Este es el cuarto cuento de la serie “Mari contra la pobreza” (se pueden encontrar todos los cuentos en eldiario.es). Mari vive en un barrio murciano, trabaja de camarera, tiene dos hijos (Jaime y Jorge) y un dinosaurio. El dinosaurio (que podría ser el mismo que sale en el cuento de Augusto Monterroso) representa la fuerza interior de Mari, la fuente de energía que le permite enfrentarse a todos los problemas cotidianos que provoca vivir en situación de pobreza. Mari representa a todas aquellas mujeres que pelean a diario contra la pobreza y queremos que sea el reconocimiento de la EAPN-RM a su valor y esfuerzo. Este cuento vuelve a contar con una ilustración original de la artista Laia Domènech.
Henriette entiende todas y cada una de las palabras que el funcionario lleva un buen rato diciéndole. Las entiende como las entendió la vez anterior y como las entenderá la siguiente vez que se las escuche pronunciar. Las entiende también cuando las lee en la información que le han dado por escrito en varios sitios. Henriette llegó a España sabiendo francés, inglés y lingala. A los pocos meses, ya tenía un nivel de castellano que le podría haber valido un B2 o incluso un C1 si se hubiera examinado. Supo sacar provecho a las clases nocturnas de castellano que daba una entidad social del barrio. Sin embargo, para entender lo que el funcionario le explicaba, no bastaba con saber castellano. Descifrar los entresijos de las ayudas sociales y de los procesos administrativos era como intentar hablar un idioma alienígena. Pensó que en un país europeo el funcionamiento de la administración sería distinto pero los prejuicios, positivos o negativos, suelen demostrarse equivocados. Por lo visto, el sinsentido del papeleo es un mal universal.
La última vez que le enseñó a Mari y a Tamara el papel en el que se enumeraban todos los papeles que necesitaba para un trámite en concreto, acabaron riéndose a carcajadas de tantas cosas como exigían.
-Les falta pedir sangre de tu primogénito -dijo Tamara.
-Yo creo que ni ellos mismos saben qué son esos papeles que piden. ¿Qué será la “declaración voluntaria de intereses recíprocos”?
Henriette sabía lo que era y sabía los mil trámites intermedios que le costaría conseguirla. Pero una cosa era descifrar el mapa del laberinto burocrático y otra ser capaz de atravesarlo sana y salva.
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Mari conoció a Henriette en el despacho de la directora del cole de Jorge. La habían convocado por tercera o cuarta vez en lo que iba de curso por alguna trastada del chiquillo. Esa vez, la trastada era de consideración y le iban a expulsar varios días. Jorge tenía un sentido de la justicia natural, como un diamante en bruto, y la ejercía sin filtro alguno. Otro niño estaba insultando gravemente al hijo de Henriette y Jorge le dio un puñetazo en la boca para que se callara y dejara de decir cosas racistas. La directora se hacía cargo de la complejidad de la situación. Se disculpó ante Henriette, le aseguró que haría todo lo que estuviera en su mano para que no se volviera a repetir pero Jorge sería expulsado 3 días del centro.
Al salir del despacho de la directora, Henriette le propuso a Mari que se tomaran un café. Mari tenía que volver corriendo al bar pero media hora más o media hora menos no cambiarían el enfado de su jefe.
Era la primera vez que hablaban. Por aquel entonces, el castellano de Henriette no era muy fluido pero fue más que suficiente. Jorge y Endurance no iban al mismo curso (el hijo de Henriette era dos años menor) y por lo que Mari sabía, ni siquiera eran amigos. Henriette le contó todo lo que tuvo que pelear en el registro para que aceptaran el nombre de Endurance. El funcionario que le tocó en suerte cuando fue a inscribir a su hijo se negó a inscribirlo con “ese nombre tan raro”. Henriette le explicó lo que significa el nombre y lo importante que era para ella que su hijo llevara un nombre que lo protegiera del desánimo y la desesperanza. Pero el funcionario no se avino a razones. Henriette insistió. Finalmente, acudió al registro con una copia impresa de una entrada de Wikipedia en la que se explicaba que “El Endurance (en castellano, Resistencia) fue el buque rompehielos en el que se llevó a cabo en 1914 la Expedición Imperial Transantártica, también conocida como la Expedición «Endurance», emprendida por sir Ernest Shackleton”.
-El funcionario vio que el nombre era cosa de hombres blancos y entonces consintió en darle el capricho a esta mujer negra -le explicó Henriette a Mari.
Cuando se marcharon, Henriette se empeñó en pagar y le agradeció el comportamiento de Jorge.
-Se nota que es un buen crío -le dijo.
De camino de vuelta al bar, el dinosaurio no disimuló la cara de orgullo por el comportamiento de Jorge. Mari le pidió que dejara de poner esa cara, que no entendía por qué estaba tan contento, que habían expulsado al chiquillo tres días y que estaba harta de que la citara la directora para llamarla al orden.
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Henriette no es especialmente delicada pero al rato de estar toqueteando la pantalla del móvil, nota que se le irritan las yemas de los dedos que ha estado usando. En uno de los muchos sitios por los que ha tenido que pasar desde que empezó con los trámites que está llevando a cabo, le regalaron un bolígrafo que tiene en el otro lado una especie de semiesfera que hace las veces de puntero. Cuando tiene el boli en cuestión a mano, lo usa para no tener que tocar la pantalla del móvil.
