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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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De la Murcia olvidada a la Murcia insumisa

Inscripción falangista Catedral de Murcia /  DIEGO JIMÉNEZ

Ibán Martínez Cárceles

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Eduardo Galeano en el ‘Libro de los abrazos’ (1989) explica cómo al llegar a Chicago, ciudad distribuida por miles de fábricas y habitada por innumerables obreros, pidió a unos amigos que le mostrara donde fueron ahorcados en 1886 aquellos obreros del primero de mayo. Sin ser capaz de encontrar el lugar dan cuenta que ni una sola estatua, ni una placa se ha erigido en Chicago a los trabajadores que dieron pie a la fiesta más universal. Tras una búsqueda inútil entran en una librería, donde al entrar descubrió un cartel entre otros de cine y de música Rock.

“El cartel reproduce un proverbio del África: Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.”

Es en ese sentido como Ricoeur (2003) nos explica cómo la fragilidad de la memoria está íntimamente ligada a la fragilidad de la identidad, es decir, desde las instancias de poder se crean dispositivos para hacernos saber que aquello que debe ser recordado debe estar en coherencia con la identidad de los que ejercen el poder. De ese modo, Murcia no es una excepción, hay un exceso de olvido sobre nuestro pasado que se ha ido manifestando gracias a ciertas voces: Fuensanta Escudero Andújar, Mari Carmen Gómez, Antonio Ovejero o Víctor Peñalver entre otros.

Para que esas voces se conviertan en pluralidad se debe crear un clima social que muestre interés por las voces ocultadas, denunciando las arbitrariedades de las instituciones. Debemos forzar a las instituciones a que den espacio para rememorar un pasado no institucionalizado o crear un tejido comunitario que pueda suplir ese déficit y hacer visible otras voces. Crear referentes compartidos que nos sirvan de referentes identitarios murcianos. No se trata de una disputa para establecer ese tal como sucedió o establecer una narración bajo una etiqueta tan cuestionable como la de memoria colectiva, sino dar voz a memorias intersubjetivas que interpelen a diferentes colectivos. Debemos dejar de lado un horizonte veritativo y buscar una mayor amplitud de voces, crear narraciones a la cual se puedan adherir los murcianos y que conduzcan a una mirada del presente basada en una democracia radical.

Otra estrategia política para luchar por una pluralidad de relatos en el entorno cultural es la del monumento, no como trauma memorístico dirigido a la 'memoria colectiva' sino como símbolo intersubjetivo. De ese modo, los monumentos momentáneos podrían llegar a tener un sentido narrativo para los proyectos políticos de carácter democratizador, hay que disputar los símbolos y encontrar unos nuevos. Todo un trabajo por hacer, mientras tanto, nos quedamos mirando la catedral, de forma impotente, esa vergüenza de José Antonio presente.

El caso de las mujeres obreras en la conserva vegetal

Como excepción en esa narración de cazadores a la que se refería Galeano encontramos un pequeño gesto en Mula. El 8 de marzo de 2018 nos encontramos con un monolito homenaje a la mujer de la conserva. Un recuerdo en el espacio público que es un quasi “no lugar” (Augé 2003), por dónde está situado. Un gesto que contrasta con el proyecto de La Conservera, donde fue vaciado de las tramas sociales que allí sucedieron para quedarse con los hechos destacados de los amos, depurando el contenido y quedándose con el continente. En el ejemplo de la mujeres obreras de las conservas vegetales tenemos narrativas que explican la mirada de lo que allí sucedía, unas narraciones que han sido complejas de acceder debido a las inercias de los artefactos que las sociedades industriales han producido. Josep Martí nos explica cómo esa tripartición de la música entre tradicional, popular y culta que tenemos 'naturalizada' no depende de elementos que son intrínsecos en el sonido, en realidad son una categoría políticas que nosotros proyectamos. Es de ese modo, que para los estudios musicológicos se ocultó en su mirada una práctica sonora que no cuadra con el canon de un artefacto tradicional. En la ocultación de nuestro pasado no solo juegan las tramas políticas regionales, sino también las tradiciones académicas y los relatos nacionales.

