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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Otro informe PISA

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Mi madre ha sido maestra de escuela durante mas de 40 años. Hoy está felizmente jubilada y dedica su tiempo a disfrutar de sus nietos, a pasear con sus amigas y a discutir de política con uno de sus hijos, en este caso conmigo. De vez en cuando queda con sus antiguos alumnos y arreglan el mundo, o al menos este pequeño trozo murciano, para seguir unidos tantos años después. 

Creo que su caso no es una excepción, sobre todo para aquellos que ya tenemos una edad. Creo que muchos maestros son respetados y queridos por sus alumnos y que todavía siguen siendo una referencia vital para ellos. Pero, lamentablemente, tengo la impresión de que cada vez es menos frecuente.

Cada vez los profesores tienen mas dificultades para hacerse respetar en las aulas. Ni los alumnos ni las familias ni la sociedad en general los consideran una referencia fundamental para su formación y su desarrollo personal, perdiendo por lo tanto la autoridad ante ellos.

Para mi madre y, supongo que para muchos profesores más, la guerra está casi perdida desde hace algún tiempo. Durante los últimos años se han ido sucediendo pequeños reveses que nos han traído hasta aquí. Además de la paulatina perdida de autoridad de los profesores, hemos asistido a una sucesión de leyes educativas cada cual mas ideológica que han desterrado la meritocracia de nuestro sistema, han hiperprotegido a nuestros hijos y les han quitado las armas necesarias para tolerar el fracaso en una sociedad tan competitiva como la actual.

La educación es una de las herramientas más importantes que tenemos como sociedad. Además de facilitar el desarrollo personal y fomentar el espíritu crítico de cada individuo, permite la conservación y transmisión de los valores mayoritarios, así como el desarrollo económico y social de cada comunidad.

Este año el informe PISA vuelve a reflejar el pésimo nivel educativo de España en general y de la Región de Murcia, en particular. Lamentablemente, los estudiantes murcianos son de los peores en Matemáticas, solo por delante de Melilla, Canarias y Andalucía, y se encuentran por debajo de la media española y de los países de la OCDE en Ciencias y en Lectura.

No solo eso, si tenemos en cuenta el índice ISEC, que combina la evaluación educativa, el estatus ocupacional de los padres y la riqueza de las familias, la Región de Murcia está a la cola de las comunidades autónomas españolas y de los países donde se realiza este estudio.

De hecho, del análisis de los citados informes se desprende que nuestra región es una de las que más diferencias educativas presenta entre favorecidos y desfavorecidos, en concreto, la tercera peor comunidad en esta categoría, y si esto fuera poco, además cuenta con las mayores desigualdades entre alumnos nativos y migrantes, así como entre colegios públicos y privados.

Si a todo esto sumamos que Murcia lleva años liderando los índices nacionales de abandono escolar y que es una de las CCAA donde menos se invierte en educación, recordemos los últimos recortes en las infraestructuras de los colegios públicos y el fracaso en la gestión del trasporte escolar, nos queda un panorama desolador.

Pues bien, después de este chorreo que nos da PISA – OCDE cualquiera pensaría que algún responsable político se daría por aludido. Que sonarían todas las alarmas en San Esteban y que el consejero de turno se pondría a trabajar en un plan de choque financiado con importantes recursos públicos colocando a la educación como la máxima prioridad política murciana.

Pues no, parece que no. Desde la CARM se han limitado a puntualizar que son “conscientes de que hay que continuar trabajando para mejorar el rendimiento académico del alumnado”. Chimpún.

A lo mejor, después de respuestas como esta y de la poca capacidad reivindicativa de los murcianos, tenemos que empezar a asumir que nuestros hijos crecerán sin el necesario espíritu crítico que les proporciona una educación de calidad, o sin las herramientas más básicas y necesarias para progresar en la vida, perpetuando de esta manera diferencias económicas y sociales. A lo mejor tenemos que admitir que somos producto de nuestro entorno y nuestro contexto y que después de casi medio siglo de democracia los gobernantes que nos precedieron hicieron muy bien su trabajo.

Mi madre ha sido maestra de escuela durante mas de 40 años. Hoy está felizmente jubilada y dedica su tiempo a disfrutar de sus nietos, a pasear con sus amigas y a discutir de política con uno de sus hijos, en este caso conmigo. De vez en cuando queda con sus antiguos alumnos y arreglan el mundo, o al menos este pequeño trozo murciano, para seguir unidos tantos años después. 

Creo que su caso no es una excepción, sobre todo para aquellos que ya tenemos una edad. Creo que muchos maestros son respetados y queridos por sus alumnos y que todavía siguen siendo una referencia vital para ellos. Pero, lamentablemente, tengo la impresión de que cada vez es menos frecuente.