Henriette hace trámites con el teléfono con la misma resignación con la que va de mostrador en mostrador y recopila papel tras papel. Lo online es la enésima prueba a superar en la gymkana administrativa. Ella se maneja bien pero tener que hacerlo en un dispositivo tan pequeño como un teléfono es lo que le resulta complicado. Y peor lo tiene Endurance cuando tiene que hacer los deberes del cole en ese mismo teléfono. Todos los meses hace cuentas para ver si ya pueden comprarse un ordenador aunque sea a plazos pero nunca llega el momento adecuado.
Henriette tiene el teléfono en francés. No sabe si es su lengua materna o la lengua del colonizador pero en ella se siente como en casa. Con Endurance habla casi siempre en castellano pero algunas palabras y algunas expresiones le salen en inglés o en lingala. No consiguió acabar sus estudios en Filología Inglesa aunque, visto lo visto, le hubiera dado lo mismo. La mujer a la que cuida la anima a que siga estudiando. Pero ella no siente esa necesidad.
Henriette no tenía planes de dejar su país ni mucho menos de dejar sus estudios sin terminar. O eso creía ella. Cuando la oportunidad de marcharse surgió, la decisión cuajó en su interior de forma automática y con una claridad que no dejó espacio a duda alguna. La rapidez con la que resolvió salir de su país fue tal que se hizo consciente de que lo había estado deseando desde hacía años. Fue el miedo lo que la impulsó a escapar. Estaba harta de vivir con miedo, de salir de casa sin saber si volvería, de conocer casos cercanos de un horror insoportable, de caminar con una llave entre los dedos a modo de arma por lo que pudiera pasar. Durante el proceso de regularizar su situación, le llegaron a pedir un certificado del miedo que pasaba en su país de origen. El modelo se llamaba algo así como “Fe de emociones y otros sucesos reconocidos”.
Henriette llegó a Europa cargada de prejuicios. Pensaba que llegaba a un lugar donde la violencia y el machismo no tenían cabida alguna. Era consciente de lo absurdo de ese pensamiento pero los prejuicios funcionan así, sin nada que ver con la razón. Le resultó impactante descubrir que Tamara y Mari, y tantas otras mujeres, volvían a casa de noche con una llave asomada entre los dedos por si necesitaban defenderse. En todo caso, el machismo y la violencia son de la misma naturaleza en todas partes pero la intensidad cambia según la longitud y la latitud. Un monstruo con muchas bocas con dientes de filos distintos.
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Una cosa es saber varios idiomas, acertar en la exégesis del proceso de solicitud, conseguir todos los papeles requeridos, superar las pruebas presenciales y digitales, cumplir las oportunas condiciones personales- familiares-sociales-económicas-legales, seguir el hilo de Ariana hasta el centro del laberinto (llevaba con resignación la abundancia de referencias occidentales en su cabeza) y otra cosa es tener éxito en el empeño, vencer al minotauro administrativo.
Incluso la notificación electrónica en la que le denegaban lo que había solicitado era complicada de entender. Que si los antecedentes de hecho, que si los fundamentos de derecho, que si los requisitos recogidos en los artículos 3 y 4 del Decreto-Ley tal y cual, que si el Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas y demás normativas de general aplicación.
A todo eso, se le sumaba un párrafo sobre algún tipo de derechos administrativos que permitían recurrir en un plazo de tantos días y delante de determinada administración. Pero Henriette sintió que ese no era el fin de ese camino.
-Una mata que no ha echao -dijo repitiendo una frase que había aprendido de Mari.
Tamara había instaurado la tradición de que, cuando recibían malas noticias, tenían que quedar en la casa de alguna de las tres para compartir una botella de vino. Y nada de vino del montón. Un vino de, por lo menos, cinco euros la botella. Esa misma noche, mientras las tres brindaban por una nueva decepción, Mari la animó a estudiar Derecho.
-Sabes de estas cosas de papeleos más que nadie y a ti estudiar no te cuesta.
-No, no, no, bastante tengo ya con lo que tengo. Mi momento de estudiar ya pasó.
-Entonces que lo estudie tu chiquillo, que Jorge me ha dicho que es un empollón.
-Nunca se sabe -suspiró Henriette.
-Brindemos también por eso -propuso Tamara.
La primera barrera para acceder a los derechos y ayudas que hay disponibles es el desconocimiento de los mismos. Según una investigación de EAPN-ES, “el 41,3 % de las personas elegibles para la prestación [del Ingreso Mínimo Vital] aún no han solicitado la ayuda debido a su desconocimiento de la misma, bien porque no llega la información o bien porque esta no es percibida como importante”.
Hace pocos meses, Civio publicó una información con el título “Miles de millones sin gastar en ayudas que no llegan”. Según esta organización, “Buena parte de los fondos para medidas puestas en marcha los últimos años como el Ingreso Mínimo Vital (IMV), el bono social, el bono cultural, las ayudas para la dependencia o el cheque de 200 euros para personas con bajos ingresos se quedan sin gastar”.
Respecto a la brecha digital que supone la falta de dispositivos adecuados, cabe señalar que según la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE, un 7,7% de la población murciana no puede permitirse tener un ordenador personal en casa. Según una investigación de EAPN Región de Murcia, este porcentaje se dispara hasta el 25% en el caso de familias monoparentales (que en un 83% de los casos tienen a una mujer al frente de la misma).
Por último, y en relación a la violencia contra las mujeres, citaremos datos de la la ONU, “se calcula que, en todo el mundo, 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas, al menos una vez en su vida (el 30% de las mujeres de 15 años o más)”.
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