Afirma la presidenta de la Comunidad de Madrid que las “feministas profesionales” venden el aborto como un derecho y como si fuese una fiesta, una celebración o un “festival de libertad. Otra mujer, que en este caso la entrevistaba y estaba sentada frente a ella, ni tan siquiera le replicó. De esas escenas que duelen.
Soy feminista porque abogo por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Es muy probable que para ella yo sea una de esas “profesionales” y, además, defiendo el aborto como un derecho que nos costó mucho conseguir y que, afortunadamente, está recogido por la ley, pero debo aclarar que jamás se me ocurriría hacerlo insinuando siquiera que las mujeres que se enfrentan a una situación como esa, lo hacen por placer o salen dando botes de alegría del quirófano, como tampoco podría afirmar nunca lo que ha hecho ella sin titubear: que no es una vez ni dos ni tres, sino hasta cuatro, las veces a las que a las mujeres nos gusta ir a este tipo de fiestas.
Puede que su afirmación se base en que en ese “festival de libertad” ponen pulseritas en la muñeca cuando ingresas, en que existe el factor sorpresa de no saber quién es el 'profesional' que aparece en el cartel dispuesto a actuar u operar sobre nuestro cuerpo, o en que se considere música celestial a esos coros con los que reciben al grito de asesinas a las mujeres que acuden a las clínicas privadas, muchas de ellas, expulsadas de sus propios hospitales públicos.
Es muy probable que esta mujer piense que somos nosotras, las “feministas profesionales”, las mujeres que eligen en libertad sobre su propio cuerpo o las que se enfrentan a esa situación de manera obligada por criterios médicos, las que andamos confundidas o no sabemos lo que es una buena sesión festivalera. Qué lástima entonces de nosotras que, además de pecadoras y brujas, ahora somos también unas pobres y rancias mujeres que no sabemos divertirnos en un buen festival y ni tan siquiera diferenciar un fiestón de un aborto.
Debe ser esto o que nos estén tomando por tontas.
Compañeras y mujeres que, como yo, os habéis sentido aludidas y muy dolidas al escuchar estas declaraciones y hasta dónde se puede llegar a frivolizar con un tema tan importante como la decisión de interrumpir un embarazo o por cómo, en menos de un minuto, y de la manera más fría y soberbia, se puede juzgar a miles de mujeres adultas. Y con ello, a sus decisiones y sus vidas. Sé que duele, y que lo hace mucho más, si piensas que es una mujer la que nos ha dado ese sermón maternalista sin ser nuestra madre y mostrando una total falta de empatía por sus iguales, pero debéis saber que no estáis solas.
Somos muchas y antes que nosotras hubo muchas otras que gritaron y también fueron acusadas y hasta quemadas. No nos podemos achicar porque ahora nos señalen de nuevo. Nunca han dejado de hacerlo y todas nosotras sabemos la verdad. Cada una de nosotras la sabe y lo que nos diferencia de ella, de sus ideas y de las del resto de inquisidores que nos acusan sin pestañear, es que somos nosotras las que sí que cumplimos con la ley. No lo olvidéis nunca.
Me es inevitable terminar este texto recordando a las decenas de mujeres que me han contado sus testimonios y experiencias más duras después de haber sido expulsadas de la sanidad pública murciana porque aquí, en “la tierra más maravillosa del mundo”, según López Miras, como en ese 'Madrid de la libertad' que nos vende Ayuso, aún sigue primando la ideología y la fe de quienes nos gobiernan por encima de los derechos de las mujeres o las propias leyes. Vaya por todas ellas mi grito de denuncia de hoy. Un grito muy agudo que vendrá acompañado por un eco que no cesará hasta que todas las mujeres murcianas sean tratadas con la dignidad que merecen por nuestro Gobierno regional y el Servicio Murciano de Salud.
#SeguiremosGritando
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