La prisión de Pamplona, inaugurada en 2012, se encuentra en máximos históricos de población reclusa y con una plantilla “infradotada”, según advierte el director del penal, Pedro Lacal. La cercanía a Euskadi ha provocado que muchos presos que han solicitado su traslado a las prisiones vascas tras la transferencia de su gestión al Gobierno vasco hayan terminado en la de la capital navarra por falta de espacio.
En el año 2020 en la cárcel de Pamplona había 353 personas, ahora el número de reclusos es de 415 (tras haber alcanzado un pico de 480 en 2023), de los que una mayoría se encuentra en segundo grado y 47 en tercer grado. De todos ellos, 28 son mujeres y el tiempo media de condena es de tres años.
“Penamos mucho y hacemos las penas eternas. Se pretenden resolver ciertos problemas sólo por la vía penal, es una cuestión social”, apunta el director de la cárcel de Pamplona. Por ello reclama recursos para poder aplicar el protocolo CIS (Centro de Inserción Social), un reglamento que, en función del contexto social o familiar de aquellos condenados a menos de cinco años, permite el acceso directo al tercer grado. “Es una forma de evitar estancias en prisión innecesarias. Hay que tener en cuenta que el 80,02% de los presos no reincide”, apostilla.
Otro de los elementos que ha llevado al aumento de presos en la cárcel es la proximidad a Euskadi, donde hace algo más de dos años se transfirió la gestión de las prisiones al Gobierno vasco, lo que provocó un incremento de las solicitudes de traslado de presos con arraigo en Euskadi. Esta situación ha llevado a las tres cárceles vascas (Zaballa, Martutene y Basauri) a un nivel de “tensionamiento” que está obligando a derivar presos a cárceles cercanas como la de Pamplona.
“Nos hemos convertido en el reservorio del País Vasco. Los internos que no admiten, por cercanía, acaban aquí. Soportamos una carga que no nos corresponde”, apunta Pedro Lacal.
“Estamos viendo lo que ya preveíamos que pasaría. Cada vez hay más internos y no hay superficie ni personal para atenderles a todos. Se están trasladando por problemas de capacidad”, señala Juan Carlos Díaz, coordinador de ACAIP-UGT en Euskadi. “Zaballa, que es la única de las tres cárceles que es grande, no puede absorber todo, salvo que tengamos a cuatro personas por celda, que es imposible. Por eso se están trasladando a prisiones de otras comunidades, porque es legal, se recogió así en el acuerdo de transferencias entre las dos administraciones”, añade.
Díaz apunta otro problema común al resto de prisiones en España: “La media de edad de los trabajadores es muy alta, supera los 56 años, y no está habiendo una reposición rápida. Mucha gente se está jubilando y está generando un problema. O se hacen ofertas de empleo más amplias o no se van a cubrir las necesidades que requieren los centros”.
La prisión de Pamplona tiene una extensión de 75.530 metros cuadrados y cuenta con 504 celdas con dos literas distribuidas en diez módulos residenciales y 120 plazas complementarias repartidas entre un módulo en régimen cerrado, uno de ingresos, salidas y tránsitos y otro de enfermería. Los trabajos de construcción en el cerro de Santa Lucía comenzaron en enero de 2009 y finalizaron en 2012, fecha en la que se inauguró y se trasladó a todos los presos que se encontraban en la antigua cárcel. El precio de las obras de construcción ascendió a los 115,5 millones de euros.