Región de Murcia Opinión y blogs

Sobre este blog

Versalles y las criadas

8 de marzo de 2024 09:38 h

0

Hace menos de ochenta horas que Francia se ha convertido en el primer país del mundo en blindar el derecho al aborto y una vez más la historia debe darles las gracias. Cuando las libertades están en juego no hay nada como una ración doble de derechos humanos. Llevan más de trescientos años con ello, se les da y nunca mejor dicho, francamente bien. Desde su lógica cartesiana han dicho que si peligra la libertad de la mujer también está en riesgo la del mundo.

El autoritarismo empieza por controlar nuestros úteros, dijo hace casi medio siglo la periodista y escritora Gloria Steinem y ahora ve desde su apartamento en Manhattan repleto de libros y talento como a la Estatua de la Libertad le pueden arrebatar la antorcha los antiabortistas, los los terraplanistas, los antivacunas, los capuccinos del KKK y las vírgenes de Missouri conservadoras de la esencia, reaccionarios devotos del loco del tupé con laca que romperá las costuras de América si el mundo no lo impide, cuando pretenda hacerla grande otra vez.

La ultraderecha tiene mismo ideario y diferentes raíces según su nacionalidad. Las diferencias entre antiabortistas de Irlanda, Baviera, Medjugorje o Villaculillos de Abajo son irrelevantes, pero todas tienen en común la fe cavernaria y oscura en el desprecio a la mujer. La ultraderecha y la derecha son primas y a veces, como en Murcia, queridísimas hermanas. En Francia, a Le Pen no se le ha despeinado una de sus walkirias mechas para apoyar la protección al aborto en la Constitución, pero allí los nazis son paganos aunque no menos villanos y la iglesia está neutralizada como Dios manda desde que Robespierre dejó de esnifar rapé. En España los curas siguen siendo en lo básico muy parecidos a los que vio Merimée, quien supo que las cigarreras de Sevilla abortaban. Nuestros patrios confesores tienen en el siglo de la inteligencia artificial privilegios materiales, un bonito Concordato del siglo pasado, algunos rezan para que Francisco se muera, otros más templados siguen invocando a la lluvia en procesión. Y que decir de esta región donde el obispo, en pleno éxtasis de caridad cristiana se saltó los protocolos de la vacuna vestido de capellán en la pandemia.

En Murcia no se aborta porque Dios no quiere. En la Sanidad Pública durante años y lo que todavía colea las mujeres se han derivado a otras comunidades. Sólo contadas indemnizaciones, una de ellas dictada por el Tribunal Constitucional pagada con dinero público. La consejería de Sanidad dice que la ley se cumple, pero los tribunales la condenan.  Debe tener mucho morbo, a lo que se ve, saltarse las leyes contra la mujer.  Hay médicos insumisos a los que nadie tose, carteles pro vida en hospitales públicos, en las farmacias, en centros de salud. Algunas plantas de ginecología son un canto a la maternidad, que verdaderamente es una maravilla vital y una belleza, pero esta especialidad, recuerden, también trata patologías de la mujer. Nada de todo esto es inocente. Entre celestiales batas blancas y humildes analgésicos asoma, oh sorpresa, el profético 'Cuento de la criada'.

Lo de Versalles viene oportuno al caso porque hoy es 8 de marzo y me viene a la cabeza que hace justo dos años las feministas pedían en las calles de Madrid el blindaje del aborto y ayer la ministra de Sanidad dijo lo mismo con igual fervor que sonríe a la sanidad privada. Hay amnesias súbitas cuando una ministra coge la cartera y políticas valientes como las que ha hecho otra muy joven y objeto, que no víctima, de una cacería en su paso por el ministerio de Igualdad. Su sustituta de perfil neutro a lo Marta del cuento de Atwood se encargará, sin quererlo, de darle más brillo en la historia.

Todo esto era para recordar que en este día, durante todo el mes de marzo, la agenda institucional vendrá rellena de premios (felicidades) palmoteos sentidos pro feministas (gracias) y otros saraos. El resto del año negarán la violencia machista, recortarán partidas de igualdad como si no hubiera un mañana, impondrán el único modelo familia, que es la suya, querrán que nos fecunde una paloma y nosotras querremos ser francesas.

 

Hace menos de ochenta horas que Francia se ha convertido en el primer país del mundo en blindar el derecho al aborto y una vez más la historia debe darles las gracias. Cuando las libertades están en juego no hay nada como una ración doble de derechos humanos. Llevan más de trescientos años con ello, se les da y nunca mejor dicho, francamente bien. Desde su lógica cartesiana han dicho que si peligra la libertad de la mujer también está en riesgo la del mundo.

El autoritarismo empieza por controlar nuestros úteros, dijo hace casi medio siglo la periodista y escritora Gloria Steinem y ahora ve desde su apartamento en Manhattan repleto de libros y talento como a la Estatua de la Libertad le pueden arrebatar la antorcha los antiabortistas, los los terraplanistas, los antivacunas, los capuccinos del KKK y las vírgenes de Missouri conservadoras de la esencia, reaccionarios devotos del loco del tupé con laca que romperá las costuras de América si el mundo no lo impide, cuando pretenda hacerla grande otra vez.