“Contar nuestra vida es muy diferente a poner fotos bonitas en Facebook”
“Heavy, marica y poeta”. Aitor Saraiba (Talavera, 1983) se presenta, como se recoge en la programación del VI Salón del Cómic de Navarra, con estas tres palabras y con una sinceridad llamativa. Este dibujante, escritor, fotógrafo, cineasta y trabajador de la cerámica, entre otras disciplinas, reivindica la “honestidad” como la forma adecuada para comunicarse entre las personas. Y habla con sencillez, la misma que también quiere poner de relevancia en el taller que impartirá este próximo sábado en Pamplona, dentro del salón, titulado Cualidades mágicas de lo vulgar. Antes, ya este viernes, participará en una charla en la Ciudadela (19:30 horas).
¿Lo vulgar puede ser mágico? ¿Cuál es el objetivo de su taller?
Haremos una serie de ejercicios para que cada persona que venga pueda contar una historia y, sobre todo, la historia de su vida. A través de lo vulgar, de lo cotidiano, de un pequeño acto como ir a comprar el pan, puede haber una gran historia.
La parte autobiográfica está muy presente en sus novelas gráficas (como El hijo del legionario, Pajarillo o Nada más importa). ¿Por qué esa obsesión? ¿No cree que, en general, solemos hablar mucho de nosotros mismos?El hijo del legionarioPajarilloNada más importa
Es muy diferente contar nuestra vida a poner fotos bonitas en Facebook, porque consiste más bien en lo contrario, en poner las fotos en las que sales feo. Entonces las redes sociales serían mucho más interesantes. Hay poca gente que sea honesta contando su vida. Y yo defiendo un arte sin máscaras, en el que la gente se desnuda, de forma real. Así llegamos a ser uno mismo. ¿Y por qué uso mi biografía? Si te muestras vulnerable, la gente también lo hace. En un mundo con tantas máscaras, el arte nos puede salvar.
A Aitor Saraiba se asocia el concepto de dibujo curativo. ¿En qué consiste?
Es una acción muy sencilla, que surgió hace ya seis o siete años, en la que yo estoy sentado en una silla, una persona viene, me cuenta un sueño, un secreto por cumplir, y yo hago un dibujo para ayudarle a conseguirlo y se lo regalo. Con esa acción, intentaba desactivar esa idea del arte, de la galería, el comisario, la venta… desmontar la idea de que el arte es para unos privilegiados nada más. Se trataba de hacer algo para el espectador, ejecutado al momento y gratis.
¿Y de qué vive entonces el artista, en este caso usted?
Era una acción dentro de mi currículo artístico, porque también tengo piezas de cerámica que están a la venta. Esto es parecido a un panadero que abre su negocio y tiene que inventarse un sistema para que su panadería llame la atención más que la de enfrente. Los artistas también tenemos que hacerlo. Estamos en un país en el que se ha malcriado a muchos artistas, con becas y presupuestos desorbitados. Y yo pertenezco a una generación a la que no han dado becas ni hostias, y realmente tengo más que ver con un panadero que con un artista de los años 90 en España. Por eso tengo que saber a qué precio vender mis dibujos, cómo darme de alta en autónomos, cuánto cobrar por dar un taller, cómo leer un contrato cuando firmas un libro… eso es ser artista realmente. Y se aleja de esa idea del artista en su estudio que tiene un marchante que le lleva todo y él solo se dedica a la inspiración. Eso es algo romántico y del pasado.
En cualquier caso, también ha colaborado con grandes marcas: Converse, Nintendo…
Sí, sí, creo que es algo que puede convivir perfectamente.
Usted se presenta con tres palabras, y tanta concreción llama mucho la atención…
… Es verdad, qué pena. Imagina cómo sería el mundo si todos nos presentamos así, en tres palabras. Dejaríamos de darle tantas vueltas. Puede ser provocador ser uno mismo, porque a la gente le asusta.
Dijo en una entrevista hace seis años en El País que “la empatía es mi talento, nunca he dibujado bien”. ¿Y cómo ha llegado hasta aquí entonces?en una entrevistaEl País
Lo dije como es, no creo que sea famoso por mis dibujos, sino por lo que cuento. Si me dedico a las artes plásticas es porque quiero comunicarme, y ese lenguaje tiene que ser comprensible. Por eso no entiendo muy bien que los artistas intenten hacer cosas tremendamente enrevesadas, porque el arte tiene que ser accesible, para todos. Hay quien tiene unas técnicas brillantes, pero no es mi caso y no me preocupa, no voy a dejar de dibujar por ello. A estas alturas del partido, lo interesante es qué se cuenta y no cómo se cuenta. La estética no es importante, al final son modas, porque yo llevo dibujando igual diez años. Y no por nada, sino porque no sé hacerlo de otra forma. Lo que ha cambiado es lo que cuento, no cómo.
Y, ahora, ¿qué quiere contar?
Todos los días dibujo, escribo o las dos cosas. La cotidianidad está llena de cosas preciosas y de cosas horribles, y mi obra está llena de todo eso.
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