Varias zonas de España viven de la floricultura y están pasando por un momento difícil. Tras la declaración del estado de alarma, muchas personas que se dedican al cultivo y la comercialización de flor cortada se están viendo obligadas a tirar toda su producción porque los pedidos se han cancelado. La crisis del coronavirus coincide con el periodo de trabajo e ingresos más importante para este sector. En la comarca murciada del Noroeste, marzo y abril suele suponer entre el 30 y el 40% de la facturación del año entero, según explica Juan Maravillas Ortega Fernández, gerente de la cooperativa Canaraflor, una de las más destacadas del sector a nivel regional y nacional. En estos meses se recogía el trabajo destinado a Semana Santa, San José y el Día de la Madre. La planificación y la inversión realizada para estas fechas no se van a recoger y el impacto económico es inasumible para la mayoría de familias que viven del sector.
Además, algunas empresas, como Canaraflor, tienen clientes en varios países extranjeros, pero todos los pedidos están paralizados. A esto hay que sumar que cualquier tipo de evento en el que se precisara flor cortada está cancelado.
“A día de hoy, en la comarca del Noroeste, los pedidos de flor cortada son cero. No hay ninguno”, afirma Juan Maravillas Ortega. “Calculo que solo en la Región de Murcia se están perdiendo unos 70.000 euros y unos 500.000 tallos (flores) diarios”. Otras empresas murcianas, como Barberet & Blanc, dedicada a la producción y distribución de esquejes florales a nivel europeo y nacional, también están prácticamente paralizadas.
Antonio Moreno Soriano, secretario de Agricultura y Agua de UPA en la Región de Murcia, asegura que más del 70% de los pedidos de flor cortada en la comunidad murciana están cancelados y el 100% de la producción del sector está paralizado. “Esta situación no la habíamos vivido jamás. No hay mercado. Hemos podido tener episodios de poca venta, pero lo de ahora no lo habíamos visto antes”. En estos momentos, todo negocio relacionado con las flores está sin ingresos. Desde el punto de partida, como son los pequeños floricultores, pasando por los trasportistas, hasta las floriestiras.
El factor humano es el más importante en esta crisis. Solo en la zona del Noroeste hay más de cien familias dedicadas a la producción de flor en invernadero y unas 600 personas trabajan en torno al sector. Muchos pequeños autónomos se han visto obligados a despedir a sus trabajadores y ven peligrar casi la mitad de sus ingresos anuales.
A todo esto es necesario añadir que tirar las flores también supone un gasto. No es como cerrar un local y apagar el automático. Es necesario emplear mano de obra y tiempo en cortar los tallos y tirarlos. Hay que seguir abonando la tierra y cuidarla para que no sufra daños de cara a nuevas plantaciones. Es decir, tirar la producción les cuesta a estos pequeños autónomos lo mismo que si fueran a venderla. Están teniendo costes sin esperar beneficios, lo que supone una carga psicológica fuerte.
Según explica Juan Maravillas Ortega, en el mejor de los casos se volvería a la normalidad en dos meses. El problema es que ya se entraría en una época del año en la que los ingresos supondrían el 20% de lo que serían en este momento y hasta octubre no se recuperaría el nivel de venta de marzo y abril.
Antonio Moreno asegura que o el sector de la flor cortada entra en algún paquete de ayudas económicas del Gobierno o llegará a la quiebra total, con todas sus consecuencias para la sociedad y la economía murcianas. “La mayoría de floricultores murcianos no podrá superar esta situación”.
Según Moreno, UPA ya está en contacto con la Comunidad Autónoma y con el Ministerio de Agricultura para negociar entrar en alguno de los paquetes que ha anunciado Pedro Sánchez.
Uno de los problemas más graves que se deriva de esta crisis, es que este sector fija población en una zona muy deprimida. La flor cortada es un negocio que mantiene vivas muchas zonas rurales que con esta crisis pueden sufrir en mayor grado (si cabe) la despoblación. Si la fuente de ingresos más importante para pueblos enteros se acaba, la gente tendrá que salir a otros lugares en busca de trabajo.
Por el momento, las familias dedicadas a la producción de flores en invernaderos piden y esperan algún tipo de ayuda del Gobierno y salvar sus negocios. El sector pide que la crisis del coronavirus no vacíe más sus pueblos y castigue más al sector primario.
El coronavirus es pandemia y se hace notar en todos los rincones del mundo. España es a día de hoy uno de los países más afectados y su economía una de las más castigadas. Desde que se declaró el estado de alarma en nuestro país, muchos han sido los sectores afectados, muchas las empresas que han optado por despedir a trabajadores e incontables los que se han visto de la noche a la mañana con una mano atrás y otra delante.
Siempre cuesta hacerlo, pero es el momento de mirar y analizar cómo está afectado este giro económico a la España rural, a la España vaciada. Una vez más, el foco mediático está puesto en las grandes ciudades y sus habitantes y se está olvidando las consecuencias que puede tener el COVID-19 en los territorios más despoblados y si puede acelerar la despoblación.