Parece que se había ido con la crisis, pero no, seguía estando ahí. El ladrillo vuelve a sobrevolar las costas de nuestra región. Nuestro litoral, o más exactamente lo que queda de él no urbanizado; se convierte en uno de los objetivos de nuevos proyectos del ladrillo. Las nuevas urbanizaciones proyectadas amenazan los últimos y escasos ecosistemas costeros en buen estado de conservación. El aumento del nivel del mar sigue causando impactos en las playas urbanizadas y regeneradas artificialmente; que son arrasadas por los temporales en invierno, en un ciclo que se repite, de una manera constante. El cambio climático se ha convertido en un elemento de impacto significativo en las zonas urbanizadas del litoral.
El informe A toda costa [i] de Greenpeace, describe cada verano el avance del ladrillo cerca del mar: en su edición de este año señala las diez playas españolas más amenazadas por proyectos urbanísticos. Según esta organización la región es la quinta comunidad más urbanizada con, un 14,6% de sus hábitats costeros naturales amenazados. Este año la playa de la Cola en Águilas está en ese 'ranking' de las playas que pueden perder sus valores naturales si se aprueban los desarrollos urbanísticos planeados en su entorno.
El informe Banderas Negras 2019 [ii], elaborado por Ecologistas en Acción otorgaba dos banderas a nuestra región, al Mar Menor y la Bahía de Portmán-Sierra Minera. En el caso del Mar Menor, por mala gestión de las diferentes administraciones con competencias, así como los usos y actividades en la propia laguna, señalando que es el gobierno regional es el mayor responsable del mal estado actual
El proyecto de urbanización de la playa de La Cola estaba previsto desde el año 2007, aunque se ha reactivado este año con la previsión de construcción de más de 2.000 viviendas turísticas. Pero además, existen otros proyectos urbanísticos que amenazan espacios naturales de nuestra tierra, como el proyecto de Plan Parcial Princesa de Atamaría (junto a Calblanque) el judicializado Novo Cartago (se proyectaban 6.000 viviendas y un campo de golf a orillas del Mar Menor).
El Ayuntamiento de Cartagena aprobaba el proyecto Los Flamencos, con 130 viviendas en la zona sur de La Manga. Este año, según datos de la administración regional está previsto la apertura de ocho nuevo hoteles, que generarán otras 1.000 nuevas plazas hoteleras. En los próximos cuatro años estima que serán más de 5.000. Se acaba de inaugurar un nuevo hotel en Los Urrutias y se está construyendo un gran edificio de apartamentos en playa Paraíso, en las cercanías de las salinas de Marchamalo. Queda lejos y parece que se ha olvidado ya la moratoria urbanística aprobada por mayoría en la Asamblea Regional en febrero de 2017 para futuros desarrollos urbanísticos.
La Ley de Costas como instrumento de protección se ha quedado obsoleta ante unas amenazas que crecen en magnitud. Se aprobaron leyes insuficientes y manifiestamente mejorables, como la Ley de Protección y Armonización de Usos del Mar Menor de 1987, las famosas Directrices de Ordenación del Litoral (que abrieron las puertas a un desarrollo urbanístico y turístico más agresivo) y una Ley del Suelo de la Región de Murcia extremadamente permisiva con el crecimiento del ladrillo. Como colofón, el gobierno regional con la modificación de las Directrices del Litoral, pretende fomentar aún más la construcción de hoteles y apartamentos turísticos en las zonas de mayor atractivo turístico. Todos los municipios costeros tendrán una prima de aprovechamiento hotelero, incrementando la edificabilidad un 20% cuando se cambie de un uso residencial a otro hotelero.
Frente a esto todavía quedan extensas zonas de hábitats naturales necesitados de una mayor protección efectiva antes de que puedan verse afectadas por los procesos de urbanización. Se necesita además una profunda restauración de áreas degradas en nuestro litoral que minimice la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, se vuelve a lo mismo, no hay una reflexión sobre un modelo de desarrollo diversificado y sostenible en nuestra región. ¿Seguiremos con el monocultivo del ladrillo como elemento motor de nuestra economía regional, aunque tengamos las experiencias negativas sociales y ambientales de un pasado reciente? Para los poderes regionales, la respuesta será un sí rotundo. Parafraseando el grito de Marx (Groucho): ¡Más ladrillo, es la guerra!
[i] Greenpeace: A toda Costa, 2019.
[ii] Ecologistas en Acción: Banderas Negras. Informe 2019.
Parece que se había ido con la crisis, pero no, seguía estando ahí. El ladrillo vuelve a sobrevolar las costas de nuestra región. Nuestro litoral, o más exactamente lo que queda de él no urbanizado; se convierte en uno de los objetivos de nuevos proyectos del ladrillo. Las nuevas urbanizaciones proyectadas amenazan los últimos y escasos ecosistemas costeros en buen estado de conservación. El aumento del nivel del mar sigue causando impactos en las playas urbanizadas y regeneradas artificialmente; que son arrasadas por los temporales en invierno, en un ciclo que se repite, de una manera constante. El cambio climático se ha convertido en un elemento de impacto significativo en las zonas urbanizadas del litoral.
El informe A toda costa [i] de Greenpeace, describe cada verano el avance del ladrillo cerca del mar: en su edición de este año señala las diez playas españolas más amenazadas por proyectos urbanísticos. Según esta organización la región es la quinta comunidad más urbanizada con, un 14,6% de sus hábitats costeros naturales amenazados. Este año la playa de la Cola en Águilas está en ese 'ranking' de las playas que pueden perder sus valores naturales si se aprueban los desarrollos urbanísticos planeados en su entorno.