Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Navarra: odisea en el espacio
Las recientes elecciones autonómicas y municipales en Navarra han tenido varios pluses de expectación definidos por los deseos y las emociones de la ciudadanía en un escenario de corrupción generalizada, crisis de hegemonía social, recortes, desprestigio de la política y uso y abuso del lenguaje político como alteración bastarda de la realidad. Porque más allá del gesto de votar, el 24M se esperaba como un momento para cambiar las formas, el estilo, el talante, el modo, la manera de entender la política y su gestión. Porque la política, convertida hoy en un estercolero de impunidades, sigue siendo importante para la gente. A este reto de entender la nueva vida política, la ciudadanía navarra ha respondido.
Una gran parte de la población navarra, casi el cuarenta y ocho por ciento de los votos emitidos, ha votado a la izquierda del socialismo centrista. Y esos votos, los votos del cambio, están cargados de expectativas. Una de ellas era, y es, finiquitar democráticamente una larga época de la historia política de Navarra absolutizada por las estrategias gubernamentales de UPN apoyadas por el socialismo navarro colaboracionista renegado de sí mismo. Esa que va desde 1991 hasta nuestros días. Aspecto este de singular importancia para entender no solo esta época de la historia navarra, sino la progresiva pérdida de credibilidad de este partido empeñado en activar un cordón higiénico-sanitario en torno a las posibles fuerzas progresistas de Navarra, sean abertzales, vasquistas o progresistas de variadas izquierdas sociales y políticas.
Varios factores emergen en el escenario interpretativo de los resultados en Navarra y en la posterior gestión que va a requerir el día a día. La primera es la gran fragmentación, también podría interpretarse como pluralidad, del actual Parlamento resultado de la amplia oferta política que pretendía llegar a la ciudadanía. El Parlamento resultante tendrá siete partidos, una nómina muy alta pero tampoco desconocida o extraña en la historia política navarra. Muchos partidos, cierto, pero lo determinante no es el número, sino el peso político que pueden tener cada uno de ellos. Esta segmentación es fruto también de la fragmentación social, de la dualidad y la polarización social que padecemos. En un contexto de crisis y depredación generalizada en todos los sistemas, las soluciones, las ideas, las claves interpretativas, los discursos, las herramientas, las dinámicas políticas y sociales tienden a ampliarse. Casi todo el mundo, me refiero a los grupos políticos e iniciativas sociales y ciudadanas, quieren tener arte y parte en la reconstrucción de una sociedad en bancarrota. Y desde el centro-izquierda-izquierda se han articulado las opciones emergentes. De ahí también quizás el doble voto que se ha emitido en función de las urnas al Parlamento o a los ayuntamientos.
¿Cómo se han comportado los partidos? Geroa Bai recompuesta tras la escisión dentro del conglomerado ilusionista de anteriores comicios que representó Nafarroa Bai, ha logrado ser la segunda fuerza en Navarra. La personalidad y el carisma de su líder, Uxue Barkos, han sido determinantes. Su personalidad, su imagen personal, su representación simbólica, su discurso y su proyección política estatal y autonómica como líder de consenso en una contexto de frentismo, ha posicionado a su formación en la línea de combate por la presidencia. Y esta formación ha ejercido sobre la ciudadanía, el efecto podemos que en otras partes del reino de España ha ejercido el Podemos de verdad. Geroa Bai ha aglutinado votos que quizás no simpatizan con sus postulados programáticos, ni con parte de sus candidatos, ni con ciertas políticas estratégicas o trozos de su ideario más asentado, pero en conjunto y liderados por Uxue Barkos, el votante ha sublimado sus creencias por sus deseos de cambio. Y Geroa Bai ha significado un estado de ánimo capaz de movilizar hacia la esperanza y la creencia en un espacio nuevo y un no menos novedoso escenario político de cambio. Le toca a esta formación liderar no solo políticamente, sino técnicamente, el proyecto de gobierno atendiendo a los pactos que se lleguen. La procedencia geográfica de sus votos permite interpretar una ampliación por el sur navarro de su capacidad de seducción e influencia, lo mismo que podría decirse de Bildu. Ambos partidos mantienen, e incluso aseguran, sus feudos del norte atlántico navarro
Por su parte, el socialismo centrista del PSN se enfrentaba a estas elecciones con serios déficits de credibilidad política y personal que no han sido remontados ni por los guiños de UPN, ni por sus declaraciones planas y poco arriesgadas, ni por su supuesta independencia de Ferraz, ni por su increíble apuesta regeneracionista interna. Los datos confirman su retirada a los cuarteles del sur de Navarra, su afianzamiento meridional, donde se atrincheran perdiendo posiciones.
