Catherine L´Ecuyer: “Si los niños no pasan tiempo con sus padres, luego tendremos que afrontar las consecuencias”
Para Catherine L´Ecuyer (Canadá, 1974), doctora en Educación y Psicología, afincada en Barcelona y madre de familia numerosa, los niños y adolescentes necesitan tiempo con sus padres y el no disponer de él supondrá hacer frente a problemas que deriven de esa carencia. La también autora de varios libros, entre otros, los bestsellers Educar en el asombro y Educar en la realidad (Plataforma), y Conversaciones con mi maestra. Dudas y certezas sobre la educación (Espasa), fue nombrada en 2020 miembro honorífico del capítulo español de la Association Montessori Internationale. L'Ecuyer entiende que la sobreprotección vuelve a niños y niñas incapaces y dependientes.
Usted afirma que un niño no debe ver pantallas antes de los dos años. ¿Qué daños podrían causarle?
La Academia Americana de Pediatría insiste en que los niños de menos de dos años no deben ver nada de pantallas y los de entre 2 y 5 años deberán ver menos de una hora al día como mucho. Esa recomendación se apoya en cientos de estudios que demuestran que los niños no aprenden a través de las pantallas, sino de las experiencias sensoriales y de las relaciones interpersonales y que existen efectos perjudiciales en su uso en esas edades (disminución del vocabulario, impulsividad, inatención, déficit de aprendizaje, hiperactividad, etc.).
En su obra Educar en el asombro identifica que la tecnología no es necesaria para los menores. ¿Podría decir que la tecnología aporta algo a la educación o todo lo contrario?
Las principales asociaciones pediátricas insisten desde 2006 (y ratificaron esas conclusiones en 2011, 2016 y 2017) en que no hay evidencia de que la tecnología sea beneficiosa para los niños. Es todo lo contrario. Respecto al uso de las tabletas o chromebooks en las aulas a partir de la etapa de Primaria, puede interferir con el aprendizaje de la lectoescritura y fomentar la multitarea tecnológica, que dispersa la atención. A día de hoy no hay estudios que establezcan sus beneficios y la ausencia de sus perjuicios. Sí hay una industria con un presupuesto de marketing ilimitado para patrocinar congresos educativos o estudios puntuales de rigor cuestionable (por ejemplo, sin grupo de control) y que se basan en criterios subjetivos (por ejemplo, 'gusta más').
En España vivimos constantes cambios y reformas educativas, ¿nos favorecen en algo? ¿Qué piensa que falta para que podamos hablar de educación de calidad y que beneficie a los niños?
Hay tres grandes corrientes filosóficas que determinan las reformas educativas: la mecanicista, la romántico-idealista y la clásica. La mecanicista da por supuesto que el niño es un vaso vacío que hay que llenar con datos y el esfuerzo se entiende como un acto frío de la voluntad ('la letra con sangre entra'). Entiende al niño como un futuro recurso para el mundo laboral.
La corriente romántico-idealista da por supuesto que existen las semillas del conocimiento en el niño. La realidad objetiva no existe y el niño es el que “construye” su propio aprendizaje. El fin de esa corriente es que el niño llegue a ser el ciudadano del sistema social y político ideado de antemano por el Gobierno de turno.
Finalmente está la corriente clásica, en la que el conocimiento transforma a la persona. El fin de la educación es el alumno mismo. Consiste en buscar la perfección de lo que cada uno es capaz, transformándolo. En esa corriente se entiende la escuela como un claustro y la universidad como un templo del saber.
Los cambios de leyes educativas solo son la punta del iceberg del golpe de timón que los gobiernos de derecha y de izquierda dan de la primera a la segunda y de la segunda a la primera corriente.
Se llama “nativos digitales” a los nacidos a partir de 1984 asegurando que aprenden mejor la tecnología, ¿está usted de acuerdo?
El concepto de ‘nativo digital’ no tiene fundamento científico, se considera un mito. Ahora bien, en todos los mitos hay una parte cierta y otra falsa. La parte cierta es que los nacidos desde el año 1984 tienen más contacto con la tecnología. La parte falsa es que por ello aprenden mejor a través de la tecnología. De hecho, hay evidencias que demuestran que no es así. La multitarea tecnológica les pasa factura: más errores, más superficialidad en el pensamiento, pérdida del sentido de la relevancia... Son peores en buscar información porque no tienen criterio y peores en reconocer la información falsa porque carecen de contexto debido a que confunden información con conocimiento.
¿Considera que un niño debe tener entre sus manos más libros y menos dispositivos electrónicos?
Por supuesto y, recomiendo especialmente los grandes clásicos. Mientras las historias en las redes sociales caducan a las pocas horas, las obras clásicas son intemporales, precisamente porque han pasado la prueba del tiempo y del espacio y porque una gran cantidad de lectores las han encontrado suficientemente relevantes como para mantenerlas con vida. Estos libros conectan con lo más profundo del ser humano, nos hablan de cuestiones universales como la naturaleza humana, el amor, la dignidad, el odio, el poder, la grandeza o la heroicidad. No son textos del momento, son textos para cualquier momento.
Los padres trabajan y crían a sus hijos, pero es importante que compartan tiempo con ellos. Suele decirse que tiene igual valor si es poco tiempo, pero de calidad, ¿piensa usted así?
Creo que es un falso dilema. Ahora, vas a tu jefe y le dices que vas a trabajar dos horas en lugar de ocho ganando lo mismo, pero que será tiempo de calidad. Eso decimos a nuestros hijos cuando les dejamos con los restos después de una larga jornada laboral. Los niños y los adolescentes necesitan un tiempo concreto con sus padres. Si no lo tienen, luego lo tendremos que invertir resolviendo problemas que son consecuencia de esa carencia.
¿Hemos conseguido que los niños no sepan aburrirse?
Pensamos que el aburrimiento es malo y así se lo transmitimos. Parecen pequeños ejecutivos estresados. El aburrimiento es “desear desear” decía Tolstoi. Es el preámbulo de la reflexión propia, del juego, de la creatividad.
¿De qué modo se perjudica a un niño sobreprotegiéndole y no preparándole para todo aquello negativo que llegue?
Sobreproteger a un niño es volverle dependiente e incapaz para la vida. Si un adolescente se olvida el bocadillo en casa por la mañana y se lo llevamos, el mensaje que recibe es que sus actos u omisiones no tienen consecuencias. Hoy en día, hay niños de 12 años que no saben prepararse una bolsa de deporte y vestirse solos. Cuando hacemos por el niño lo que él es capaz de hacer por sí solo, le cancelamos, le anulamos.
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