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La otra gente del campo de Murcia

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Este mes de febrero hemos asistido en Murcia, así como en el resto de España y también en algunos lugares de Europa, a una movilización sin precedentes del sector agrícola. El mensaje transmitido, los titulares elegidos son contundentes pero, en mi opinión, confunden. “El campo” se levanta. “El campo se rebela contra el gobierno”. “Los agricultores no pueden más”. “El campo ha dicho basta”. No: no toda la gente del campo está en esta guerra.

Porque hay que recordar que quienes se están manifestando son empresarios. Ya sé que también hay ahí pequeños empresarios y autónomos que defienden sus pequeños negocios y que lo están pasando mal. Pero no se han visto, dentro del paquete reivindicativo, las necesidades, la realidad y las peticiones que tienen no esos doscientos o trescientos tractores murcianos capaces de cortar autovías y poner la región y el país patas arriba unos días, sino las decenas de miles de trabajadores y trabajadoras españoles y extranjeros que trabajan para ellos en todos los campos de la región de Murcia.

Son ellas quienes están invisibilizadas en este conflicto. Estas personas no tienen esos problemas de exceso de papeleo y burocracia con Bruselas; de la insuficiencia de los márgenes de negocio; de abusos de la cadena distribuidora; de la lejanía y la ceguera de la Unión Europea; de los problemas con la PAC; de la batalla medioambiental; de todo lo que se está hablando estos días. Problemas, sí. Reivindicaciones justas, sí. Pero son problemas y reivindicaciones de jefes, no nos engañemos.

No tienen esos problemas las más de 100.000 mujeres y hombres que trabajan en los campos y los almacenes murcianos para esos empresarios que ahora están tan hipermovilizados. Los de abajo tienen otros problemas, que ya esgrimieron en una huelga del sector agroalimentario murciano que convocaron CCOO y UGT a finales de 2020 (y que los medios de comunicación silenciaron y no atendieron suficientemente). Tienen salarios bajísimos en sus demasiados convenios colectivos, unos convenios en los que quienes negocian en la parte empresarial son precisamente las organizaciones que se están manifestando estos días con sus carísimos tractores, que se presentan ante la opinión pública como sindicatos pero no lo son: COAG y ASAJA son las patronales en la mesa negociadora del convenio agrícola, forestal y pecuario de la región de Murcia y que tienen sin firmar desde 2018 porque se niegan a poner en tablas el Salario Mínimo Interprofesional con todas las subidas que el gobierno ha establecido desde hace seis años. Por cierto: observen en qué mes del año han sido las varias tractoradas que en los últimos años han salido a la calle y verán que salen a obstaculizar carreteras y ciudades, oh casualidad, siempre unas pocas semanas después de que el gobierno suba el Salario Mínimo Interprofesional que, oh casualidad, obliga a que esos empresarios suban los salarios de sus plantillas.

Ganan tan poco sus trabajadores que no sé cómo no se habla más de esto: en Murcia se presume de que el sector agrícola es la columna vertebral de su economía, pero sus trabajadores y trabajadoras son los peor pagados de este país. Y hay que tener en cuenta que la mayor parte de ellos trabajan en régimen de fijos discontinuos: eso significa que no ingresan ese salario mínimo todos los meses del año, solo los meses que dura la campaña. Por no hablar de otros problemas que también afloran frecuentemente: todos los meses hay “casos aislados” en fincas no tan remotas en donde el exceso de subcontratación acaba en pura y dura explotación y quien tiene que intervenir no son ya los sindicatos o la inspección de trabajo, sino la guardia civil o la policía que en cada vez más ocasiones tienen que hacer contundentes actuaciones con detenciones de los implicados en las que, por cierto, la prensa casi nunca revela el nombre de la empresa en la que se están cometiendo no ya irregularidades, sino delitos puros y duros.

El caso es que muchos sectores de la agricultura murciana tienen cada vez más producción, más extensión de cultivos, más exportación, más beneficios… y los que protestan son los empresarios. Es una enorme paradoja. Y de los de más abajo apenas se habla nunca.

No tardarán mucho en salir de nuevo a flote esos otros problemas que tienen los miles y miles de jornaleros que son los que de verdad sacan adelante las lechugas, brócolis, tomates y patatas murcianas que toda Europa consume, y también a ellos y a ellas habrá que escucharlos y atender sus peticiones.

Este mes de febrero hemos asistido en Murcia, así como en el resto de España y también en algunos lugares de Europa, a una movilización sin precedentes del sector agrícola. El mensaje transmitido, los titulares elegidos son contundentes pero, en mi opinión, confunden. “El campo” se levanta. “El campo se rebela contra el gobierno”. “Los agricultores no pueden más”. “El campo ha dicho basta”. No: no toda la gente del campo está en esta guerra.

Porque hay que recordar que quienes se están manifestando son empresarios. Ya sé que también hay ahí pequeños empresarios y autónomos que defienden sus pequeños negocios y que lo están pasando mal. Pero no se han visto, dentro del paquete reivindicativo, las necesidades, la realidad y las peticiones que tienen no esos doscientos o trescientos tractores murcianos capaces de cortar autovías y poner la región y el país patas arriba unos días, sino las decenas de miles de trabajadores y trabajadoras españoles y extranjeros que trabajan para ellos en todos los campos de la región de Murcia.