El socialismo navarro, pese a que su líder se conforme solamente con haber ganado a las encuestas, que ya es conformarse con poco, ha pasado a ser un partido sin capacidad de someter a nadie. Sin capacidad de ser tenido en cuenta. Sin opciones de influencia. Esto siempre y cuando los partidos a su izquierda no quieran contar con él, evidentemente. Y esto no parece probable dado su apestoso pasado pactista con la derecha de UPN. Y es que quien lo quiere como colaborador (UPN), por aquello de la gobernabilidad, la foralidad, y la constitucionalidad, tampoco tiene en la actualidad opciones de presión ni de intercambio.
De esta forma el PSN pasará a ser un partido residual, pese a los votos de una militancia que, a buen seguro, en nada se parece a los gestores de sus votos. Porque está en medio de dos grandes bloques ideológicos de los cuales solo participa de uno: el constitucionalista sostenedor del viejo régimen auspiciado por la segunda restauración borbónica vía colaboracionismo institucional mal entendido. Y este bloque (UPN) está muy tocado pese a tener un importante granero de votos y ser una fuerza muy importante en Navarra. Votos por otro lado subyugados y rehenes del miedo, el clientelismo, las prácticas caciquiles y clientelares típicas de un feudalismo progresista más que de una democracia abierta.
En este nuevo escenario, el socialismo centrista navarro va a encajar muy mal el nuevo rol de don nadie. Porque lejos de sentirse alguien con poder real en el tablero, siempre se ha sentido bisagra, colaborador, sostenedor de un régimen enfangado a cambio de dádivas políticas y personales. Y cuando uno asume un papel secundario, se olvida de sí mismo. O se vende al mejor postor para seguir siendo algo. Al PSN le toca hacer duelo. Y eso le aboca a un vacío sin precedentes porque su oferta política está vacía. A no ser que se preste a nuevos juegos ocultos de colaboración con UPN. O que apueste por ocupar el espacio socialdemócrata radical de Podemos.
Podemos ha podido. Con un proyecto que ha calado transversalmente en toda la geografía navarra, aunque con mayores apoyos en la zona media, en la Cuenca de Pamplona y su conurbación industrializada. Y eso se puede percibir en los votos obtenidos por toda la geografía. Su teórica transversalidad de tan exitosa retórica y tan poco comprendida en la práctica dadas sus idas y venidas programáticas, ha tenido un eco considerable. Podemos, siendo un partido nuevo, sin recorrido, sin espacio histórico, acusado y acosado por la derecha y por la izquierda, ha logrado una excelente posición en el tablero político navarro configurándose como el nuevo socio con capacidad de modular gobiernos. La compleja gestión de sus decisiones en clave asamblearia y el sometimiento –o no- de sus dirigentes a las necesidades, claves, y estrategias políticas según la agenda del partido estatal, pueden generar sorpresas que nunca serían bienvenidas en un contexto de cambio político. Como las vetustas palabras de su líder P. Iglesias sobre la condena del terrorismo y ETA. Eso sobra. No porque no haga falta recordarlo, ni porque se sobreentienda, sino porque exigírselo a Bildu, como se hizo antes de las elecciones como condición previa ante cualquier pacto, colocan a Iglesias a la misma altura que Rajoy. Porque eso sigue siendo una parte muy importante de la agenda envenenada del PP.
