediante licencias obligatorias –una excepción permitida en el capitalismo cognitivo dominante– , ¿confiará la humanidad –'y el mercado'– en las 'copias' que no tengan aprobación de la FDA o de la EMA aunque sí las tengan de la CDSCO de India o de la NMPA de China?
Hoy ya vivimos un adelanto: una sola empresa en toda América Latina ofrece las máquinas y los reactivos para realizar las pruebas. Dona las máquinas y genera dependencia tecnológica en el software de las máquinas y en la adquisición de los reactivos. Solo le podemos comprar a ella, aunque las universidades tienen capacidad subutilizada de otras marcas. Esto ya es un escándalo en Perú.
Pero además, las máquinas, los reactivos y los futuros medicamentos y las vacunas, serán importados desde los países ricos. Y también muchos de los equipos e insumos médicos. Es decir, no se producirán en los países pobres del Sur. Por lo tanto, se deberán pagar en moneda dura: en dólares.
Estados Unidos es el único país que puede emitir todos los dólares que necesite para salvar a su población. De hecho, el gobierno de EEUU ha anunciado un estímulo de 6 billones de dólares (sixtrillion, en inglés) para su economía interna.
Este privilegio exorbitante ha sido recientemente compartido con apenas otros cinco bancos centrales del planeta: el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá, el Banco Nacional de Suiza y el Banco de Japón. EEUU ha firmado acuerdos que les permiten a estos países acceder a dólares ilimitados, infinitos.
Estos países apenas representan el 11,8% de la población mundial –porque en una crisis biológica hay que medirnos en número de vidas ¿o seguimos midiéndonos en dólares?–.
Para otros seis países el gobierno de EEUU ha abierto el acceso a dólares, aunque no ilimitados a Australia, Brasil, Corea, México, Singapur y Suecia. Para cada uno de ellos, hay un tope de 60 mil millones de dólares. Y para tres más, Dinamarca, Noruega y Nueva Zelanda hay un monto aún menor de 30 mil millones de dólares.
Si sumamos Estados Unidos, los cinco privilegiados y los nueve beneficiados son 33 países (la eurozona son 19 países), que representan apenas el 17,7% de la población mundial: triaje monetario.
¿Y para el resto? Nada. O más bien dicho, al resto las élites de EEUU piden que vayan a solicitar préstamos al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial –peor que nada–. ¿Se imaginan ustedes a los países en medio de una crisis humanitaria aplicando los ajustes estructurales y la austeridad del sector público para recibir unos pocos dólares? Así lo quiere el Jefe de Banco Mundial y así lo ha prometido la Jefa del FMI para el Ecuador.
¿Realmente la humanidad está dispuesta a tolerar que en medio de la enfermedad, la muerte, la emergencia sanitaria, la parálisis económica, la crisis alimentaria y la catástrofe humanitaria los políticos se dediquen a negociar con el FMI y el Banco Mundial para evitar crisis bancarias o el colapso de sus monedas nacionales?
Afortunadamente, sí hay alternativas. Además del dólar, hay otra moneda mundial llamada el Derecho Especial de Giro (SDR, por sus siglas en inglés). La emite el FMI y la puede crear de la nada. En medio de la crisis de 2008-2009, el FMI ya emitió 183 mil millones de SDR y alivió la situación de muchos países pobres. No exigió condición alguna, ni reformas estructurales; ni es deuda rembolsable. Por la distribución del poder en el FMI, cerca del 10% llegó a los países más pobres.
Hoy, el FMI puede hacer lo mismo. De hecho, la Jefa del FMI, Kristalina Georgieva, dijo que ante el pedido de los países pobres y de ingreso medio, están explorando la posibilidad con 'la membresía' (entiéndase, con EEUU).
En el 2009, la crisis fue financiera y golpeó a la economía real de las familias. Pero hoy, la crisis es biológica y lo monetario debe subordinarse a la economía real –y a la salud– de las familias. Por eso, en esta ocasión la emisión debe ser muchísimo mayor. Si EEUU ha ofrecido '6 trilliondollars' para su economía, el FMI debe emitir '3 trillionSDRsnow' para el mundo, lo que equivaldrá a casi 400 mil millones de dólares para los países pobres.
No puede ser que el 17,7% de la población mundial sí tenga dólares ilimitados y 6.337 millones de personas deban, además de la crisis sanitaria, enfrentar crisis económicas. El no proveer derechos especiales de giro para los países más pobres del mundo es el equivalente, a escala planetaria, del triaje monetario. Es el momento de poner la vida por delante.
*Andrés Arauz es Economista de origen ecuatoriano. Fue ministro de Conocimiento, viceministro de Planificación y COO del Banco Central del Gobierno de Ecuador con el presidente Rafael Correo. Es miembro de la junta directiva del Banco del Sur. Ha escrito extensamente sobre geopolítica, adquisiciones, dinero y tecnología. Actualmente está cursando un doctorado en la UNAM de México.Andrés Arauz
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