La paga a los hijos: cuánto dar, cómo empezar, con qué frecuencia y otras dudas frecuentes
Todos los padres y madres han escuchado o escucharán algún día esta pregunta de sus hijos: “¿Me das un euro para comprarme…?” Es la primera señal de que empiezan a tomar conciencia de que el dinero es una herramienta social indispensable: “Esto quiero, esto tengo que pagar”. Es un buen momento para introducir la educación financiera en el hogar y considerar si asignarle al niño una paga antes de que la demanda del euro se produzca de manera sistemática y perdamos el control de cuánto dinero le damos.
Pero, ¿cuál es la mejor forma de enseñarles a gestionarlo? ¿Qué cantidad es la adecuada según su edad? ¿Cuándo hay que empezar? ¿Con qué frecuencia? ¿Debemos utilizar la retirada de la paga como medida sancionadora ante un mal comportamiento?
La primera vez
Primero punto que abordar y del que partir: la edad. “A los siete años se les puede dar una cantidad simbólica, ajustada a lo que los niños vayan a comprar. Dos o tres euros es suficiente para pagar unas gominolas, o unos cromos”, afirma Abel Domínguez, psicólogo infanto-juvenil en Domínguez Psicólogos. “Los primeros días ––explica– debemos acompañarles a la tienda para enseñarles a gestionar los cambios y a leer bien los precios. Hay que tener en cuenta que no conocen el concepto de compra-venta”. A la vez, introducir el concepto de ahorro. Que vayan metiendo algo de dinero en una hucha a la que pueden recurrir para comprar un pequeño capricho.
Con qué frecuencia
Se pueden hacer pequeñas pruebas para ver cómo gestionan sus ingresos antes de decidir la frecuencia de la paga. Observar su grado de responsabilidad con el dinero, estar pendientes de lo que gasta, de en qué lo gasta y de si ahorra. Si demuestra madurez y consigue administrarse bien, se le puede dar la paga con frecuencia quincenal o mensual, pero antes de los 13 ó 14 años, en opinión del presidente del colegio de pedagogos, Enrique Castillejos, lo más recomendable es que se administre semanalmente y siempre el mismo día. “A ellos les resulta más fácil y cómodo, se crean una rutina que les ayuda a organizarse y a los padres les facilita la supervisión”.
En la adolescencia, cuando la cantidad de dinero empieza ser un poco mayor, “hay que ser sobre todo realistas y valorar con sentido común cuáles van a ser sus necesidades diarias. A esta edad comienzan a exponerse a sustancias como el tabaco o el alcohol –advierte el pedagogo– y en España hay todavía mucha laxitud a la hora de vender estos productos a los menores. Aunque es casi imposible para los padres controlar el momento de la compra y de la toma, sí pueden tratar de impedirlo haciendo que vayan justos de dinero, unos diez euros a la semana son suficientes, de forma que tengan que decidir si gastarlos en ocio o en tabaco y alcohol. Son productos, para su economía, muy caros”
La paga como herramienta de refuerzo y castigo
Félix Martínez es psicólogo en un centro de menores e informático. Junto con otros profesionales ha creado una aplicación que sigue el esquema de refuerzo-castigo mediante un sistema de puntos asociado a unas pautas de comportamiento. “Si cumples estas normas vas a tener una recompensa en forma de paga”. Es un programa que ha nacido a partir del trabajo con adolescentes en centros de menores, pero que pretender servir también para los hogares porque el elemento clave es la eliminación de la subjetividad.
“Los padres pueden incrementar la paga o reducirla en función de las conductas. Al haber una tabla de ítems el chico o la chica puede ver su recompensa inmediatamente, y lo que se consigue es que el buen comportamiento se mantenga en el tiempo porque están motivados”. Pero sin sobrepasarse: tanto retirar del todo la paga para sancionar una mala conducta como conceder con frecuencia un plus para premiar una buena son contraproducentes.
El psicólogo Abel Domínguez explica que si se acentúan demasiado ambas estrategias dejan de surtir efecto. La sanción porque resulta incomprensible e irrecuperable (“Bah, paso, no lo voy a conseguir”). Y la recompensa de repetición porque pierde el poder motivacional del estímulo. Por lo tanto, lo mejor es que como castigo se reduzca la paga, pero nunca se retire del todo, y se premie más a menudo con incentivos no relacionados con el dinero, como una cena en familia, cine…
La luz, el agua y la comida también cuestan dinero
La luz, el agua o la comida también tienen un precio, y esto es algo que, según el pedagogo Castillejo, los niños y adolescentes tienen que saber. La mejor forma de que lo entiendan es llevándolo a la práctica. “La educación financiera sirve para más que ayudarles a gestionar su dinero y sus caprichos. También pueden aprender que cada vez que encienden la luz, gastan dinero; y que lo mismo sucede cuando se meten a la ducha. Que sepan que tú, antes de tener ese dinero en el bolsillo, has tenido que pagar muchas cosas”. Dice que se puede aumentar un poco la cantidad de la paga si los hijos contribuyen a la economía del hogar metiendo en una hucha, por ejemplo, un euro cada vez que se vayan a duchar, o dejándoles comprar algún alimento… En conclusión, utilizar la vida diaria como forma de enseñanza es beneficioso a medio y largo plazo para los niños.
Pagas extra: administrar la propina de los abuelos
Hay niños que van a ahorrar estas propinas sin ningún tipo de esfuerzo y otros que por el contrario pueden gastarlo todo de una vez en un impulso. Por eso los expertos consultados recomiendan observar sus hábitos de comportamiento con el dinero para ver si podemos dejar que se administren o no una cantidad “grande”. “¿Qué hace un niño con 50 euros?”, cuestiona Castillejo. “Lo mejor es que, cuando reciben un ingreso a mayores, ya sea la propina de los abuelos o el dinero del cumpleaños, los padres hagan de banco y se lo administren en pequeñas dosis. Sólo dejarles gestionar sus ahorros cuando demuestren que pueden hacerlo con cabeza y a partir una cierta edad, ya metidos en la adolescencia”.
Cuidado, advierte, a los niños y adolescentes “hay que dejarles bien claro que el dinero de la paga no es suyo, si no que es el dinero de los abuelos o de los padres y que se le permite que tenga. ”El sentido de la propiedad con los hijos hay que trabajarlo también desde muy pronto porque tienden a creerse dueños de las propinas que reciben y, como tal, que pueden hacer con ellas lo que quieran“.
“No debemos dejar que le den mucha importancia al dinero, concluye Abel Domínguez, tienen que verse reflejados como lo que son: niños”.