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¿Cómo nos deja la crisis?

Llevamos siete años de crisis, y durante todo este cruel periplo hemos escuchado cientos de veces la promesa de que salíamos de ella. Ahora los mensajes arrecian, y pese a que la mayor parte de los datos nos llevan a pensar que aún queda crisis para rato, vamos a hacer un ejercicio de ingenuidad y suponer que ahora sí, vale. Ahora empieza a hacerse la luz. “España crecerá más del 2% durante este 2015”, dicen. “España es el país europeo que más está creciendo”. Resuenan estas arengas y queremos hacer un acto de fe. Nos olvidamos de que es año electoral, de que toca presentar una visión dulcificada de la realidad.

Lo conseguimos: somos capaces de aceptar que salimos de la crisis, que los cerdos vuelan y que Rato no tenía tanto que ver con el PP. Por tanto, hagamos balance de la situación tras el trauma, y pongámonos a exigir que estas cacareadas mejoras reviertan en un desahogo de las condiciones individuales, familiares, sociales, económicas o laborales de una sociedad apaleada por tantos años de penuria.

Encontramos un primer dato interesante en el informe sobre la pobreza en Navarra, realizado por la Cátedra de Investigación para la Igualdad y la Integración Social (CIPARAIIS): 30.000 personas están en situación de pobreza severa. Pobreza severa es cuando se dispone de menos de 5.361 euros anuales, aunque algunos hogares sobreviven sin poder declarar ningún ingreso. La EPA de diciembre de 2014 decía que, de las 47.786 personas que se encontraban en paro en Navarra, un 60% llevaban más de un año sin trabajar.

Una curiosidad: este alto número de hogares en pobreza extrema no solo proviene de la falta de trabajo. En 2012, el 37% de ellos contaba con personas que trabajan. O sea, que la crisis no solo ha destruido muchos puestos de trabajo, sino que ha conseguido que trabajar no sirva para salir de la pobreza. Hoy lo normal es tener un empleo precario, mal pagado, temporal y a jornada parcial.

Ante esta situación, lo lógico sería cuidar el sector público, que es quien garantiza los mínimos de subsistencia a quienes pasan más dificultades. Pero la crisis también ha dejado unos servicios públicos apaleados. En 2011, el gasto social sufrió un primer recorte de casi 50 millones de euros. Desde entonces, la poda de recursos se ha mantenido constante. La adminstración cuenta con pocos recursos para atender a una cada vez más numerosa población empobrecida. Navarra, otrora en cabeza de los rankings de desarrollo y gestión de los servicios sociales, se ha convertido en la cuarta comunidad que más ha reducido su gasto en esta área.

No es de extrañar que se hable de una polarización de las clases sociales. Porque toda esta tendencia de la crisis no ha afectado a todo el mundo por igual. El citado informe de la CIPARAIIS confirma este crecimiento de la diferencia entre ricos y pobres, pero no la circunscribe solo a la época de la crisis. De hecho, afirma que antes de la crisis esta brecha social ya estaba en aumento, se aceleró durante los años de crisis y nada lleva a pensar que vaya a invertir su tendencia cuando esta sea historia. Lo que viene a decir este informe es que la tendencia a la acumulación de capitales en pocas manos es consustancial al sistema económico mismo, y que o somos capaces de elaborar recursos para frenar esta tendencia, o la situación se volverá insostenible.

Por tanto, ahora que salimos de la crisis, nos vemos en la necesidad de reclamar la necesidad de unos servicios públicos de calidad para garantizar el bienestar mínimo de todas las personas. Además, y mientras no remonte la calidad en el empleo, reclamamos unas políticas de protección económica básica para todas las personas. Sea una renta de inclusión social no excluyente, o una renta básica universal, u otras propuestas como el trabajo público garantizado, reclamamos herramientas que aseguren unos mínimos a todas las personas.

De esta forma, cuando veamos nuestras reclamaciones satisfechas y las cifras de pobreza y desigualdad social limitadas, nos creeremos el final de la crisis sin atisbo de duda. Descuiden.

Llevamos siete años de crisis, y durante todo este cruel periplo hemos escuchado cientos de veces la promesa de que salíamos de ella. Ahora los mensajes arrecian, y pese a que la mayor parte de los datos nos llevan a pensar que aún queda crisis para rato, vamos a hacer un ejercicio de ingenuidad y suponer que ahora sí, vale. Ahora empieza a hacerse la luz. “España crecerá más del 2% durante este 2015”, dicen. “España es el país europeo que más está creciendo”. Resuenan estas arengas y queremos hacer un acto de fe. Nos olvidamos de que es año electoral, de que toca presentar una visión dulcificada de la realidad.

Lo conseguimos: somos capaces de aceptar que salimos de la crisis, que los cerdos vuelan y que Rato no tenía tanto que ver con el PP. Por tanto, hagamos balance de la situación tras el trauma, y pongámonos a exigir que estas cacareadas mejoras reviertan en un desahogo de las condiciones individuales, familiares, sociales, económicas o laborales de una sociedad apaleada por tantos años de penuria.