Murcie. La primera vez que leí esa palabra fue hace 30 años. Un gran cartel en el metro de París anunciaba una exposición sobre la Murcia islámica en el Institut du monde arabe. Quedé boquiabierto contemplado aquel mural dedicado a mi tierra. Entonces era alcalde Pepe Méndez (PSOE), que tuvo la excelente idea de llevar a l'IMA una muestra del patrimonio de la Murcia musulmana.
Hoy ese patrimonio es mucho mayor y está ampliamente documentado, si bien hacen falta millones de euros para su puesta en valor e investigación. Con lo que tenemos, podríamos organizar otra muestra en l'IMA, se me ocurre, de la mano de nuestros profesores Jorge A. Eiroa y Pilar Garrido con Ibn MardanÄ«š abriendo paso. Si Murcia se tomara tan en serio su legado islámico como Cartagena lo hizo con el romano, competiría con Granada y Córdoba por un turismo de calidad que dejaría más dinero todo el año.
A lo que vamos. He vuelto a ver 'Murcie', la traducción francesa de 'Murcia', en carteles y pantallas públicas. Ha sido en el Aeropuerto Internacional Mohammed V, en un reciente viaje a Marruecos: Casablanca-Murcie, un vuelo de Air Arabia Maroc, para recordar.
“¿Eres de Murcia? Me gusta Murcia, aquí tenemos muy buena relación con Murcia”, me dice un guardia marroquí con una amplia sonrisa y poniéndome la mano sobre el hombro después de revisar mi pasaporte.
Ya en el avión, por los altavoces se anuncia: “La duración estimada del vuelo a Murcia es de una hora y cinco minutos”.
El avión va lleno de niños y niñas, con sus mamás. En la fila 28, casi al final del avión, somos siete: dos mamás, cada una con dos hijos, uno de ellos lactante, y yo.
En la fila delantera, la 27, dos mamás con dos hijos cada una. De varios lugares del avión llegan llantos, risas, sonido de niños, de niñas. Las madres son jóvenes, veinteañeras.
A mi derecha, Imane, de 4 años, está ocupada con un videojuego mientras su madre da de comer a su hermano. A mi izquierda, dos hermanos de 5 y 6 años, inquietos y risueños, no paran de comentar a su madre todo lo que ven dentro y fuera de la cabina.
El avión inicia el despegue, aumenta la excitación entre los más pequeños, que generan un ambiente de alegría contagiosa. Hasta los llantos de bebés suenan bien, no molestan. Justo antes de volar se escucha un balbuceo de alguien que ya ha aprendido una palabra, la dice alta y clara para que la escuchemos todos: “¡Mamáaa...!”
Niños y niñas que han nacido en Murcia, y vuelven a casa después de visitar a la familia en Marruecos. Superada la pandemia, para la mayoría ha sido su primera visita a los abuelos. Niños y niñas que hablan español en todo momento, aunque sus madres lo hagan en árabe. Un español con poco acento murciano todavía, posiblemente porque es aprendido en el colegio, en los videojuegos y en las series de dibujos animados.
Pasa el carrito con comida. Están hambrientos, las mamás les compran bocadillos (a 5'50 eurazos), bebidas y yogures, que devoran en un plisplás.
El sonido de niñas y niños no ha cesado en todo el vuelo. El avión comienza la maniobra de aterrizaje. Imane se acerca a la ventanilla, donde está su madre, y exclama: “¡Mamá, mira, Cartagena!”.
El avión aterriza cómodamente en el aeropuerto de Murcia entre un gran aplauso, gritos de ilusión y alborozo de la chiquillería. El vuelo operado por Aura Airlines para Air Arabia con un Airbus A320 ha sido un placer.
Marruecos, a una hora de Murcia, conectada con Casablanca y Oujda, ofrece un mundo de posibilidades turísticas, económicas y sociales, que confío, España, la Región de Murcia, sepan aprovechar.
Murcia, Murcie, ve crecer a una nueva generación de murcianos y murcianas que ha venido a este mundo a construir una sociedad fuerte y a participar desde la primera fila en ese proceso. Si lo sabemos entender seremos, no solo la Región más joven, diversa y multicolor, sino la más dinámica social y económicamente. Si nos quedamos atascados en el racismo y la ignorancia, no saldremos de pobres.
Una hora me ha bastado para darme cuenta de que a Imane no la para nadie, será lo que quiera ser en la vida. Es lista, curiosa, inquieta, hablará varios idiomas, y tiene unos padres jóvenes que lucharán por darle lo mejor.
Cambio el eslogan y me quedo con el que da título a este artículo: 'Murcia, donde la vida es multicolor'.