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La biblioteca Al-Qarawiyyin de Fez desvelará sus tesoros tras siete siglos de secretismo

Entrada de la biblioteca en la plaza es-Seffarin de Fez

José Miguel Vilar-Bou

Marruecos —

Paseando por Fez, pocos adivinarían a simple vista que, tras una puerta de madera en la plaza es-Seffarin, se oculta una de las bibliotecas más extraordinarias que ha producido la civilización musulmana: En torno a 30.000 volúmenes -de los cuales 4.000 son manuscritos u obras raras- que abarcan desde el siglo IX hasta el XX. Semejante tesoro sitúa al-Qarawiyyin entre las grandes bibliotecas históricas del Islam, junto a las de Córdoba y Bagdad, ya desaparecidas. El casi sagrado hermetismo que tradicionalmente ha envuelto la institución se mitigará pronto, con la finalización de las obras de restauración, que la abrirán al mundo… y también al turismo.

“Es complejo entrar en la biblioteca, incluso para los investigadores”, explica Javier Albarrán, historiador que tuvo la oportunidad de trabajar durante meses en al-Qarawiyyin.

De hecho, en la actualidad sólo es posible entrar con un permiso del Ministerio de Asuntos Islámicos. Quien trate de franquear el umbral de otro modo se encontrará con un insobornable guardia de seguridad que le vedará el paso.

Este hermetismo es legendario incluso entre los habitantes de Fez: Antiguamente, cuatro cerrojos protegían la puerta de acero que conectaba la biblioteca con la inmediata mezquita de al-Qarawiyyin, el corazón espiritual de la ciudad. Cada llave estaba en posesión de una persona distinta. Para abrir la puerta, se requería la presencia simultánea de las cuatro.

Sólo en los años cuarenta del pasado siglo, durante el protectorado francés, la biblioteca se abrió a los no musulmanes.

Custodia de la memoria de Al-Ándalus

La biblioteca al-Qarawiyyin está profundamente vinculada a la memoria de España: “Por la conexión de Fez con Al-Ándalus, contiene manuscritos andalusíes de gran importancia”, explica la catedrática de Estudios Islámicos y académica de la Real Academia de la Historia, María Jesús Viguera.

Dichos manuscritos, muchos de ellos aún no catalogados, llegaron a Fez con los refugiados andalusíes que progresivamenente abandonaban la península.

Son textos fundamentales para reconstruir la historia del Al-Ándalus de los Omeya (siglos VIII a XI).

Entre ellos destaca sin duda un fragmento del “Muqtabis” de Ibn Hayyan (Córdoba, 987-1075), que se creyó perdido hasta los años 70 del pasado siglo.

Con el fin de estudiar este texto, la doctora Mayte Penelas, de la Escuela de Estudios Árabes del CSIC, tuvo desde 2003 la oportunidad de visitar, junto a Luis Molina, al-Qarawiyyin: “La primera vez, bajé con el conservador al sótano, abrió una de las muchas cajas que había allí almacenadas y sacó del interior el fragmento del ”Muqtabis“. El manuscrito estaba sin catalogar, pero él lo tenía perfectamente localizado”.

¿La biblioteca más antigua del mundo?

Aunque los fecíes presumen de poseer “la biblioteca más antigua del mundo”, lo que conocemos a ciencia cierta es que la mezquita al-Qarawiyyin, centro religioso que se alza en lo más profundo de la laberíntica medina de Fez, fue construida en el siglo IX.

A su sombra nació la universidad al-Qarawiyyin. Ignoramos el momento preciso en la mezquita se hizo también universidad, pero sí sabemos que estamos ante la más antigua del mundo, así reconocida por la UNESCO.

La biblioteca como tal se sumaría al conjunto en el siglo XIV, con la dinastía meriní (siglos XIII a XV).

Los meriníes, de origen bereber, convirtieron Fez en capital de su imperio. Le procuraron a la ciudad sus mayores días de esplendor llenándola de hermosas madrasas y dotando a la universidad al-Qarawiyyin de un prestigio sin precedentes que atrajo a sabios de todo el Islam.

En este ambiente de florecimiento cultural nació la biblioteca.

