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Cambiar el corazón y el alma con la Economía Social

“La economía es el método, pero el objetivo es cambiar el corazón y el alma”, aseguraba Margaret Thatcher cuando explicaba las transformaciones neoliberales que Reino Unido acometió bajo su mandato. La Primera Ministra sabía que su acción política no trataba únicamente de privatizar empresas públicas o precarizar el empleo, sino que tenía como fin cambiar el pensamiento y los lazos comunitarios. Era una batalla cultural. 

De las inteligentes palabras de Thatcher podemos deducir la importancia que posee la economía en su dimensión socio-política. La economía cambia nuestros marcos mentales, el modo como organizamos nuestra vida colectiva y nuestras relaciones con los otros. 

Por ello, si queremos crear un modelo de sociedad más inclusivo, humanista y sostenible debemos pensar otras formas de actuar en la economía. Ya no basta con ser exitosos únicamente en lo financiero, hay que equilibrar propósito y beneficio. Necesitamos un modelo productivo orientado al Bien Común.

Y es aquí donde las organizaciones de la Economía Social (ES) y la Economía Social y Solidaria (ESS) surgen como alternativas al desorden y al “sálvese quien pueda”. Estas empresas apuestan por un modelo basado en la sostenibilidad social y medioambiental, a través de una gestión interna democrática.

Las empresas de la Economía Social promueven un crecimiento económico innovador e inteligente. Además, ante un inminente enfriamiento de la economía europea, estas empresas tienen mayor capacidad de adaptación y supervivencia. Son menos vulnerables y más resilientes en los momentos de dificultad. Tienen arraigo en el territorio y no deslocalizan sus procesos.

Las empresas de la Economía Social son transformadoras porque tienen un pie en lo existente y otro pie en la posibilidad de transformar lo existente. La Economía Social se mancha de realidad todos los días, pero nunca olvida su propósito y sus valores. Por eso, esto no va de simpáticas utopías, para levantar la persiana cada mañana la empresa tiene que ser viable, competitiva y estar bien gestionada.

En Navarra, las diferentes familias de la Economía Social nos agrupamos en torno a la Confederación Empresarial de Economía Social (CEPES). Las buenas cifras demuestran que Navarra tiene la oportunidad de liderar este cambio imparable: en el pasado ejercicio, uno de cada cuatro empleos que se generó en la Comunidad Foral se produjo en una empresa de Economía Social, y una de cada siete empresas creadas eligieron este modelo económico enfocado al Bien Común.

La fortaleza de la Economía Social es una gran noticia para Navarra. Estas empresas están acelerando el cambio cultural. Va tomando forma una narrativa de compromiso ético para construir relaciones de producción, consumo y financiación basadas en la justicia, la ecología y la cooperación. Esta forma de ver la economía está calando poco a poco en la sociedad navarra como si de sirimiri se tratase.

En definitiva, es importante aprender del adversario para reescribir las reglas del juego. Dar la batalla cultural para luchar contra la disgregación y reconectar la economía con las otras esferas de la vida, darle la vuelta a esas palabras de la “Dama de Hierro” y utilizar la Economía Social para cambiar el corazón y el alma de nuestra vida cotidiana.

“La economía es el método, pero el objetivo es cambiar el corazón y el alma”, aseguraba Margaret Thatcher cuando explicaba las transformaciones neoliberales que Reino Unido acometió bajo su mandato. La Primera Ministra sabía que su acción política no trataba únicamente de privatizar empresas públicas o precarizar el empleo, sino que tenía como fin cambiar el pensamiento y los lazos comunitarios. Era una batalla cultural. 

De las inteligentes palabras de Thatcher podemos deducir la importancia que posee la economía en su dimensión socio-política. La economía cambia nuestros marcos mentales, el modo como organizamos nuestra vida colectiva y nuestras relaciones con los otros.