Estíbaliz y Ana han compartido la experiencia de haberse quedado embarazadas tras años de tratamientos de fertilidad. Estíbaliz vive en Alicante y Ana en Madrid; no se conocen de nada ni han hablado nunca. Por eso sorprende que ambas definan casi igual sus embarazos, logrados después de años de incertidumbre. “Era como una nube de miedos encima de mí todos los días”, recuerda Estíbaliz. “Es como una nube negra de miedo constante”, coincide Ana.
La infertilidad afecta, según la Organización Mundial de la Salud, a unos 186 millones de personas en todo el mundo. En España, la Sociedad Española de Fertilidad calcula que entre el 15% y el 20% de las parejas tienen o van a tener problemas para tener un bebé. Y la incidencia real podría ser superior, ya que esos datos se calculan en base a las personas que piden ayuda, pero mucha gente no lo hace. De ahí que no sea difícil encontrar experiencias compartidas.
En el caso de que las parejas consigan finalmente concebir, lo hacen desde una posición de partida que implica ciertos costes emocionales, económicos e incluso de pareja. Así explica ese tipo de situaciones la embrióloga, sexóloga y psicóloga Nagore Uriarte: “No podemos comparar un embarazo espontáneo, de esos que se consiguen a la primera o con pocos meses de búsqueda, con uno de reproducción asistida. Las personas que pasan por varios intentos fallidos o por pérdidas gestacionales tienen una cicatriz emocional que les ha borrado la sensación de que el embarazo es fácil y sin complicaciones. Por eso es habitual que los embarazos de reproducción asistida se vivan con mucha incertidumbre y cierta angustia”, asegura la experta.
Una de las parejas a las que Nagore acompaña es la formada por Unai y Mónica, quien ahora mismo está embarazada de 24 semanas. El futuro padre describe así el proceso por el que pasaron: “Nosotros llevamos dos años de tratamientos de fertilidad, hemos hecho tres fecundaciones in vitro. Teníamos problemas de fertilidad los dos, así que era muy complicado lograr tener un bebé. Al tercer intento se quedó embarazada, y una vez que ves el positivo es una explosión de felicidad enorme, pero a la vez empiezan los miedos. Cada vez que tenemos que enfrentarnos a una revisión, vamos con un miedo tremendo. Nos ha costado mucho tiempo, muchos lloros y mucho dinero, así que te da miedo absolutamente todo”, asegura Unai.
Miedos de todo tipo
Ana Castrillo, periodista y madre de dos niños pequeños, atravesó un camino tan complejo con la infertilidad –en su caso, secundaria, que es la que afecta a las personas que tienen hijos previamente– que recopiló toda su experiencia en el libro Todo lo que aprendí.
“Tuve a mi hija mayor a la primera, súper fácil. Y cuando intenté tener el segundo hijo, tuve tres abortos. Después de eso logré quedarme embarazada, además en el momento del COVID, de hecho me contagié en el primer trimestre. Los miedos que se viven en un embarazo tras haber sufrido abortos o infertilidad son evidentes. Todo te da miedo, aunque intentes luchar contra ello”, recuerda Ana. Cuenta dos anécdotas que ilustran esos temores: que se compró un doppler –un equipo de ultrasonido para escuchar los latidos del bebé–, y que se hacía una ecografía todos los meses. “Cada vez que me entraba la paranoia, me tumbaba, cogía el doppler y me ponía a escuchar a mi bebé. Entonces ya me tranquilizaba”, cuenta.
Esa nube de miedo también acompañó a Estíbaliz tras su segundo embarazo, que llegó después de tres abortos espontáneos en dos años. Tras varios meses y muchas pruebas en la unidad de fertilidad de un hospital, logró quedarse embarazada “de milagro”, como ella misma dice. “Me detectaron una malformación en el útero y me dijeron que no podría quedarme embarazada. De pronto me quedé embarazada, pero el equipo médico no lo veía viable, ya que el embrión se había instalado en un lugar imposible, había sangrados… teníamos muchas posibilidades de que no saliese bien”, rememora.
La noticia del embarazo no fue en un primer momento una alegría para ella: “Los tres primeros meses fueron una agonía, no quería ni pensar que estaba embarazada ni comprar nada para el bebé. No lo contamos a nadie porque yo iba a las consultas preparada para que me dijeran que el bebé había fallecido”, recuerda Estíbaliz. Después, a la angustia inicial se añadió otra variable: en la ecografía de las 20 semanas detectaron una malformación en la bebé que derivaría en una enfermedad rara. “Fue un momento de shock, no quería ni entenderlo. Ahí comenzó un proceso de aceptación de la incertidumbre: ya no solamente no sabíamos cómo iba a acabar el embarazo, sino que no sabíamos cómo iba a estar nuestra hija cuando naciese. Era como una nube de miedos encima de mí todos los días”, asegura.
Acompañamiento psicológico
Nagore Uriarte, que ha acompañado a cientos de personas y parejas en su búsqueda de un bebé, ha identificado en su consulta patrones muy semejantes, de ahí que recomiende siempre un acompañamiento integral: “Tanto en la búsqueda como durante el embarazo y la adaptación a la nueva situación familiar surgen muchos temas, hay muchas dudas y mucha incertidumbre. Si además se diagnostica un problema de fertilidad, el impacto sobre la autoestima, la satisfacción vital, sexual y de pareja puede ser enorme, por lo que es muy recomendable estar acompañada por alguien profesional que pueda sernos de ayuda y sostén durante esa etapa vital. La figura de la psicóloga perinatal especializada en fertilidad es poco habitual, pero puede sernos de gran ayuda para sentirnos un poco más acompañadas”, explica.
A los miedos propios del embarazo, sobre si el bebé está bien y si las ecografías detectan algún problema, se añaden otros más generales. Para Unai, que reconoce haber leído “demasiado” sobre los posibles riesgos, esos temores lo abarcan todo: “Crees que te puede pasar cualquier cosa, como un accidente de tráfico, una caída, mil historias. Y esto ahora que no ha nacido el bebé, cuando nazca supongo que comenzará otra aventura”, explica.
Con acompañamiento psicológico, Estíbaliz logró disfrutar el embarazo: “Me lo planteé como un regalo. Era tan improbable que la bebé saliese adelante que decidí disfrutarlo porque ella se lo merecía, con todo lo que había peleado. Dentro del miedo, logré disfrutar cada patada, cada hipo o incluso los ardores y el parto”. Así lo recuerda a día de hoy, con cierto humor, gracias a la perspectiva de haber pasado por todo ello hace ya cinco años.