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Que Murcia no es 'Borgen'

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Sospecho que nunca conoceremos a ciencia cierta la verdadera intrahistoria de lo que realmente ocurrió en aquellos días de marzo pasado, tras presentarse en la Asamblea Regional una moción de censura contra el Gobierno de Fernando López Miras por parte del PSOE y Ciudadanos. El proyectil que en el último debate del Estado de la Región soltó el diputado expulsado de Vox, Juan José Liarte, directo a la línea de flotación de la nave que tripula Diego Conesa, deja la duda en el aire sobre si en esa semana se sobrepasaron o no ciertos límites en las negociaciones. Liarte vino a decir lo mismo que tiempo atrás ya había dejado caer la hoy consejera de Educación, su compañera de grupo, Mabel Campuzano, en una entrevista periodística: que alguien del PSOE la visitó en esos días en su domicilio y que hablaron de la situación política...

Es evidente que los intentos de maniobra en los cuarteles generales del PP y PSOE durante esa semana fueron tan intensos como tremendos. Y que la estrategia que mejor funcionó fue la diseñada por los primeros, convenciendo a varios firmantes de la moción por parte de Ciudadanos y, posteriormente, negociando con los tres diputados expulsados de Vox. En un ejemplo de disciplina estalinista, los tránsfugas naranjas rubricaron lo que les puso delante el enviado de la dirección nacional -menos mal que no eran sus sentencias de muerte por fusilamiento- para, acto seguido, alertar al PP de lo que se estaba cociendo. La reacción inmediata de Fernando López Miras, avisando a Teodoro García Egea de lo que algunos tramaban, fue clave para abortar la operación.

Una de las situaciones más chuscas vividas en la política regional fue la que se produjo en el Palacio de Guevara de Lorca seis días antes de la votación de la censura. Allí se presentaron Diego Conesa y la candidata a la presidencia del Ejecutivo, Ana Martínez Vidal, para formalizar el inicio de las negociaciones de cara a conformar el Ejecutivo PSOE-Cs. En el patio del palacete, ante un gran despliegue de medios, revelaron los nombres de los negociadores de una y otra formación. Y, entre los naranjas, se mencionó a la diputada regional Valle Miguélez. Apenas diez minutos después, trascendió que la actual portavoz del Gobierno regional había sido captada por Teodoro García para bloquear la moción. Recuerdo las caras de incredulidad, por no decir otra cosa, de más de uno y una, cuando saltó la noticia a las terminales mediáticas.

Pero como si de una estrategia preconcebida se tratara, algo que no es nada descartable, el portavoz parlamentario del PP, Joaquín Segado, soltó en el debate de esta semana otra perla cultivada: que lo que propusieron el PSOE y Cs a los expulsados de Vox fue que solicitaran su ingreso en la formación naranja para que, desde ahí, los pudieran nombrar consejeros del futuro gobierno. “Nos pusieron alfombra roja y nos ofrecieron más consejerías de las que podíamos asumir”, había clamado Liarte. Por supuesto que, por quien corresponde, este extremo ha sido desmentido por tierra, mar y aire.

La ex primera ministra Birgitte Nyborg, más Erik Hoffmann, Jon Berthelsen o Nete Buch eran los nuevos demócratas de Borgen, esa serie danesa de culto para cuantos solemos seguir de cerca los entresijos de la política. Se desgajan de un veterano partido, el Moderado, para emprender en solitario la aventura de crear uno desde la base: Nueva Democracia. Puedo asegurar que en aquellas negociaciones de marzo en Murcia no hubo, ni por asomo, equivalentes a estos políticos de la Dinamarca del siglo XXI ya que, si siguieron la serie en su tercera temporada, los codazos en política nunca han de estar reñidos con la ética y menos con la decencia. Algo que parece que no sobra por estos lares donde, con tal de gobernar, algunos serían capaces de vender su alma al diablo. Si este la paga bien, claro.

Sospecho que nunca conoceremos a ciencia cierta la verdadera intrahistoria de lo que realmente ocurrió en aquellos días de marzo pasado, tras presentarse en la Asamblea Regional una moción de censura contra el Gobierno de Fernando López Miras por parte del PSOE y Ciudadanos. El proyectil que en el último debate del Estado de la Región soltó el diputado expulsado de Vox, Juan José Liarte, directo a la línea de flotación de la nave que tripula Diego Conesa, deja la duda en el aire sobre si en esa semana se sobrepasaron o no ciertos límites en las negociaciones. Liarte vino a decir lo mismo que tiempo atrás ya había dejado caer la hoy consejera de Educación, su compañera de grupo, Mabel Campuzano, en una entrevista periodística: que alguien del PSOE la visitó en esos días en su domicilio y que hablaron de la situación política...

Es evidente que los intentos de maniobra en los cuarteles generales del PP y PSOE durante esa semana fueron tan intensos como tremendos. Y que la estrategia que mejor funcionó fue la diseñada por los primeros, convenciendo a varios firmantes de la moción por parte de Ciudadanos y, posteriormente, negociando con los tres diputados expulsados de Vox. En un ejemplo de disciplina estalinista, los tránsfugas naranjas rubricaron lo que les puso delante el enviado de la dirección nacional -menos mal que no eran sus sentencias de muerte por fusilamiento- para, acto seguido, alertar al PP de lo que se estaba cociendo. La reacción inmediata de Fernando López Miras, avisando a Teodoro García Egea de lo que algunos tramaban, fue clave para abortar la operación.