La semana finalizó con el anuncio del candidato Esparza diciendo que si gobierna convocará 900 plazas de maestros. Miren, ha conseguido acaparar la atención, pero si este era su primer acto preelectoral como dicen, está claro que nunca más tendrá una segunda oportunidad de causar una buena primera impresión como candidato. John Lennon dijo en una ocasión que “la vida es lo que ocurre mientras que estamos ocupados haciendo planes”, quizás por eso mismo, casi al instante, la oposición le ha pedido que convoque la oferta pública anunciada y, si no, que se vaya antes de que se le ocurra aparecer.
El anuncio del ínclito candidato refuerza la idea, casi segura, de que cuando tratas de causar una buena impresión es prácticamente seguro que cometes algún error. Y es que miren, en general, a todos y a todas nos gusta agradar, como se dice ahora, nos gusta gustar. Además, lo pretendemos hacer no con unos pocos, sino que, como somos así, pretendemos gustar a todo el mundo. Es precisamente ese deseo tan ardiente el culpable de que al final no lo consigamos. Deberíamos eliminar de nuestro cerebro esa ridícula idea de agradar a toda costa.
El actual consejero, con el deseo de gustar en una mano y con la certeza de la primera impresión en la otra, se ha liado, ha cometido el error por excelencia, ha sobreactuado. Siempre ocurre, cuando no somos nosotros mismos no queda nunca clara la relación entre lo que decimos y lo que comunicamos de una forma, diríamos, no verbal. Nuestros gestos y nuestras palabras van cada uno por su lado y como nosotros somos los primeros en detectarlo, nuestro subconsciente, en este caso, el suyo, nos traiciona.
Pensando en porque le ha ocurrido esto, entiendo que quizás no ha tenido tiempo suficiente de acomodar su nueva condición, que la tutorización ha sido excesiva, que está sorprendido por el frío recibimiento tanto de los ciudadanos como de su partido, incluso su mentora no puede evitar por su carácter seguir eclipsándolo a pesar de haberlo propuesto. Por ello, y dadas las circunstancias, creo que ha querido demostrar a todos, incluyéndose a él mismo, que es el candidato. Me da la impresión, pero sepan que esta ya no es la primera, que no ha sido él mismo, justamente ahora, cuando la autenticidad cotiza al alza. Todo tiene una explicación, si no te gustas, a quien verdaderamente trasladas una primera impresión negativa es a ti mismo, y si eso ocurre, ser auténtico o auténtica es un consejo que te suena fatal.
Y cuento todo esto porque los ciudadanos no podemos evitar seleccionar la información y es muy difícil que no nos creemos expectativas. Solo cuando ya nos conocemos mucho aprendemos a identificar nuestras tendencias, nuestros patrones de pensamiento para poder suavizarlos, optimizarlos, criticarlos, pero nuestro cerebro está programado de forma ineludible para darnos una impresión muy rápida del extraño que tenemos delante.
Pero miren, no podemos predecir el futuro, pero podemos construirlo desde el presente para estar preparados. Al candidato le ha podido traicionar su subconsciente pero debe tener claro que sus promesas no son solo condiciones de satisfacción que se cumplirán a futuro, debe saber que estas tienen que ser garantías de integridad que debes honrar en el presente. La satisfacción viene después, cuando cumples y está influida por factores que no puedes controlar.
La integridad, sin embargo, no está condicionada, depende de decisiones que sí controlas y es fundamental para el éxito de las personas y las organizaciones, sin integridad no hay confianza ni tampoco ética. Por eso, debe convocar las plazas educativas que promete, no existe ningún impedimento, desde luego tampoco ningún mérito, la mayor parte de las comunidades autónomas han anunciado sus convocatorias.
Lo que ocurre es que creo que hay truco, porque en el famoso acto, y tras el bombazo, aclaró, para no liarse, que no aumentará el gasto público en educación, no vaya a ser que le confundan los suyos y lo declaren sospechoso de pensar que gastar en educación no es malgastar y por si acaso, o para mimetizarse con estos aún más, acabó defendiendo la escuela concertada. Desde luego parece que tampoco él va a asumir la responsabilidad general de organizar el sistema de enseñanza pública respecto a la responsabilidad individual de las familias. Parece que va a seguir anteponiendo la individualidad a la pluralidad, tiene toda la pinta de que los costes económicos de cualquier elección se van a volver a sufragar con fondos públicos y que, de nuevo, va a mezclar ámbitos de responsabilidad y de decisión, consolidando una red caótica de centros subvencionados con fondos públicos olvidándose además de otras cuestiones como la escuela rural tan necesitada como indispensable.
Esperemos que no acabe, tal y como decía Parálisis Permanente en su canción franquicia Autosuficiente cantando aquello de “leo libros que no entiendo más que yo, oigo cintas que he grabado con mi voz” porque debe saber que para anunciar estas cosas es necesario ser muy íntegro, y para ello es necesario mantener la palabra, incluso cuando no podemos cumplir lo que prometimos...
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