A la vista de la sentencia de “los empresarios de la vergüenza” cualquiera diría que a la justicia murciana no le ha importado nada el sufrimiento de las once niñas explotadas por una red de prostitución de menores al servicio de siete empresarios murcianos. Que no le ha importado el testimonio de una madre que nos cuenta cómo atraparon a su hija en la red, cómo llegó a casa deshecha en llanto y sin querer hablar, cómo no ha podido recuperar su vida desde entonces. Que no le ha importado el hecho de que las niñas hubieran sido captadas por un grupo de proxenetas a la puerta de sus colegios ni que estos sujetos pidieran específicamente menores para satisfacer sus deseos sexuales. Tampoco que las chicas fueran elegidas precisamente por su situación precaria, que una de ellas se estuviera ofreciendo en Milanuncios como cuidadora, que otra pasara “por un momento de dificultades económicas, lo que le hacía más fácil que pudiera ceder”. Ellos tan empresarios, tan de la CROEM, tan con dinero, tan con de todo. Y ellas menores, vulnerables y con dificultades económicas. ¿Es que no es evidente el desequilibrio? Parece que la justicia las mira, pero no las ve, que son insignificantes. Ellos en cambio sí que hacen bulto. No les han faltado ni buenos abogados ni una dilación negligente (o no) del sistema judicial hasta que, pasados diez años, apenas ha quedado margen de maniobra. Y ahora, tras la sentencia, hemos tenido que escuchar al abogado de Juan Castejón Ardid , alias 'El Petrolero' (exvicepresidente de la COEC) decir que a lo mejor no eran vulnerables y lo que querían era un iPhone, como si eso hiciera menos repugnante su delito, como si eso sirviera de coartada para la violación y el estupro.
“No es justicia, es impunidad” es uno de los lemas que hemos coreado estas tres semanas seguidas en que hemos estado saliendo a las calles a manifestarnos para pedir la revisión de unos acuerdos de conformidad gracias a los cuales estos acusados de explotación sexual de menores, a pesar de haber admitido los hechos, no pisarían la cárcel. Y seguiremos saliendo para apoyar a la fiscalía que ha presentado recurso contra este fallo. De lo contrario de nada habrá servido el dolor de las víctimas ni nuestra indignación. Dentro de unos meses todo estará olvidado. Ellos volverán a sus vidas. Circulen que aquí no ha pasado nada. Menos para las víctimas, primero abusadas y después abandonas por un sistema judicial que debería haberlas tenido a ellas en cuenta por encima de toda otra consideración. Sin embargo, son ellos los que se van de rositas. Sale más caro robar un queso. Parece Murcia una reedición de 'Los Miserables' en pleno siglo XXI. Pero cómo se atreven a llamar justicia a esto…
Como hemos visto, la vergüenza, por mucho que las feministas nos esforcemos en que cambie de bando, sigue cayendo del lado de las víctimas. Ellas son las que no pueden salir a la calle, para ellas es para las que queda el trauma, la vergüenza, la angustia y la depresión.
A estas niñas, ahora mujeres, la sociedad las ha dejado en la estacada de muchas formas distintas. La primera en forma de vulnerabilidad económica; la segunda ofreciéndoles un modelo en el que, cuando no tienes nada y eres mujer, aún puedes servir de diversión para los hombres, un modelo que solo se ofrece a las mujeres y en el que todo, incluida su libertad sexual, tiene un precio; la tercera creando la posibilidad de ponerlas en manos de estos degenerados; y la cuarta. esta última, en la que la justicia les da la espalda como si su dolor no importará nada.
¿Qué mensaje manda a nuestra sociedad esta impunidad escandalosa ante un delito execrable como pocos, cometido contra menores? Un descrédito de la justicia que nos avergüenza profundamente a todos y a todas. La desprotección de las menores es tan flagrante que la indignación se nos sale sola. Si perdiéramos la voz nos saldrían subtítulos.
A la vista de la sentencia de “los empresarios de la vergüenza” cualquiera diría que a la justicia murciana no le ha importado nada el sufrimiento de las once niñas explotadas por una red de prostitución de menores al servicio de siete empresarios murcianos. Que no le ha importado el testimonio de una madre que nos cuenta cómo atraparon a su hija en la red, cómo llegó a casa deshecha en llanto y sin querer hablar, cómo no ha podido recuperar su vida desde entonces. Que no le ha importado el hecho de que las niñas hubieran sido captadas por un grupo de proxenetas a la puerta de sus colegios ni que estos sujetos pidieran específicamente menores para satisfacer sus deseos sexuales. Tampoco que las chicas fueran elegidas precisamente por su situación precaria, que una de ellas se estuviera ofreciendo en Milanuncios como cuidadora, que otra pasara “por un momento de dificultades económicas, lo que le hacía más fácil que pudiera ceder”. Ellos tan empresarios, tan de la CROEM, tan con dinero, tan con de todo. Y ellas menores, vulnerables y con dificultades económicas. ¿Es que no es evidente el desequilibrio? Parece que la justicia las mira, pero no las ve, que son insignificantes. Ellos en cambio sí que hacen bulto. No les han faltado ni buenos abogados ni una dilación negligente (o no) del sistema judicial hasta que, pasados diez años, apenas ha quedado margen de maniobra. Y ahora, tras la sentencia, hemos tenido que escuchar al abogado de Juan Castejón Ardid , alias 'El Petrolero' (exvicepresidente de la COEC) decir que a lo mejor no eran vulnerables y lo que querían era un iPhone, como si eso hiciera menos repugnante su delito, como si eso sirviera de coartada para la violación y el estupro.
“No es justicia, es impunidad” es uno de los lemas que hemos coreado estas tres semanas seguidas en que hemos estado saliendo a las calles a manifestarnos para pedir la revisión de unos acuerdos de conformidad gracias a los cuales estos acusados de explotación sexual de menores, a pesar de haber admitido los hechos, no pisarían la cárcel. Y seguiremos saliendo para apoyar a la fiscalía que ha presentado recurso contra este fallo. De lo contrario de nada habrá servido el dolor de las víctimas ni nuestra indignación. Dentro de unos meses todo estará olvidado. Ellos volverán a sus vidas. Circulen que aquí no ha pasado nada. Menos para las víctimas, primero abusadas y después abandonas por un sistema judicial que debería haberlas tenido a ellas en cuenta por encima de toda otra consideración. Sin embargo, son ellos los que se van de rositas. Sale más caro robar un queso. Parece Murcia una reedición de 'Los Miserables' en pleno siglo XXI. Pero cómo se atreven a llamar justicia a esto…