Hay que reconocer que nuestro país es diferente y nos da ejemplos diarios de ello. Encerrados en las casas y pegados a las pantallas del móvil, el ordenador o la televisión. Viendo un espectáculo en directo, como si fuera una película de las muchas que hemos visto sobre epidemias. No solo eso, además formamos parte de esa película. Ponemos las imágenes, los guiones y la puesta en escena. Esta vez no en los salones de casa, sino en los balcones, que es el punto intermedio entre la calle (o sea el mundo) y nuestras familias encerradas entre paredes. Y, además, ponemos el aplauso diario a esta película, que va a ser la película de nuestra vida. Lo podremos contar, quien lo haga. Como aquella vez que estuvimos unas semanas en nuestra casas dándole a los botones del móvil o atendiendo a nuestra gente. ¿Qué sería de nuestra vida en estado de alerta sin el móvil ? Buff, no quiero pensar como serían las epidemias de antes sin WhatsApp, Telegram, Facebook o Twitter. Qué desesperación.
Eso de aplaudir a los demás mola, sobre todo si son a aquellas personas que están en las primeras líneas de lucha contra el coronavirus cuidándonos.
La primera línea es fundamental, si no funciona va todo mal. Me refiero a la comunidad científica y sanitaria. Luego están otras líneas que son básicas también para que todo funcione: desde las limpiadoras, jornaleros, agricultores, cuidadoras, cajeras, reponedoras, carretilleros, carteros, conductores de diversos motores, vehículos y licencias, panaderos, fuerzas de seguridad, protección civil. A los que aplaudimos todas las noches a las 20 horas desde nuestras terrazas o balcones. Es “el movimiento de los aplausos”, una maravilla que se generó en torno a los aplausos a la sanidad publica, pero que ya es para todos los sectores públicos o no públicos que están dándolo todo.
Están los aplausos y luego están los silencios de la calle cuando vas a la panadería, la farmacia o a ver a la madre o algún familiar.
Ayyy, mi madre de 89 años... No entiende lo que está pasando. Está 'trastorná'. Hoy me dice que hay que darle de comer a los animales. “Pero mama”, le he dicho, “si ya no tenemos animales”. En dos días me ha contado de nuevo varias veces cuando se subía al tren en la posguerra para ir a Lorca a por un saco de garbanzos para contrabandearlos en Murcia y alrededores. Aunque lo que más me mola es cuando me cuenta que un día el tren paró en Librilla por acción de la Guardia Civil. Uno de ellos al ver a mi madre con el saco de garbanzos disparó al aire y mi madre paró en seco y tiró el saco al suelo llorando de rabia, no de miedo. Tenía 13 años y ya habían fusilado a su padre.
Hay mayores que se les están cruzando las épocas. No llevan bien esto. Me consta que hay algunos que no quieren volver al papel de periódico u otros papeles “mas rugosos”. Dejémoslo ahí. Eso explica, tal vez, una parte de acaparamiento de papel higiénico que tanto sorprende. Una amiga antropóloga se ha comprometido a hacer un estudio al respecto. No es ironía.
En los silencios de la calle, a pesar de andar a distancia del resto de personas, se oye de todo: rumores, mentiras, chismes, pero a veces cosas que emocionan. Como dos zagalas muy jóvenes con tres perros que le dicen a la vecina mayor si necesita algo y esta le dice: “No graciosa, tengo de todo. Mañana sí”. En general, veo muchas emociones todos los días y es de prever también días muy duros. Tenemos que hacernos a la idea de que esto puede durar semanas y organizar nuestra resistencia individual y colectiva. El humor y la ironía se están convirtiendo en un arma de construcción colectiva masiva. Imposible olvidar la cantidad de risas que nos echamos en casa al ver las ocurrencias y chistes sobre lo que estamos viviendo. Sobre perros que se alquilan para paseos no hay prueba alguna. Pero hay quien mira con envidia a quien tiene perro. Y luego esta el cotilleo en los WhatsApss: “Uy, ese esta todo el día comprando pan”.
Como en las buenas películas todo terminará con final feliz. Así paso en China, que nos manda medio millón de mascarillas y diverso material sanitario. Y Trump, “el amigo aliado”, despotricando contra Europa e intentando comprar la exclusiva de una vacuna alemana. Ya que “América es lo primero”: el mismo que le dio la mano a Abascal.
Fíjate, de los balcones y los aplausos podemos pasar a la geopolítica, por no hablar de la otra corona. Qué cosas. Tienen motivos los mayores para que se les crucen las épocas. Ya nos pasa también en casa viendo la información que sueltan con cuentagotas al respecto del otro 'corona'.
En la hora de telenovela o documental, vemos ruedas de prensa diarias y entre los uniformes esta el científico Fernando Simón y cuando se le oye, deja claro que sabe de qué habla. Estamos en buenas manos: tenemos posiblemente la mejor sanidad pública del mundo, la misma que los anteriores gobiernos hubieran eliminado si no fuera por las movilizaciones de las mareas blancas y la sociedad civil organizada. O aquellos que en su declaraciones defienden que casi todo tiene que estar privatizado. Y se la regalarían a los fondos buitres ya mismo.
Pero lo que nos ha sorprendido es que en la rueda de prensa de este día se haya hablado de medidas sociales y otras que van en contra de la ola ultraneoliberal imperante hasta ahora.
Sí, el Estado actúa como Estado y vuelve a la economía y el Gobierno actúa como Gobierno progresista con hechos y medidas para la mayoría por delante. Suena bien esa música.
En la crisis de 2008 a los autónomos que cerremos la persiana y caímos al terraplén de la crisis sistémica. Ningún gobierno habló de nosotros, ni música, ni medidas sociales, ni protección, ni nada de nada. Desahucios, precariedad y exclusión social para cientos de miles de familias. Pero eso es otra historia que merece otro artículo.
Ahora estamos en otro momento con otra envergadura que aún puede ser mucho peor que el anterior. La precariedad laboral y social se ha convertido en norma y no quiero ni imaginar cómo encajaremos un nuevo golpe en forma de nueva crisis económica.
Hace falta calma, cuidarse y cuidar a los demás cercanos. Saldremos de ésta, vivimos en un gran país, con un inmenso pueblo. Que estamos como hormigas en las casas esperando a que pase pronto esta película para que no se convierta en una peli pesada.
Cuando pase volveremos a la normalidad muchas cosas no van a ser igual que antes. Tienen que volver los derechos y el Gobierno progresista debe de seguir mirando a la mayoría social, a lo público y el bien común, y no tanto a los que manejan la economía especulativa que no es lo mismo que la real, como tanto nos cuentan los economistas que están al loro. No como esos ultraliberales de nueva escuela cuyas recetas son muy viejas.
Que no quepa duda a nadie: saldremos de ésta, y volveremos a las plazas, a las calles, a las aceras. Y a los choque de manos, besos y abrazos. Mi madre me ha preguntado: “¿Es que no me vas a dar un beso?”. Le he dicho no mamá, no podemos. Y ha pegado un golpe con la mano a la mesa y ha dicho pues si no me das un beso, no te vas. Uno no, dos y ha empezado a reírse y yo le he dado un aplauso, un olé y un besaco... Pues eso.
Es el movimiento de los aplausos.
Resistiré, resistirás.
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