A los ayuntamientos las bandas de música les vienen muy bien para llenar los programas de Navidad, Semana Santa y demás festividades. Con ellas llenan tanto los folletos como lo más importante, las calles a las que las bandas dan vida con su música. Los concejales y alcaldes se enorgullecen de estos actos, se felicitan, se hacen fotos y dicen que sin música no se puede vivir, que su trabajo es maravilloso y que todo irá a mejor.
Sin embargo, como siempre, una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo o, dicho de otra manera, invertir en el mantenimiento de las agrupaciones musicales. Hasta ahora, no hay una política clara al respecto y la inversión es mínima. Las bandas de música reciben mucho menos de lo que ellas aportan a la sociedad en su conjunto, sobre todo porque estas asociaciones necesitan dinero para llegar más lejos.
En Lorca, la semana pasada, la banda de música salió a manifestarse. Están cansados de ser utilizados y de que los músicos no estén contratados. En Murcia ocurren cosas similares. La banda de El Palmar, que lleva 20 años ensayando, tiene unas instalaciones vergonzosas. Entre otros lugares, tienen que ensayar en vestuarios, sí, como lo leen, en vestuarios. Allí ensayan percusión, saxofón, clarinete... en tres metros cuadrados, y es allí donde los niños de esa banda y de esa pedanía, que tanto lo necesitan, reciben clases. Pero eso parece no ser rentable políticamente y, como no lo es, no hacen nada al respecto. Por lo tanto, no me queda más remedio que decir que parece que al Ayuntamiento de Murcia solo le importa el tenis, pero no el centro juvenil ni el resto de los jóvenes de la pedanía.
Ante esta situación, la banda de música ha solicitado una reunión con los departamentos de cultura y juventud para estudiar su situación. Sin embargo, parece que las concejalías están ocupadas con el centro de Murcia y no pueden hacer nada al respecto. Está claro que, si sacas a los concejales más allá de la rotonda y el río, seguro se perderán. Y ni hablar de la Junta Municipal de El Palmar, de la que podría escribir varios artículos.
Me entristece la poca importancia que se le da a la música base, la que hacen las orquestas, la que ayuda a construir esa cultura base de la que luego surgen tantas cosas. De los grupos musicales y de las bandas salen grandes músicos, también miembros de bandas importantes. Pero los políticos: alcaldes, concejales, consejeros y el presidente de la comunidad, salen solo como setas cuando alguien triunfa, no cuando trabaja todos los días para llegar a ese triunfo. Se aprovechan de la fama de otros para hacerse una foto, cuando durante años han estado recortando el presupuesto, que es lo que en realidad hace que la cultura llegue a todos. Menos fotos y más apoyo a aquellos que realmente se esfuerzan por lo que les gusta.
A los ayuntamientos las bandas de música les vienen muy bien para llenar los programas de Navidad, Semana Santa y demás festividades. Con ellas llenan tanto los folletos como lo más importante, las calles a las que las bandas dan vida con su música. Los concejales y alcaldes se enorgullecen de estos actos, se felicitan, se hacen fotos y dicen que sin música no se puede vivir, que su trabajo es maravilloso y que todo irá a mejor.
Sin embargo, como siempre, una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo o, dicho de otra manera, invertir en el mantenimiento de las agrupaciones musicales. Hasta ahora, no hay una política clara al respecto y la inversión es mínima. Las bandas de música reciben mucho menos de lo que ellas aportan a la sociedad en su conjunto, sobre todo porque estas asociaciones necesitan dinero para llegar más lejos.