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Meter un cerebro de mujer en la cabeza de un hombre (y otras cuestiones palpitantes)

22 de noviembre de 2021 06:01 h

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Me vestí de largo, me casé y estalló la revolución…

E. Pardo Bazán (septiembre, 1868)

 

-Escucha esto, a ver qué te parece: “En España, a veces, constituye un acto de valor decir por escrito lo que todo el mundo reconoce de palabra.”

Recostada contra su cabecero virtual estilo Luis XV, Lady Chorima asiente y me pide que se lo repita para anotarlo en su libreta lila.

-La Pardo Bazán lo petaría en Twitter –comenta levantando su botellín de cerveza.

-Esta noche me voy a la cama con Emilia Pardo Bazán, acabo de empezar Algo de feminismo y otros escritos combativos –le explico mostrándole el libro de Alianza Editorial-, una compilación de artículos súper recomendable.

-¿Te acuerdas de aquel cartel suyo con el que empapelaron las calles de Madrid? –me pregunta Chori desde el otro lado de la pantalla-. Llevaba una cita suya que decía: “Madrid es audaz, jaranero y curioso”.

-Más certera que un dardo con sus adjetivos… –respondo pasando los dedos por la superficie del black mirror, como queriendo acariciar la mejilla de Chori.

Desde que se mudó a Escandinavia en busca de mejoras laborales, Lady Chorima se acuesta y se levanta como dos horas antes que yo y cuesta sincronizarse. A pesar de todo, al final de la jornada tratamos de mantener interacciones virtuales que, en ocasiones, nos activan más que el plenilunio o la cafeína. En mi escritorio virtual, esta noche he puesto un fondo de aurora boreal.

-Un juicio es un adjetivo y una argumentación lógica, una construcción sintáctica –comenta Chorima-, ve y explícale eso a las generaciones formadas con vídeos o textos de menos de 140 caracteres. A ver, léeme alguna cosa de Emilia -concluye.

Lady Chorima y yo pasamos rápidamente del metaverso a la metaliteratura, dos poderosas interfaces.

-Te voy a leer otra cosa a propósito de las mujeres aristócratas: “los tiros de la maledicencia y las acusaciones dirigidas contra la high life toman siempre por pretexto la conducta de la mujer”. Prepárate para lo que viene ahora: “Que el aristócrata sea haragán, derrochador, desenfrenado, frívolo, ocioso; que viva sumido en la ignorancia y la pereza; que sólo piense (…) en toros y caballos; que no sirva de nada a su patria en particular (…) Eso no asusta a las gentes… Lo que nos conduce a la ”decadencia“ es que se sospeche que la marquesa Tres Estrellas tiene un arreglo, o que haya bajado dos centímetros la línea del escote.”

Chori sonríe entre sorbo y sorbo.

-¡A Anne Igartiburu le iba a encantar! –comenta.

-Más munición: “Para el español, por más liberal y avanzado que sea, no vacilo en decirlo, el ideal femenino no está en el porvenir, ni aun en el presente, sino en el pasado. La esposa modelo sigue siendo la de cien años hace.”

-Emilia es una pionera, a nivel intelectual y personal –asiente ella.

-¡Una mujer nacida treinta años antes que Virginia Woolf! Escritora, conferenciante, periodista, aristócrata, divorciada… Además se carteaba con tipos como Konstantin Stanislavski, y lo mismo discurría sobre ciencia que sobre literatura rusa y revolución. La verdad, extraña que no tenga el reconocimiento internacional que merece.

-¿Te acuerdas de la exposición que vimos de ella en la Biblioteca Nacional?

-Como si fuera ayer –respondo-. Aluciné con las críticas de los señoros de su época, desde los críticos literarios hasta sus compañeros de profesión (y supuestos amigos). ¡Menuda polémica, para entrar en la Academia!

-Unos envidiosos…

-Lo más patético es que, cuarenta años más tarde, Carmen Laforet tuvo que sufrir actitudes muy parecidas de sus contemporáneos. Y qué decir del silenciamiento de las mujeres del 27...

-En fin, los dictados del género, que siguen ahí –comenta Lady Cho con lasitud, luego añade-. A mí me encantó esa exposición, los detalles sobre su vida y la de su familia, sus cartas manuscritas, las fotografías... Y esos fragmentos de vídeo filmados en el Pazo de Meirás, tomando té y leyendo, son muy tiernos. A Emilia se la ve tímida porque no sabe posar delante de la cámara. Además, me emocionó ver los textos explicativos escritos en gallego y en español. Siempre me llena de alegría que ambas lenguas sean tratadas en pie de igualdad más allá de la Constitución o de las tierras del Bierzo. De hecho, en aquella exposición me llevé la impresión más federativa y republicana de este último lustro. En las salas de la Biblioteca Nacional puedes llegar a pensar que vivimos en un estado plurinacional, plurilingüe, moderno y laico; que somos top porque aquí triunfó la Instrucción Pública y la Institución Libre de Enseñanza forjó las nuevas generaciones, que ya pasamos página del autoritarismo devoto y sin modales… Eso… Hasta que sales a la calle o enciendes la tele. 

Lady Cho lanza un suspiro de exiliada. Urge un cambio de tema o en seguida dará por terminada la videoconferencia. Como siempre en estos casos, me quedo totalmente bloqueada.

-Mira, antes de colgar –continúa ella, echando mano de su cuaderno de autoridades y pasando las páginas- te voy a leer una cita de Chris Kraus, está en I love Dick. Toma nota, dice así: “He fundido mi silencio y mi represión con el silencio y la represión del género femenino entero. Creo que la simple realidad de las mujeres hablando, siendo paradójicas, inexplicables, lanzadas, autodestructivas, pero sobre todo públicas, es lo más revolucionario del mundo. Puede que suceda con 20 años de retraso, pero las epifanías no siempre sincronizan con el estilo.”

¿Qué más añadir?

Para realidad aumentada, la de nuestras palabras.

Me vestí de largo, me casé y estalló la revolución…

E. Pardo Bazán (septiembre, 1868)