Asun Casasola: “Espero que con la víctima de ‘la manada’ se haga la justicia que Nagore no tuvo”
Admite que está agotada. Como miembro activo de los colectivos feministas Andrea y Lunes Lilas, ha vivido el juicio oral a ‘la manada’ con mucha intensidad. Y con muchos recuerdos. Asun Casasola es la madre de Nagore Laffage, muerta a manos de Diego Yllanes el 7 de julio de 2008. Aquel no fue un juicio por violencia sexista, como tampoco lo ha sido el de ‘la manada’. “Es terrible lo poco que hemos aprendido desde entonces”, se queja Casasola.
Comparte un vídeo que acaba de recibir por 'Whatsapp'. El clip resume en apenas un minuto el porqué el juicio al asesino de Nagore Laffage se convirtió en un referente en Pamplona. El jurado popular le condenó a 12 años y 6 meses de cárcel como autor de un homicidio con el agravante de “abuso de superioridad”. El jurado popular se vio corregido en su veredicto por la sentencia, que rechazó los atenuantes de arrebato y confesión del delito que sí había aceptado el jurado.
Tras los recursos de la familia de Nagore y del propio asesino, el Tribunal Supremo ratificó la sentencia de la Audiencia. Siguió sin apreciar alevosía en la actitud de Yllanes. “No se considera probado que, tras la paliza recibida, Nagore se encontraba desvalida. Como tampoco estaba en esa situación cuando la apretó el cuello hasta causarle la muerte por asfixia, difícilmente puede sostenerse que se produjo cualquiera de los supuestos de alevosía que determinan la absoluta indefensión de la víctima”, señaló el Alto Tribunal.
En ningún momento se trató el delito como enmarcado dentro de la violencia de género, destaca el vídeo. Y termina con una conclusión: “El asesinato de Nagore puso los Sanfermines en el mapa de la violencia contra las mujeres. Casi 10 años después, sigue presente cada vez que se juzga a la víctima y se protege a los agresores”.
Buscar lo positivo
Asun Casasola no puede evitar los paralelismos entre lo que supuso para ella el juicio al asesino de su hija y cómo ha vivido el juicio a ‘la manada’. Demasiadas circunstancias que se repiten. Aunque también hay otras que han cambiado. “Por una parte, me alegro mucho de que a estos chavales no los juzgue un jurado popular. Con todas las pruebas que hay, los jueces no van a poder mirar para otro lado, como sí pueden hacer en un jurado”, apunta.
No tiene pelos en la lengua: “Con el juicio de Nagore, para mí, la cagaron. Tal cual. Pero ahora ha pasado el tiempo y hemos luchado mucho, ahora se dan cuenta de que tienen que hacerlo bien, de que no pueden mirar para otra parte, de que lo que las mujeres decimos también cuenta. Ahora tienen que hacer justicia”, señala con esperanza.
Recuerda cómo conoció la denuncia por violación a ‘la manada’. “Siempre, en Sanfermines, unos días antes, hacemos la concentración recordando a Nagore. Ese año fue el día 4 en el Condestable. Fue un acto muy bonito y cuando terminó dije, bueno, pues lo hemos hecho un año más. Pero entonces me cabreé porque ahí fue donde me enteré que José Diego Yllanes había salido ya en tercer grado”. Y le sale la rabia a borbotones: “A mí me habían dicho que el tercer grado le tocaba en torno al mes de noviembre. Pero que encima le premien por buen comportamiento, con la suerte que tuvo de que el jurado popular lo condenase por homicidio, cuando fue un asesinato, y ¡encima le premian! y le adelantan el tercer grado y sale a la calle… (silencio). Bueno, me cabreé mucho.
Volví a casa dándole vueltas a todo. Y dos días más tarde, me llaman y me cuentan lo de ‘la manada’. ¡Vuelta a Pamplona!“. La madre de Nagore Laffage vive en una continua búsqueda de los aspectos positivos que puedan surgir de su experiencia. ”Te digo de verdad que Pamplona está impresionante de gente contra las violaciones y las agresiones sexistas, es impresionante todo lo que la sociedad está haciendo en Pamplona, es la ciudad que más se está poniendo las pilas en esto. Me gusta pensar que este movimiento arrancó con lo que le ocurrió a Nagore“.
Hasta ahí el lado positivo. Pero la lista de circunstancias negativas es larga: “Las leyes van atrasadísimas con lo que piensa la sociedad. El juicio a esta niña tenía que haber sido de acuerdo con la ley contra las agresiones sexistas, pero no, se hace el juicio en Pamplona y se le obliga a venir a declarar, cuando podía haber estado en su casa y hacerlo por videoconferencia”. Vuelven los recuerdos y baja la voz. “A Nagore, en lugar de hacerlo por el estatuto de Pamplona, que es donde pasó, le hicieron el juicio por lo estatal. Todo es así, porque el mundo avanza pero las leyes se quedan atrasadas”.
