Uno de los mejores periodistas que hay en esta Región, Manuel Madrid, y no lo digo yo sino que también lo corroboró hace poco públicamente otro pata negra del oficio como es Antonio Arco, escribió este sábado en el diario La Verdad de la ingratitud y el olvido. Lo hizo sobre el cocinero Raimundo González Frutos, un pionero de la nueva cocina española, fallecido a los 98 años y sin el homenaje de las instituciones públicas en su despedida que mi tocayo y yo consideramos que merecía. Además, mencionaba en su artículo a la fotógrafa e historiadora María Manzanera, que nos dejó prematuramente hace poco tiempo también, a los 78 años.
La de Murcia no es una Región que, tradicionalmente, haya destacado por reconocer la excelencia de su gente. Hay un ejemplo clamoroso -y especialmente doloroso- en la cantante Mari Trini, de la que se acaban de cumplir tres lustros de su fallecimiento. Esta mujer fue muchas cosas, antes de que a las mujeres se las reivindicara y reconociera en su papel de iguales frente al hombre. En pleno franquismo, Mari Trini ejerció de abanderada en una valiente reivindicación feminista cuando la mayoría miraba para otro lado. Fue un ejemplo de dignidad, no solo como artista sino también como persona, dejando patente que nadie es mejor que nadie solo por la condición del sexo que se tenga al nacer. A Mari Trini la ningunearon durante mucho tiempo en su tierra, aún a pesar de sus notables éxitos profesionales, por esa cicatería que suele caracterizar a cierto catetismo provinciano. “Se cree el provinciano que aquello es el mundo”, que dijo Miguel Espinosa, otro olvidado lamentable.
Casi al final de sus días, el también desaparecido Pepe García Solano, compañero realizador en TVE Murcia y presidente de la Asociación de Profesionales de Radio y Televisión de la Región, la trajo a una gala de ese colectivo en la que se entregaban los premios anuales. Yo subí al escenario a recoger uno de ellos, con motivo del 25 aniversario del Centro Territorial de TVE en mi calidad entonces de director del mismo. Ante las pocas menciones que a ella se hicieron durante el acto, me creí en la obligación de reivindicarla. Tras agradecer el premio, en nombre de mis compañeros, me dirigí a ella, la califiqué de enorme artista y la llamé “nuestra Édith Piaf”. Al bajar del escenario, me agradeció el detalle con una leve caricia rozando mi mano.
Mari Trini falleció en 2009 de un cáncer de pulmón. Tenía solo 61 años. En 2015, la Comunidad Autónoma le concedió la Medalla de Oro de la Región y, en 2019, el Ayuntamiento de Murcia el título de hija predilecta. Ambas distinciones, lógicamente, a título póstumo. Galardones ambos con los que la cantautora hubiera merecido ser reconocida en vida pero que, circunstancias de la misma, no pudo ver con sus ojos ni disfrutar con su gente.
Raimundo González Frutos nos ha dejado y apenas los obituarios de unos cuantos amigos y conocidos, así como algunos tuits de rigor, lo han recordado. Triste bagaje para quien revolucionó como pocos una cocina simplista de fogones caseros, transformándola y poniendo los cimientos de la que luego sería vanguardista y moderna. Es público y notorio que Raimundo situó a Murcia en el mapa de la restauración nacional -y casi me atrevería a decir que internacional- con su Rincón de Pepe, ese emporio gastronómico que fue referente de la capital murciana e imposible de olvidar. “Le debemos su faceta como precursor de toda la cocina de las hortalizas porque hizo un mundo alrededor de esto”, reconocía el prestigioso chef catalán Ferran Adrià.
En cuanto a María Manzanera, igual no resultaba muy políticamente correcto sacar a colación su permanente reivindicación sobre los desmanes y desafueros que, con insistencia denodada, denunciaba que se cometían en la esquilmada huerta. Quizá por eso sea más loable condenarla desde ahora al ostracismo y al silencio, el partido más seguro para el que desconfía de sí mismo. A pesar de ello, y como escribiera este sábado Manuel Madrid, qué desesperanzador será todo sin su mirada.
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