En el caso de la tradición musical, el mundo del folklore, no solo en Murcia, ha sido muy reactivo a ciertos análisis antropológicos y etnomusicológicos debido a que éstos suelen incidir en los procesos de invención de la cultura y en las arbitrariedades en las que se basan o son dados a cuestionar la mirada romántica de los folkloristas en el momento de construir objetos sonoros de un modo ahistórico. El papel de folklore actual es de enorme valor, y cuando se explica que una determinada tradición sufrió un proceso de reconstrucción, que hay mucho de ficción en un relato que pretende establecer una continuidad no alterada, muchos lo han tomado como un ataque. Debemos reconocer que nuestros abuelos vivieron la fiesta, pero que nosotros, en cierto modo, representamos la fiesta de nuestros abuelos, y esto, no debe quitar ni un ápice de valor a lo que hoy en día se hace

Con una mirada desde una etnomusicología abierta a lo inesperado, desde el año 2012, fui enhebrando el relato de unas leonas y señalando a los cazadores, en algunas fábricas de conserva vegetal encontramos como las mujeres cantaban colectivamente en heterofonía, hasta en cuatro voces. Cantando temas de transmisión oral e influencias modernas. También trovando textos a partir de melodías prefijadas, utilizando el canto para hacer reivindicaciones laborales y de género. Todo esto hasta finales de los años 50 y principios de los 60.

Este relato rompe con ciertas presunciones de las sociedades industriales, las cuales han tendido a explicar que los productores de músicas son especialistas y desde ese sesgo se ha buscado en eventos, agrupaciones y maestros el relato de nuestro pasado sonoro, obviando, como tantas veces en la historia, ya no a los leones, que son reconocidos como parte de la trama de los cazadores, sino las leonas, invisibilizadas una vez más. Para remediar esto, lo urgente ya no es animar a la investigación, sino encontrar el espacio de divulgar relatos inesperados y sostenerlos políticamente.

La experiencia chilena como ejemplo para Murcia

El Estado, tras criminalizar un sector, intentó sustituirlo con un nuevo ordanamiento urbanístico. A partir del año 2000, surgió esta red vecinal a la cual el Consejo de Monumentos Nacionales pidió elaborar un inventario de aquello que debía ser considerado valioso. Esto les llevó a descubrir su propia historia más allá del patrimonio arquitectónico , dando lugar a espacios que permitían visibilizar un reconocimiento afectivo de los entramados vecinales. Los vecinos del barrio abrieron espacios de participacipación con el fin de cuestionar los discursos académicos que hasta el momento habían conducido la patrimonialización. Lucrecia Conget (2016) nos explica el caso de María Sancifrián, una migrante española llegada al barrio escapando de la Guerra Civil. Tras setenta años viviendo en el barrio falleció en 2012 sin más familia que los vecinos. Hoy en día, sus objetos y fotografías se exponen en el museo comunitario del barrio. Las formas de resistencia son diversas e inimaginables. En el caso del barrio de Yungay, en un momento en que las comunidades eran presionadas, estas pusieron el foco en las comunidades y en la estima social de ellos mismos, creando espacios impredecibles en el cual utilizar la idea de patrimonio como herramienta divergente de abajo hacia arriba. Más allá de la reacción a la presión institucional, las fórmulas aún no exploradas de creación patrimonial generadoras de comunidad, en nuestro caso, podría ser el camino para poder dotar a las memorias de las obreras un espacio para integrar sus recuerdos y sus identidades de un modo digno. Esta fórmula también podría servir al movimiento surgido alrededor del soterramiento del AVE. Debemos atrevernos, ser valientes políticamente y proponer fórmulas que retroalimenten las reivindicaciones obreras del pasado y el presente.

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