En 2005, un puñado de intelectuales fundó en Barcelona una plataforma cívica a la que llamaron Ciutadans de Catalunya. Lo hicieron frente al que consideraron 'nacionalismo catalán obligatorio'. La denominación se remonta a la frase acuñada por el president Tarradellas en 1977, expresada desde el balcón del Palau de la Plaça de Sant Jaume, a su regreso de un prolongado exilio. Los fundadores fueron el escritor Félix de Azúa; el dramaturgo y actor, Albert Boadella; el catedrático de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras; el periodista Arcadi Espada; la escritora Teresa Giménez Barbat; la poeta y ensayista, Ana Nuño; el profesor de Economía, Ética y Ciencias Sociales, Félix Ovejero; el antropólogo Félix Pérez Romera; el periodista y profesor de Periodismo, Xavier Pericay; el escritor y crítico literario, Ponç Puigdevall; el profesor de Economía y Empresa, José Vicente Rodríguez Mora; el filólogo y profesor universitario, Ferran Toutain; el periodista y poeta, Iván Tubau y los también escritores Carlos Trías Sagnier y Horacio Vázquez-Rial, ambos ya fallecidos. En resumen, un elenco de saber e inteligencia nada despreciable.
Meses después de la puesta en marcha de aquella iniciativa, se eligió como presidente de la misma a un joven abogado, Albert Rivera, quien apenas contaba con 26 años de edad. Al poco tiempo, Rivera encabezaría la candidatura a la presidencia de la Generalitat por una formación que prácticamente acababa de ver la luz, obteniendo 3 diputados en el Parlament. Y sería tras la consulta de 2012, en la que Ciutadans triplicaría su representación, alcanzando los 9 diputados, cuando comenzaría su verdadera eclosión por el resto del Estado, donde su implantación hasta la fecha era incipiente. Cimentada en un líder que comunicaba y transmitía, la imagen del partido se transformó en una marca nacional y ya no casi exclusiva de Cataluña. Pero tuvo que ser en las elecciones catalanas de diciembre de 2017 cuando Ciudadanos diera la auténtica campanada, siendo la lista más votada con más de 1.100.000 sufragios y obteniendo 36 parlamentarios. Con todo, su candidata, Inés Arrimadas, rehusó optar a la investidura ante el temor de no sumar con las fuerzas constitucionalistas frente a las independentistas.
En otra emblemática comunidad, la de Andalucía, en las autonómicas de 2015, Ciudadanos irrumpiría por primera vez en su parlamento con 9 escaños, los mismos que permitieron al PSOE de Susana Díaz mantener el gobierno una legislatura más. Sin embargo, en 2018, esa cifra se elevaría a 21 diputados que, sumados a los del 26 del PP y los 12 de Vox, posibilitarían el relevo, con el popular Juanma Moreno al frente de la Junta, tras 36 años de sucesivos gobiernos socialistas.
Si uno repasa la lista de fundadores de Ciudadanos, sorprende el posicionamiento de la mayor parte de ellos tras la deriva del partido en los últimos tiempos y, en especial, por la negativa de Rivera a apuntalar un gobierno en el Estado con Pedro Sánchez, esquivando así, entre otros, a los independentistas. A mediados de junio, Francesc de Carreras publicó en el diario 'El País' un durísimo y contundente artículo que tituló ‘Querido Albert’, en el que resumía muy a las claras lo que piensan muchos de los padres de Ciudadanos: “No entiendo que ahora nos falles, Albert, que nos falle Ciudadanos, que el joven maduro y responsable se haya convertido en un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España. Es ir contra toda tu trayectoria política, contra la trayectoria de Ciudadanos. Se te acusará, con razón, que por tu culpa arrojas al PSOE a pactar con Podemos y con los nacionalistas, precisamente aquello que Ciudadanos debía impedir”, expresaba este destacado profesor universitario. Posturas divergentes con el rumbo del partido han expuesto también, últimamente, desde sus respectivas tribunas, Félix Ovejero, Arcadi Espada o Teresa Giménez Barbat. Incluso Xavier Pericay, considerado ‘el último mohicano’ y hombre de Ciudadanos en Baleares, ha abandonado sus responsabilidades en la ejecutiva de la nave naranja.
En el artículo antes citado de Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional, el autor expresaba, a modo de conclusión, un ferviente deseo: que a los que fundaron Ciudadanos, en 2005, no les una, pasado el tiempo, un melancólico recuerdo. Algo así como lo que siempre mantuvo Ortega y Gasset; eso de que el esfuerzo inútil suele conducir irremediablemente a la melancolía.
En 2005, un puñado de intelectuales fundó en Barcelona una plataforma cívica a la que llamaron Ciutadans de Catalunya. Lo hicieron frente al que consideraron 'nacionalismo catalán obligatorio'. La denominación se remonta a la frase acuñada por el president Tarradellas en 1977, expresada desde el balcón del Palau de la Plaça de Sant Jaume, a su regreso de un prolongado exilio. Los fundadores fueron el escritor Félix de Azúa; el dramaturgo y actor, Albert Boadella; el catedrático de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras; el periodista Arcadi Espada; la escritora Teresa Giménez Barbat; la poeta y ensayista, Ana Nuño; el profesor de Economía, Ética y Ciencias Sociales, Félix Ovejero; el antropólogo Félix Pérez Romera; el periodista y profesor de Periodismo, Xavier Pericay; el escritor y crítico literario, Ponç Puigdevall; el profesor de Economía y Empresa, José Vicente Rodríguez Mora; el filólogo y profesor universitario, Ferran Toutain; el periodista y poeta, Iván Tubau y los también escritores Carlos Trías Sagnier y Horacio Vázquez-Rial, ambos ya fallecidos. En resumen, un elenco de saber e inteligencia nada despreciable.
Meses después de la puesta en marcha de aquella iniciativa, se eligió como presidente de la misma a un joven abogado, Albert Rivera, quien apenas contaba con 26 años de edad. Al poco tiempo, Rivera encabezaría la candidatura a la presidencia de la Generalitat por una formación que prácticamente acababa de ver la luz, obteniendo 3 diputados en el Parlament. Y sería tras la consulta de 2012, en la que Ciutadans triplicaría su representación, alcanzando los 9 diputados, cuando comenzaría su verdadera eclosión por el resto del Estado, donde su implantación hasta la fecha era incipiente. Cimentada en un líder que comunicaba y transmitía, la imagen del partido se transformó en una marca nacional y ya no casi exclusiva de Cataluña. Pero tuvo que ser en las elecciones catalanas de diciembre de 2017 cuando Ciudadanos diera la auténtica campanada, siendo la lista más votada con más de 1.100.000 sufragios y obteniendo 36 parlamentarios. Con todo, su candidata, Inés Arrimadas, rehusó optar a la investidura ante el temor de no sumar con las fuerzas constitucionalistas frente a las independentistas.