Por su parte Bildu tiene opciones de gobierno en el ayuntamiento de Pamplona-Iruña y en el Gobierno Foral. La derecha ultra reaccionaria española ya está preparando la artillería más pesada con la inestimable colaboración de la prensa mediática local más envenenada de frentismo acusador y de un historicismo amnésico y pervertido. La izquierda abertzale se enfrenta a un escenario complejo. No va a ser fácil. Lo saben y también lo reconocen. Pero no basta con ello. Porque Bildu, pese a su reconocida y legitimada posición, arrastra un lastre histórico por méritos propios y por el impuesto y rentable apartheid a que ha sido sometida. Y esto la derecha lo utiliza y utilizará como arma de combate y como cuchillo afilado por el miedo. Bildu no tiene que demostrar que es un partido democrático. Lo es por suscripción y decisión popular y también jurídica. Pero tiene que demostrar que también es capaz de gobernar de otra manera. De esa otra manera que la ciudadanía está reclamando y la izquierda ha proclamado llenándose la boca de regeneración política. Y ello incluye consensos, alianzas, pactos, empatías y, sobre todo una gran responsabilidad técnica y política en la gestión de los principales proyectos sociales y económicos que deban ser gestionados desde las distintas instituciones. Y ha de saber leer entrelíneas, entre esas estrías que tiene la historia sobre las que se desplazan los acontecimientos sociales y personales ajenos a la identificación con tal o cual sigla política. Porque el momento exige cintura política, mirada con detenimiento y creación de nuevos modos de hacer política más allá del cambio de concejalías o conserjerías. La izquierda abertzale navarra debe pasar de la pancarta y la denuncia sistemática a la puesta en marcha de soluciones de gestión. Y eso cuesta aprenderlo. O desaprenderlo.
Finalmente, Izquierda-Ezkerra ha entrado en el Parlamento de Navarra y en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña por los pelos. Podemos ha podido con ella y buena parte de sus votos se han desplazado al nuevo partido, pero tienen una llave sobre ambos escenarios de poder. Sin su colaboración, las fuerzas del cambio anti régimen de UPN no podrían sacar adelante ninguna propuesta ni posibilidad de cambio. Lo saben y harán saber su poder y sus idearios. Y esas claves, sin duda, nivelarán una correlación de fuerzas de necesario consenso.
Este es el teatro de operaciones futuras a la que se enfrenta Navarra, una tierra de experimentación, de desconciertos, de izquierdas radicales y derechas ultramontanas, de fuertes contrastes, de flujos y reflujos insospechados, de nortes y sures diferenciados pero que se nivelan por los centros y periferias de esta tierra de diversidad. La reconstrucción de Navarra para un tiempo de cambio será como una odisea en el espacio. No en vano, la todavía presidenta Yolanda Barcina en un alarde de ignorancia histórica ha comparado el momento histórico que puede vivir Navarra, en el caso de gobernar Geroa Bai, con la Alemania previa a Hitler. Pura patología del gobernante con mal perder. Por eso una cosa es clara, para el poder estatal con corte en Madrid, Navarra es una cuestión de Estado. Y es que como dice P. Erdoziain, “cualquier cambio institucional que se pueda producir en el viejo Reyno debería contar con la anuencia del poder español”.
Las recientes elecciones autonómicas y municipales en Navarra han tenido varios pluses de expectación definidos por los deseos y las emociones de la ciudadanía en un escenario de corrupción generalizada, crisis de hegemonía social, recortes, desprestigio de la política y uso y abuso del lenguaje político como alteración bastarda de la realidad. Porque más allá del gesto de votar, el 24M se esperaba como un momento para cambiar las formas, el estilo, el talante, el modo, la manera de entender la política y su gestión. Porque la política, convertida hoy en un estercolero de impunidades, sigue siendo importante para la gente. A este reto de entender la nueva vida política, la ciudadanía navarra ha respondido.
Una gran parte de la población navarra, casi el cuarenta y ocho por ciento de los votos emitidos, ha votado a la izquierda del socialismo centrista. Y esos votos, los votos del cambio, están cargados de expectativas. Una de ellas era, y es, finiquitar democráticamente una larga época de la historia política de Navarra absolutizada por las estrategias gubernamentales de UPN apoyadas por el socialismo navarro colaboracionista renegado de sí mismo. Esa que va desde 1991 hasta nuestros días. Aspecto este de singular importancia para entender no solo esta época de la historia navarra, sino la progresiva pérdida de credibilidad de este partido empeñado en activar un cordón higiénico-sanitario en torno a las posibles fuerzas progresistas de Navarra, sean abertzales, vasquistas o progresistas de variadas izquierdas sociales y políticas.