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La raya como sistema social

Sé que puede sonar como un título raro, pero tengo una sensación que nuestra sociedad global se reduce a una raya, marcamos una raya en suelo que nos divide: los que están a mi lado de la raya siempre son los buenos y hagan lo que hagan está bien y siempre está justificado, aunque cometan atrocidades; los que están al otro lado de la raya son la mala gente, la perversa, aunque defiendan los Derechos Humanos Si la violencia viene de mi lado siempre estará justificada; en cambio, si viene del otro lado, no tiene perdón, se remarca y se expone mediáticamente hasta la saciedad. Los de mi lado de la raya nunca mienten, aunque mientan y digan disparates que constituyan un atentado contra la inteligencia; los del otro lado de la raya mienten como bellacos y manipulan aunque digan verdades como puños. Los de mi lado de la raya no son corruptos, aunque las evidencias sean claras y yo también sea un corrupto, los del otro lado de la raya siempre son corruptos, aunque sea gente honesta y honrada.

Esta raya se traduce en muros, separaciones, fronteras, barreras, fragmentaciones y trincheras. En definitiva, en bandos. Esta sociedad te exige que estés en un bando, bien por opción personal o porque te han situado ahí. Los pobres nunca pueden elegir, siempre están en el bando de los perdedores, de los oprimidos y los explotados. Esta situación la hemos vivido en referencia a Cataluña, si no defiendes a los independistas te pueden considerar tibio o incluso fascista, si no defiendes a los que se denominan españolistas, te consideran antipatriótico. Ya sabemos la técnica y la estrategia de “o conmigo o contra mí”. La raya sigue funcionando.

Se han levantado muchos muros, muchas separaciones, muchas fronteras y barreras, ¿es que acaso las desigualdades sociales no son un “muro social”? España, como otros tantos países, está separada: los enriquecidos por una parte, y esa inmensa mayoría de empobrecidos y trabajadores precarios, familias desahuciadas, personas que no tienen prestaciones sociales o se les ha cercenado sus derechos sociales y laborales. España está rota no por las autonomías, sino por la pobreza y las desigualdades sociales.

Existen fronteras, donde despreciamos y criminalizamos a los refugiados e inmigrantes, esas personas que huyen de la guerra, de la violencia y el hambre. Por cierto, España ha incumplido el compromiso de acoger a unos 17.000 refugiados, no ha llegado ni siquiera a 2.000 personas refugiadas. En este sentido, si no recuerdo mal, Karl Marx dijo que “los nacionalismos era un invento de la burguesía para dividir a la clase trabajadora”. Hasta la clase trabajadora está fragmentada: Los trabajadores de aquí de los trabajadores que vienen de otros países; los trabajadores con contrato fijo de los trabajadores con contrato eventual; los trabajadores que llevan años en una empresa de los trabajadores nuevos y que tienen unas condiciones peores; los trabajadores cualificados de los trabajadores no cualificados; los trabajadores de las trabajadoras.

No me gustan los muros, ni los materiales ni los sociales. Ni las separaciones, las fronteras, las barreras, las fragmentaciones o las trincheras, siempre me ha gustado ser ciudadano del mundo. No me han gustado los bandos que quieren que veamos a los demás como enemigos, me gustan las sendas y los caminos, esas sendas y esos caminos de justicia, de paz, de reconciliación, de libertad, de igualdad, de compartir, de ternura, de fraternidad, de bondad, de fidelidad.

Quieren que tengamos una bandera, un trozo de territorio, una identidad, un ejército que defiende los intereses de las clases adineradas y de las multinacionales, que existan clases sociales divididas en función de las riquezas, el poder y la violencia, pero, yo prefiero la tierra abierta y acogedora, el respeto a los pueblos y a sus recursos, la defensa de la interculturalidad y la diversidad, la sinergia y la convergencia en la dignidad humana y en el bien común, que nadie sea excluida o machacada, que nadie quede atrás o en la cuneta de la sociedad.

En el mundo que sueño no hay banderas, no hay dueños, no hay poderosos, no hay violencia, no hay miedo ni manipulación ni engaño, no hay amenazas, no hay chantajes ni coacciones, no hay rencor, odio o venganza. En el mundo que sueño hay personas que viven y dejan vivir, que tienen sus tradiciones y su cultura, que pueden vivir y morir en el lugar donde les vieron nacer. Sueño un mundo donde cuidemos el planeta y la palabra crecimiento no se utilice en términos de beneficio y rentabilidad, sino en término de crecimiento social, de derechos, de valores, de coherencia, de fidelidad y de ética.

¿Borramos la raya?, ¿transformamos los muros en puentes?, ¿abandonamos las trincheras, los bandos y las separaciones y salimos a los caminos y las sendas?, ¿convertimos las fronteras en espacios de encuentro, compresión, diálogo y solidaridad?

Sé que puede sonar como un título raro, pero tengo una sensación que nuestra sociedad global se reduce a una raya, marcamos una raya en suelo que nos divide: los que están a mi lado de la raya siempre son los buenos y hagan lo que hagan está bien y siempre está justificado, aunque cometan atrocidades; los que están al otro lado de la raya son la mala gente, la perversa, aunque defiendan los Derechos Humanos Si la violencia viene de mi lado siempre estará justificada; en cambio, si viene del otro lado, no tiene perdón, se remarca y se expone mediáticamente hasta la saciedad. Los de mi lado de la raya nunca mienten, aunque mientan y digan disparates que constituyan un atentado contra la inteligencia; los del otro lado de la raya mienten como bellacos y manipulan aunque digan verdades como puños. Los de mi lado de la raya no son corruptos, aunque las evidencias sean claras y yo también sea un corrupto, los del otro lado de la raya siempre son corruptos, aunque sea gente honesta y honrada.

Esta raya se traduce en muros, separaciones, fronteras, barreras, fragmentaciones y trincheras. En definitiva, en bandos. Esta sociedad te exige que estés en un bando, bien por opción personal o porque te han situado ahí. Los pobres nunca pueden elegir, siempre están en el bando de los perdedores, de los oprimidos y los explotados. Esta situación la hemos vivido en referencia a Cataluña, si no defiendes a los independistas te pueden considerar tibio o incluso fascista, si no defiendes a los que se denominan españolistas, te consideran antipatriótico. Ya sabemos la técnica y la estrategia de “o conmigo o contra mí”. La raya sigue funcionando.