Hace aproximadamente un mes tuve la suerte de encontrarme en las cuatro esquinas de la Trapería de Murcia con mi buen amigo de la infancia, con el que compartía pupitre en los Capuchinos, y pintor ya entonces, Carlos Pardo, y con un señor que iba con él y que yo no conocía hasta ese momento, pero que me encantó conocer por la historia que me contó y que voy a compartir con ustedes, un tal Paco Flores.
Nos tomamos un café en un local que hay cerca, frente al Gato Negro, y allí fue donde Paco, Carlos y yo empezamos a hablar un poco de todo o de todo un poco, como prefieran, porque aquél encuentro es de esos que uno tiene de vez en cuando y que por lo espontáneo de la situación y el oportunismo del momento, le dejan un gran sabor de boca. Pues bien, resultó que Paco Flores había estado impartiendo clases en la Universidad de Murcia, Facultad de Filosofía y Letras, en la asignatura de Literatura Románica y Etnografía, y que era además Antropólogo y que además había escrito hasta 40 libros, y nos pusimos a hablar de la lectura y del escribir.
Estuvimos hablando sobre lo mucho que a él le gustaban los autores franceses y los rusos y no sé cuántas cosas más, y hablando hablando apareció en la conversación el cuento de Hemingway, como Paco lo definió, “El Viejo y el Mar”, lo que sirvió para que nos contase una historia sobre Hemingway en Murcia. En aquella época el Hotel Victoria era el lugar en el que se alojaba una cuadrilla de toreros que estaban siendo acompañados por Hemingway y que venían desde Granada para torear esa tarde.
Paco que tenía un ejemplar de “El Viejo y el Mar” y supo que el escritor estaba en Murcia. Se acercó al Hotel y le pidió que le firmase su ejemplar del “cuento”. Hemingway se dispuso a ello y mientras lo hacía pasó cerca un miembro de la cuadrilla que le dijo “cuidado con lo que firma Maestro”, y Paco que no sabía a cuento de qué venía aquél comentario decidió averiguarlo.
Tras la corrida de toros volvió al Hotel Victoria y allí localizó al miembro de la cuadrilla que había hecho el comentario y le preguntó por qué esa mañana le había dicho a Hemingway que cuidado con lo que firmaba, a lo que el otro le respondió “porque ayer en Granada le dieron a firmar una Letra de Cambio”, es decir que lo habían estafado y Hemingway tendría que pagar el importe de la letra.
Carlos y yo nos miramos y no pudimos evitar sacar mediante risas la emoción que habíamos ido acumulando mientras Paco nos iba contando la historia, porque les aseguro que de aquella mesa de café viajé en el tiempo hasta el Hotel Victoria y su época, en cuya recepción vi el movimiento de los huéspedes entrando y saliendo, una gran lámpara de araña colgada del techo, una alfombra sobre el suelo, escuché el sonidos de las voces de quienes allí estaban y vi al joven Paco ofreciéndole la primera edición del libro a Hemingway, quien lo sostuvo y lo abrió para firmarlo, y mientras lo hacía vi al torero que pasaba por detrás del escritor diciéndole “cuidado con lo que firma Maestro” y a Paco mirando al torero mientras salía por la puerta.
Pude ver también a Hemingway devolviéndole el libro a Paco, y poco a poco las voces y los sonidos y las imágenes del Hotel se fueron disolviendo en la taza de café que tenía frente a mi, pero como pueden ustedes apreciar, la historia que nos contó Paco estuvo contada de tal manera que consiguió que aún hoy tenga la misma sensación que entonces tuve, porque a veces no es tan importante la historia sino como se la cuentan a uno. Y les aseguro que ojalá haya conseguido trasladarles a ustedes si quiera un poco de las mismas sensaciones que tuve yo aquella tarde. Algún día espero poder ver esa primera edición firmada por Hemingway, y si es así y alguna otra historia surge de ese encuentro, les prometo contársela.
0