El próximo 28 de mayo celebraremos en Murcia elecciones autonómicas y municipales. Más allá de los múltiples partidos que concurrirán a los comicios, hay dos ideologías enfrentadas, que llamamos derecha e izquierda, entre las que tendrán que elegir los ciudadanos. Éste es un buen momento para revisar el origen, la naturaleza y las limitaciones de estas corrientes políticas. El Antiguo Régimen, el sistema político medieval, a pesar de sus contradicciones y de las profundas desigualdades que entrañaba, funcionaba estableciendo una estructura social y política estable que se ajustaba razonablemente bien a las circunstancias de su época. El florecimiento de la burguesía, una clase con poder económico que no encontraba acomodo en la estructura feudal, fue una de las principales fuerzas que dinamitó el sistema.
La burguesía promovió una revolución cultural (la Ilustración) y política (epitomizada en la Revolución Francesa) que le permitió desplegar su poder económico y político frente a la oposición de la aristocracia. Este movimiento fue tremendamente exitoso en su objetivo de liberar a la burguesía y extender el dominio de lo que posteriormente se llamó el capital. Sin embargo, en contra de las opiniones de algunos, afirmo que fracasó estrepitosamente en construir un nuevo modelo sociopolítico inclusivo y adaptado a las circunstancias modernas. La desregulación y la confianza en una 'mano invisible' que regule la economía constituyen un sistema económico (aunque precario), pero no un sistema social.
El liberalismo no sólo oprime a los desfavorecidos como el Antiguo Régimen oprimía al campesinado, sino que los aliena incapacitándolos para encontrar un sentido vital en su trabajo y los excluye cuando están desempleados, forzándolos a luchar contra el sistema en algún tipo de revolución.
El consumismo, la satisfacción mediante el consumo de bienes, fracasa en su intento de anestesiar el malestar ocasionado por la subordinación del hombre al capital, o por su exclusión, y en realidad para lo que funciona es para abrir mercados interiores a los productos que mueven la economía, de manera análoga a cómo el colonialismo abre los mercados exteriores. Dicho de otra manera, el consumismo no constituye un modelo social, que brilla por su ausencia en el sistema capitalista.
Este sistema liberal-capitalista-consumista-colonial es el que, con matices, defiende la derecha política actual. Un sistema caduco, ya fracasado, pero que continúa avanzando con la fuerza de un buque fantasma y atropellando a los individuos que no se acomodan en los camarotes de primera clase (e incluso a éstos). Esta derecha conduce a un sistema político plutocrático, no democrático, aunque haga equilibrios para adaptarse o para aparentar un encaje democrático.
En oposición al sistema capitalista surgió una propuesta alternativa, el comunismo. Dicha corriente rescató la 'egalité' ilustrada y propuso una propiedad común de los bienes de producción para liberar al ser humano de la opresión del capital. Los intentos de implantar el comunismo han sometido a las personas a los terrores de la revolución y a la opresión del estado que había de garantizar, mediante la dictadura del proletariado, el ascenso de la clase trabajadora. Siendo muy optimistas, estos problemas se podrían considerar transicionales. Más allá de ellos, hay otros innegablemente estructurales.
El sistema comunista profundiza la alienación del hombre al diluirlo en su clase social y empeora la vinculación entre el trabajo y sus frutos, desincentivando el esfuerzo y colapsando con ello la productividad y la economía. Esta ideología se sitúa en la base de la izquierda política, un movimiento que también es antidemocrático, y que hace sus propios equilibrios (la socialdemocracia) para aproximarse a un funcionamiento demócrata.
La izquierda ha servido, particularmente en los años en los que la existencia de la URSS amenazaba al modelo capitalista con una revolución, para edulcorar algunos excesos de la derecha. Europa occidental se ha beneficiado de la oposición entre dos modelos antidemocráticos e insostenibles para mantenerse en un equilibrio precario con un cierto estado de bienestar. Mientras tanto, Estados Unidos, impulsaba el capitalismo sufriendo unas altas cotas de exclusión y fragmentación social, y la URSS se desmoronaba entre la anomia y la pobreza.
Como decía antes, la caída de la URSS ha reforzado el discurso capitalista incluso frente a la evidencia de su insostenibilidad (social, ecológica e ideológica). Este behemot zombi se va cayendo a pedazos, como podemos apreciar en una crisis generalizada de liderazgo que, si no fuera trágica, podríamos disfrutar en sainetes y esperpentos.
Los modelos que nos ofrecen la izquierda y la derecha políticas fracasan. Su síntesis parece preferible a cualquiera de dichos modelos entregado a sus excesos, pero no pasa de ser un collage de piezas fallidas que carece de consistencia interna y de expectativas a largo plazo.
Necesitamos pensar un nuevo modelo; que por una vez la filosofía no vaya por detrás de la historia reflexionando sobre lo ya ocurrido, sino que ilumine el camino a recorrer; que de la necesidad surja una esperanza y que ésta se vea correspondida por los hechos. No es poco lo que pido.
El próximo 28 de mayo celebraremos en Murcia elecciones autonómicas y municipales. Más allá de los múltiples partidos que concurrirán a los comicios, hay dos ideologías enfrentadas, que llamamos derecha e izquierda, entre las que tendrán que elegir los ciudadanos. Éste es un buen momento para revisar el origen, la naturaleza y las limitaciones de estas corrientes políticas. El Antiguo Régimen, el sistema político medieval, a pesar de sus contradicciones y de las profundas desigualdades que entrañaba, funcionaba estableciendo una estructura social y política estable que se ajustaba razonablemente bien a las circunstancias de su época. El florecimiento de la burguesía, una clase con poder económico que no encontraba acomodo en la estructura feudal, fue una de las principales fuerzas que dinamitó el sistema.
La burguesía promovió una revolución cultural (la Ilustración) y política (epitomizada en la Revolución Francesa) que le permitió desplegar su poder económico y político frente a la oposición de la aristocracia. Este movimiento fue tremendamente exitoso en su objetivo de liberar a la burguesía y extender el dominio de lo que posteriormente se llamó el capital. Sin embargo, en contra de las opiniones de algunos, afirmo que fracasó estrepitosamente en construir un nuevo modelo sociopolítico inclusivo y adaptado a las circunstancias modernas. La desregulación y la confianza en una 'mano invisible' que regule la economía constituyen un sistema económico (aunque precario), pero no un sistema social.