Llevo desde que el colegiado decretase el final del partido en el “Manolo Candocia” de Somozas, pensando que el encuentro de este sábado en NC es todavía más trascendental. Es posible que alcanzar la primera plaza del grupo se haya convertido en una quimera. Podría comprender a quien piense que la importancia del largamente esperado Real Murcia-Real Oviedo ha decrecido mucho tras los resultados de estas últimas semanas.
Sin embargo, y precisamente por lo complicado de dar caza a los asturianos, aún resulta más crucial calibrar la valía de nuestras armas. Tener que hacer frente a tres eliminatorias de ascenso a doble partido es un reto mayúsculo. Seis encuentros. Un mínimo de 540 minutos en los que pequeños errores entierran las ilusiones de una temporada completa. De ahí que entienda que es más trascendental que nunca medir las posibilidades de este Real Murcia.
La visita del Oviedo es lo que seguro muchos periodistas no dudarán en calificar de verdadera “piedra de toque”. Llegado a esta conclusión, y empujado por mi curiosidad por las expresiones de nuestra preciosa lengua castellana – especialmente cuando se emplean en el argot futbolístico- en lugar de pensar en Linares o en Héctor Font, me viene un impulso irrefrenable por averiguar qué es en realidad una “piedra de toque”. Por preguntarme hasta qué punto comparar al Oviedo con una roca tiene sentido.
Entonces me sorprendo descubriendo que en orfebrería el “toque” no tiene evidentemente nada que ver con golpear un balón. Se trata de un ensayo que sirve para conocer la pureza del oro de una pieza. La piedra de toque, de color oscuro, tiene la condición de no ser atacada por los ácidos. Cuando se frota una pieza en ella queda una huella, y vertiendo una gota de ácido en dicha huella se puede determinar la pureza del oro con que se ha forjado.
Asombrado, como tantas veces, con la belleza y precisión con que algunas expresiones cotidianas capturan perfectamente cada matiz de lo que queremos transmitir, no me queda más remedio que responderme que sí. Que el Real Oviedo es una piedra. Una verdadera piedra de toque.
El club asturiano, que el pasado 26 de marzo cumplió 89 años de historia, ha jugado la friolera de 38 temporadas en Primera División. Por deformación profesional, no puedo evitar buscar la comparativa que ayude a los más jóvenes a entender datos como éste: el Villarreal está jugando actualmente su 15ª temporada en la máxima categoría. Con suerte –mucha- para 2028 podría mirar al Oviedo a los ojos sin pestañear
Ese dato de la historia del club asturiano puede dar idea del peso del escudo que lucirán en su pecho los jugadores que decida alinear este sábado el bonaerense Sergio Egea. Sin embargo no es el valor de ese escudo, por grande que sea, lo que convierte al Real Oviedo en una auténtica piedra de toque para nuestro Murcia.
La calidad de los jugadores que componen la plantilla de los carbayones es excepcional. No es que tengan un equipo competitivo para Segunda B. Es que me atrevería decir que los Héctor Font, Generelo, Susaeta o Linares, entre otros, serían capaces de dar guerra al más pintado en la Categoría de Plata. Mucho tendría que equivocarme si sólo hacen falta unos meses para comprobarlo…
Por todo esto, ganar el sábado puede resultar inútil de cara a alcanzar el liderato de este maravilloso Grupo I con el que alguno creyó castigarnos. No obstante, sí serviría para conocer la pureza del metal con el que está forjado este Real Murcia. A finales de agosto más de uno veía en nuestro equipo un pedazo de carbón oscuro, del que no se podía sacar nada valioso.
Tras la primera derrota en casa frente al Celta B, me apresuré a decir a mis compañeros de grada que veía claro que nos metíamos en Play-Off. Más de uno me tacho de iluso, o de optimista compulsivo. Faltan pocas semanas para que el tiempo haga buena aquella intuición. Sin embargo, imaginar un ascenso me resulta, aún ahora, mucho más complejo, por más que la llegada del “guaje” Álvarez y el momento de forma del “maestro” Flores me empujen en ocasiones a soñar.
Lo que es indudable a estas alturas es que aquel “trozo de carbón” ha ido cobrando un sorprendente brillo dorado al pulirlo. Pero, ¿qué pasará cuando este sábado se frote con la piedra de toque ovetense? ¿Resistirá el inexorable ataque de la gota de ácido?
Hacerlo lo convertiría en oro puro. ¿Cómo no creer, en ese caso, que pudiese “comprarnos” el soñado ascenso?