Manu Araujo es una niña pequeña brasileña que mira a la pantalla con una amplia sonrisa y grita, emocionada: “Mira, mamá,¡ soy yo!”. Manu estaba viendo la película Encanto, de Disney, estrenada hace unas semanas, y su madre grabó la reacción al encontrarse parecida a la protagonista, Mirabel. El vídeo se hizo viral y también aparecieron más, como el de Kenzo Brooks, un niño negro estadounidense que se identifica con otro personaje de la película.
Encanto cuenta la historia de una familia colombiana, los Madrigal, con tintes de realismo mágico. La protagonista, Mirabel, es una niña racializada, decidida y tenaz, que huye de estereotipos. Los otros personajes también son diversos y tienen poderes mágicos: hay una mujer extraordinariamente fuerte, un niño que se comunica con los animales o una abuela que es la guardiana de la magia. Y además ha contado con una figura relativamente nueva en el ámbito audiovisual, la de la asesora étnica, a cargo de la periodista colombiana Edna Liliana Valencia. Todo ello ha vuelto a poner sobre la mesa una cuestión importante: la representación de la diversidad en dibujos animados y películas infantiles; la importancia de que todos los niños y niñas encuentren referentes que se parezcan de verdad a ellos.
“Me gustan mucho todas las reacciones que he visto a la película de Encanto, son muy emotivas”, señala Desirée Bela-Lobedde, escritora y activista afrofeminista y antirracista. “Se ha contado con expertas para hacerla y eso se nota mucho en el producto final. Es muy importante que se haya tenido en cuenta a personas de la comunidad, porque si no caemos en lo de siempre: que se hable de nosotras pero sin nosotras”, añade. Según ella, la cuestión de la representación debe ir un paso más allá, buscando la “representatividad”: “Puede haber una persona asiática, negra, latina, gitana... pero tenemos que preguntarnos qué hace ahí. ¿Habla, no habla? ¿Reproduce estereotipos? Si hay representación pero se hace de manera estereotipada o pasiva no habrá representatividad”, explica la experta.
Otras series y películas anteriores, como Daniel Tigre, Motown Magic, Moana, Mulan o Raya y el último dragón, e incluso antes, Barrio Sésamo, ya incluyeron personajes diversos en sus guiones, buscando romper estereotipos con mayor o menor fortuna. Pero no es ni mucho menos la tónica general. Más bien al contrario, los productos audiovisuales clásicos suelen reproducir discursos abiertamente racistas –y también machistas y homófobos–.
Sin referentes
Uno de los ejemplos que más rechazo le genera a la activista y experta gitana Silvia Agüero es el personaje de Esmeralda, en El Jorobado de Notre Dame: “Representa todos los estereotipos que se nos han asociado: es una gitana mala, muy guapa, que baila. Es más: al final no es gitana sino una paya que los gitanos han secuestrado. Es un horror tremendo”, denuncia. Agüero cree que en el caso de los gitanos la representación es mucho peor que la de otros colectivos, y eso hace que niños y niñas busquen sus propios referentes. “Por ejemplo, mi hija Carmen Manuela, de cinco años, es muy morena, y tiene un lío que flipas. Cuando vio Encanto me dijo: ‘Mamá, qué guay, son negros como nosotros. Yo le digo que no, que nosotros somos gitanos, pero me cuesta explicarle la cuestión étnica porque ella se siente muy representada en eso”, cuenta. Para ella, esta película de Disney es muy interesante para desmontar estereotipos: “Tiene un mensaje antirracista muy potente, muestra muchas clases de personas y se trata a los personajes en profundidad”, cuenta.
Agüero también aporta algunos ejemplos positivos, como la representación que hizo Sebastián Porras en Barrio Sésamo de una familia gitana. Sin embargo, cree que se ha ido hacia atrás, y actualmente apenas encuentra referentes positivos para enseñar a sus hijos. “Yo bebo mucho de los feminismos negros porque lo nuestro está mucho menos trabajado. Y mira que hay gitanas y gitanos interesantes en la historia como para hacer libros y películas, pero no se está haciendo nada”, denuncia.
Aunque reconoce no haber visto la película, a la periodista y activista Paloma Chen, de familia china, le gusta lo que ha oído sobre Encanto. “Me parece muy importante que las personas racializadas, migrantes, y en concreto las chinas y asiáticas estemos representadas en productos audiovisuales, pero detrás tiene que haber un proyecto político. En los últimos años hay una tendencia a incluir diversidad y multiculturalidad en películas o series, pero se hace de manera estereotipada, folclorizada. Las personas chinas o asiáticas que han aparecido hasta ahora se presentan de manera muy negativa, en general son un conjunto de clichés”, denuncia Chen. Esto hace que, al final, personas como ella hayan crecido sin referentes reales: “Desafortunadamente yo no los he tenido, y al final te acabas identificando con personas blancas, pero al mirarte al espejo ves que algo no encaja”, explica.
Desde Afroféminas, una organización de mujeres afrodescendientes, realizaron un análisis de Encanto en sus redes sociales, fijándose en la representación racial que se hace en la película. Cuenta su directora de comunicación, Ana Bueriberi, que la conclusión es que “lo clavaron”. Y destaca también a la responsable de esa buena representación, la colombiana Edna Liliana Valencia, que asesoró a Disney para asegurarse de no caer en estereotipos racistas.
“Es una peli muy necesaria, como se ha podido ver en toda la repercusión que ha tenido con los vídeos de niños y niñas felices de verse reflejados en los personajes”, cuenta Bueriberi. Y es que, según ella, los productos audiovisuales deberían ser una fuente más para enseñar a los niños y niñas el antirracismo: “Es que un niño no nace racista u homófobo, se hace. Por eso estaría genial que hubiera más protagonistas afrodescendientes o racializados en las películas y en los dibujos, y además de una manera positiva, normal. Se trata, al final de todo, de humanizarnos”, concluye.