Su gran impulsor fue el sultán Abu Inan, amante de las letras y del saber. Según se dice, ordenó crearla al día siguiente de su llegada al poder.

En la inscripción fundacional queda establecido en piedra su funcionamiento: “[Abu Inan] ha ordenado la fundación de esta dichosa biblioteca que reúne las nobles ciencias (…), siendo el objetivo contribuir al progreso científico, la difusión del saber y el acceso a la lectura (…). Queda prohibido el préstamo al exterior de la terraza del depósito. [Abu Inan] ordenó que los manuscritos fueran bien conservados”.

Los fondos de la biblioteca se enriquecieron con los libros que, desde su fundación en el siglo IX, la mezquita venía custodiando, tal como era uso en la cultura musulmana.

“Este hecho hace que a menudo los fecíes se refieran a su biblioteca como la más antigua del mundo, pero lo cierto es que al-Qarawiyyin no ejerció propiamente como tal hasta el siglo XIV”, explica el historiador Javier Albarrán.

Al-Qarawiyyin se nutrió también de trece cargamentos de coranes y manuscritos árabes, botín de la reconquista cristiana en España, que el rey Sancho de Castilla entregó al sultán Ya’qub.

Algunos de los libros que custodian los muros de al-Qarawiyyin parecen tocados por la leyenda: Según el profesor de Historia de la universidad de Vanderbilt, David Wasserstein, allí se conserva el único volumen superviviente de la biblioteca de Córdoba (siglos IX a XII), que contenía 400.000 títulos y atraía a la capital Omeya a sabios de toda Europa. Todos se dispersaron con el tiempo. Todos menos este texto de derecho religioso identificado en 1934.

Otro tesoro es un Corán del siglo IX escrito en caracteres cúficos (la caligrafía árabe más antigua) sobre piel de camello.

Era de esplendor cultural

Quien recorre la medina de Fez contempla una ciudad no muy distinta de la que debió de ser en tiempos de esplendor de la civilización islámica. Cada barrio sigue siendo hogar de los artesanos de un determinado oficio, tal como sucedía en lejanos siglos.

De hecho, en la minúscula plaza es-Seffarin que da acceso a la biblioteca, se oye a perpetuidad el golpear de los caldereros sobre las ollas y teteras de cobre rojo a las que dan forma con minuciosidad y precisión.

El sinuoso laberinto de calles y zocos que rodea el conjunto mezquita-universidad-biblioteca apenas permite atisbar la inmensidad, arquitectónica y espiritual, del lugar.

Al-Qarawiyyin nació en un momento en que las grandes bibliotecas de la antigüedad habían ya desaparecido. La Casa de la Sabiduría de Bagdad había sido destruida por los mongoles. La biblioteca de Córdoba se dispersó con la decadencia de los Omeya.

La civilización musulmana conservaba aún, sin embargo, aliento y lucidez para preceder y propiciar el Renacimiento europeo del siglo XV.

“En la universidad al-Qarawiyyin se estudiaban las mismas materias que en cualquier universidad europea de la época”, explica Javier Albarrán: “matemáticas, lógica, retórica, poesía, astrología, medicina… también derecho islámico, sufismo, exégesis coránica…”

La enseñanza en al-Qarawiyyin, donde llegó a haber 140 cátedras, era muy personalista. Los alumnos, llegados de todos los rincones del Magreb y de otros países, elegían sus estudios no tanto por la materia como por el profesor. Al finalizar el aprendizaje, si el maestro se sentía satisfecho con el discípulo, le otorgaba la licencia que le permitiría al joven regresar a su tierra y enseñar lo que había aprendido.

“Así se transmitía el saber, hasta remontarse a las fuentes originales”, explica Albarrán. “En el mundo islámico la enseñanza era primordialmente oral”.

Con la actual restauración, Al-Qarawiyyin se propone incorporarse al siglo XXI, abrirse al mundo. Para ello, se ha creado un laboratorio donde se tratarán y digitalizarán manuscritos, y un sistema de drenaje que eliminará una humedad de siglos, nocivísima para los códices.

Las entrañas de la biblioteca han sido siempre un misterio incluso para los fecíes. Hasta su cierra por obras, el interior era sólo accesible a los estudiantes de la universidad y a unos pocos investigadores. Pronto, esto cambiará.

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