La asociación de afectados por hepatitis C de Navarra, Athena, ha afirmado recientemente que ha llegado el momento de “pasar de las palabras a los hechos”. El racionamiento que ha establecido el Gobierno central en torno al nuevo fármaco para tratar este mal, un medicamento que se ha comercializado como Sovaldi, ha provocado el malestar de unos enfermos que ven al alcance de la mano un producto que podría combatir el virus y que, sin embargo, se prescribe con trabas por su alto coste. Desde el colectivo Athena, que ha asegurado que el Gobierno Foral se encuentra muy tranquilo ante estas restricciones (que han motivado encierros y protestas en todo el país), exigen que se deje decidir a los hepatólogos a la hora de recetar Sovaldi.
Pero, ¿qué mejoras supone este tratamiento? ¿Por qué el Interferón, tradicionalmente empleado contra la hepatitis C, genera tantas dudas? El especialista en Medicina Interna de la Clínica Universidad de Navarra José Ignacio Herrero, que trabaja en la Unidad de Hepatología, responde a estas y otras dudas habituales en torno a la enfermedad.
¿Qué es la hepatitis C?
“Es una infección que se produce por un virus, igual que puede ser por ejemplo la gripe”. Una vez contagiado, en tres cuartas partes de los casos se cronifica, y solo esa cuarta parte logra eliminarlo y curarse. ¿Qué ocurre en el resto de los casos? Esa hepatitis provoca un trastorno inflamatorio en el hígado que, con los años, puede provocar una cirrosis, algo que erróneamente a menudo se asocia únicamente al alcoholismo. Cabe recordar que se denomina hepatitis C porque la causa ese virus, pero también hay otros que por ejemplo provocan la D o E, aunque los más habituales son A, B y, sobre todo, la mencionada C. En todos los casos, se denominan hepatitis al manifestarse, fundamentalmente, con un daño hepático.
¿Cómo se contagia?
“Mediante el contacto de una persona afectada con nuestro organismo, atravesando las barreras cutáneas”, explica el doctor. En España, según apunta Herrero, se estima que la hepatitis C afecta a entre el 1 y el 2% de la población. El contagio más habitual está asociado a las transfusiones sanguíneas. No obstante, es cierto que en su día era una enfermedad vinculada por ejemplo al consumo de drogas y el hecho de compartir jeringuillas, se puede transmitir además de una madre a un niño, aunque se dan pocos casos, y también hay posibilidades de transmisión por vía sexual, que es “poco común” y con mayor frecuencia entre hombres que practican sexo con hombres.
¿Cuáles son los tratamientos habituales?
Estos dependen de diversos factores. El principal, si el paciente “necesita tratarse o no, porque hay personas que durante lustros no desarrollan una cirrosis”, explica Herrero. También hay que tener en cuenta el genotipo, el tipo de virus que causa la infección. Porque hay, por ejemplo, 1A, 1B, 2, 3, 4, 5, 6… Se trata de diversas variantes, y “esas diferencias hace que sean más o menos sensibles” a un tratamiento antiviral u otro. El tratamiento más habitual era la mezcla del cuestionado Interferón y la Rivavirina. Después, aparecieron nuevos fármacos antivirales de acción directa que, combinados con estos, lograban un tratamiento más eficaz pero también estaban acompañados de “nuevos efectos secundarios”. Eran el Boceprevir y el Telaprevir, que ahora han pasado a un segundo plano con la llegada de la nueva generación de fármacos. Como el Sovaldi.
¿Por qué se cuestiona el Interferón?
Se trata de un fármaco que algunos pacientes pueden sobrellevar “aceptablamente bien” y otros “francamente mal”. Sus efectos son parecidos a tener una gripe: molestias musculares y articulares, fiebre… y durante un tiempo muy prolongado. Porque, por ejemplo, el tratamiento estándar es de alrededor de un año.
¿Qué beneficios tienen los nuevos fármacos?
Los nuevos antivirales han llegado en 2014 a España. Son el Simeprevir, aprobado desde agosto, y recientemente el Sofosbuvir (comercializado como Sovaldi), cuyo tratamiento es de una pastilla al día (el Sofosbuvir, por ejemplo, se emplea durante 12 semanas) y que reducen los efectos secundarios. Los dos, por separado, se pueden combinar con Interferón y Rivavirina y lograr una eficacia “del 90%” en la eliminación del virus. ¿Y si se quiere evitar el Interferón? La opción, si se acierta con el genotipo, es combinar directamente Simeprevir (que funciona contra los genotipos 1 y 4) y Sofosbuvir, pero también es la opción más cara. Y ahí radica el enfado de las asociaciones de afectados, por las condiciones que el Gobierno central ha establecido para acceder al nuevo medicamento. Herrero recomienda esta opción ante, por ejemplo, la intolerancia al Interferón, los pacientes con una cirrosis aunque sea sin descompensar y, por último, en pacientes ya trasplantados.
¿Tiene lógica el racionamiento?
La Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEHH) ya se ha posicionado en contra de la Estrategia terapéutica anunciada por el Ministerio de Sanidad. Esta entidad censura que se pongan límites a la distribución de los fármacos y que, por tanto, se arriesgue la salud de los pacientes. Herrero, por su parte, admite que “lo ideal es usar el tratamiento con máxima eficacia y mínimos efectos secundarios”. Otra cuestión es, reconoce, si la Sanidad española puede hacer frente a ese coste, de ahí que considere que “lo prioritario” es que los medicamentos lleguen a todos los pacientes con una enfermedad hepática avanzada. Eso sí, este médico advierte de que las asociaciones tienen razón cuando afirman que sería más caro que, finalmente, haya pacientes que por no acceder ahora a un medicamento se vean abocados a un trasplante. En cualquier caso, Herrero confía en que, “pronto”, en 2015, se comercialicen nuevos fármacos que permitan combatir la hepatitis C.