“Se sigue juzgando a la víctima”
Más allá de tecnicismos, reflexiona, “lo peor no es eso. Lo peor es que se sigue juzgando a la víctima”. “Cuando me dijeron que era por jurado popular no me importó, porque pensé que había pruebas más que suficientes para considerar lo de Nagore un asesinato. Había todas las pruebas del mundo. Y entonces me llamaron a declarar un día, porque querían que les explicase cómo era Nagore. El juez indicó al jurado si querían hacerme preguntas. Hubo tres. Las escribieron en tres papeles. Se las pasaron al juez. Y el juez abrió el primer papel y dijo: ”Esta pregunta no se la puedo formular“. Después de leer el segundo, dijo que esa tampoco. Y abrió el tercer papel y dijo, ”bueno, te preguntaré esta: ¿Era su hija ligona?“. ¡Que si mi hija era ligona! El jurado popular encargado de juzgar al asesino de mi hija la estaba juzgando a ella. No preguntaron por ninguna prueba, no preguntaron más que si era ligona. ¡Habían matado a mi hija! Con 36 golpes, rotura de mandíbula, el cráneo roto, llamar al 112 para pedir ayuda… Y él lo dijo en el juicio, que le había cortado un dedo pero que la quería cortar más… y todo eso el jurado lo oyó. Y me preguntan a mí si mi hija era ligona. Es terrible”.
Asun vuelve al juicio de ‘la manada’ con una pregunta retórica. “¿No hemos aprendido nada?”. Ahora, lamenta, “a esta chica le cuestionan. Que si dijo 'no', que si no pudo resistirse, que si no se quejó”. Guarda unos instantes silencio y confiesa: “La de veces que he pensado yo sobre Nagore, ¿por qué no se habría dejado? Tal vez, sin oponer resistencia, hoy estaría viva”. Y se le quiebra la voz: “Y esta chica… ¿qué pensó? ¿le dio tiempo a pensar que igual la mataban? ¿llegó a decir, ¡ay, que no me maten!?”. “Aterrorizada, asustada, muerta de miedo”, murmura. Y se repone con indignación: “Acaban cuestionándola a ella. Que no me vengan con bobadas. La pobre chica no pudo hacer nada”.
Recupera el tono firme: “A Nagore la mataron porque dijo que 'no'. Y a esta chica le cuestionan por qué no dijo que 'no'. ¡Qué vergüenza, qué vergüenza!”, censura. “Seguimos juzgando a las víctimas, seguimos juzgando a las mujeres. Esto tiene que terminar”, afirma con seguridad. “Espero de verdad que con esta niña sí se haga justicia, la justicia que no se hizo con Nagore. Y si no se hace, al menos espero que ella y su familia tengan lo que yo tuve, que es el apoyo de tantas mujeres para poder seguir adelante. Porque si no, no va a salir adelante”.
“Buenos hijos”
Ella insiste en hablar sobre los procesados. “Es a ellos a quienes se juzga”, repite. “¿En qué mundo vivimos, que ninguno de los cinco fue capaz de decir a los otros qué coño estamos haciendo?”. En un mundo machista, lamenta, un mundo en el que lo que tenga que decir la mujer no importa, no cuenta, no es nada. “¿Pero estos chavales no tienen hermanas, primas, novias, madre? ¿Por qué no son capaces de plantearse si les gustaría que algo así les ocurriera a las mujeres presentes en su vida?”. Destaca que el juicio a ‘la manada’ es un reflejo del “problema de educación” que tiene la sociedad. Y pide que se reflexione: “¿Qué tipo de hijos estamos criando?”.
Se indigna cuando recuerda que una de las razones expuestas por los abogados defensores para pedir la absolución de ‘la manada’ se basó en afirmar que son “buenos hijos”. “¿Buenos hijos? Sí, claro. ¿Buenos hijos de qué padres? ¿O es que las madres de estos chavales están orgullosas de lo que han creado, de los valores que tienen sus hijos? Mira. A mí me queda un hijo vivo. Y, si me viene mi hijo que ha hecho eso, me avergonzaría de él. Pensaría qué mal he hecho las cosas. O sea, no podría decir que es un buen hijo, sino que diría qué engañada estoy con mi hijo”.
Vuelven los recuerdos. “Lo que peor llevo de todo, del juicio, de la sentencia, de los recursos, de que ya esté en tercer grado… lo que peor llevo de todo es que su madre, la madre de Diego Yllanes, nunca se haya dirigido a mí para pedir perdón por lo que hizo su hijo. Ni de palabra, ni en una carta. Nada”.