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¿Es el verano el mejor momento para quitarles el pañal a los niños? Claves para una retirada respetuosa

Un niño en la playa en una foto de archivo.

Elena Couceiro

En la crianza de nuestros hijos e hijas hay importantes hitos evolutivos que se viven como un desafío que superar con una fe ciega en recetas diseñadas por expertos o, mejor, con una planificación pensada en conjunto por familia y escuela infantil. Uno de esos hitos es la retirada del pañal, asociada de forma tradicional al buen tiempo. Y es que el verano se vive muy diferente cuando tu peque tiene dos años y llega el (a veces estresante) momento de retirar el pañal. Se entiende que ahora que llevan menos ropa, hay menos prisas que en pleno curso escolar y no se pueden enfriar si hay escapes es una etapa ideal para que niños y niñas aprendan a controlar esfínteres. Pero ¿es de verdad el verano la época ideal para afrontar este reto?

¿Cómo saber cuándo es el momento?

Armando Bastida, enfermero de pediatría, quiere dejar claro que “el mejor momento para retirar el pañal es cuando cada niño o niña está preparado para dejarlo. Y esto es algo que puede suceder en verano, pero que puede suceder también en invierno. Un día de frío cualquiera, nuestra peque aparece con el pañal en la mano y nos dice que no lo quiere. No tendría mucho sentido decirle que 'hasta verano tendrás que llevarlo', y de igual modo, no tiene mucho sentido quitarlo en verano si el peque no está preparado todavía”.

Si están preparados, Bastida anima a aprovechar esta época estival para experimentar y “dejarlos desnudos por casa para que vean qué pasa cuando hacen pipí o se hacen caca. A partir de ahí, podemos hablarles de ello, contarles qué es, explicarles que tenemos que limpiarlo y ofrecerles una alternativa para que no lo hagan en el suelo: el orinal, el WC o directamente un pañal”. Eso sí, es necesario armarse de paciencia (y de una fregona). Alicia Alonso, psicopedagoga e integrante de la Plataforma 0 a 6 años, que reivindica el carácter unificado de la etapa de Educación Infantil, considera que “el verano es uno de los factores que hacen más factible retirar el pañal, pero no es ni mucho menos el único”.

¿Qué factores necesitamos conocer?

Bastida no habla de señales muy ocultas: el niño o la niña va a dejar bien claro que ha llegado la hora “si hay momentos en los que ya se arranca el pañal porque le molesta, si nos dice que va a hacer pipí o caca, si pasa más tiempo entre que mancha pañales o se interesa por lo que los demás hacemos en el WC.”. Alonso expone otros factores. El fundamental es que “el niño quiera dejar el pañal, porque tiene deseo de crecer, que es lo natural, a no ser que se le haya sobreprotegido o convencido de que lo mejor es que no crezca para que papá o mamá lo puedan disfrutar siempre. El tema del deseo genera emociones positivas que ayudan muchísimo a regular el organismo”.

Esta experta habla también del concepto de la carrera útil, que supone que la niña o niño es “capaz de correr prestando atención a para qué desea correr. Cuando voy coger una cosa, no estoy preocupado pensando en que me caigo sino en llegar ahí porque ya lo he automatizado. Los músculos pélvicos, que son fundamentales en el control de esfínteres, tienen ya el tono suficiente para permitirlo”, dice. También es interesante conocer la edad media en la que se alcanza la capacidad de controlar esfínteres. Cuenta Bastida que según el estudio Haizea-Llevant, que rige las revisiones del Niño Sano que se realizan en muchas comunidades autónomas, un 25% de peques aún no controlan con 3 años y se considera normal.

Por eso debe ser un proceso respetuoso, porque “a muchos niños y niñas se les está pidiendo que hagan algo que no son capaces de hacer”. Alicia Alonso defiende que “cada criatura tiene unos tiempos completamente normales y que deben ser respetados, porque si no los respetas puedes crear problemáticas donde no las hay”. El objetivo último es que se desarrolle de forma natural y la clave es acompañar al menor en el proceso sin presiones.

¿Y cómo se consigue?

¿De qué manera podemos contribuir las familias a una retirada respetuosa del pañal? Ambos expertos se muestran convencidos de la necesidad de establecer un proceso de preparación largo. “Cuando un niño o niña ve a sus papás que van a hacer pis y dice 'yo también' es buena idea quitarle el pañal, ponerle si quiere y luego volvérselo a poner para que no sienta presión. Eso forma parte de un periodo previo que va ayudando a que el niño o niña se sienta bien y vaya teniendo más deseo”, apunta Alonso.

Bastida es partidario de un periodo de preparación de largo recorrido, pues implica “ayudarles desde los 12 meses a ser cada vez más autónomos en todos los sentidos (usar vasos normales en vez de los de aprendizaje o biberones, a dejar el chupete, a vestirse y desvestirse...), y hacerles partícipes de cada cambio de pañal, para que sepan qué es el pañal, qué es el pipí y qué es la caca. Además, tienen que vernos a nosotros hacerlo en el baño (no es difícil, porque les encanta acompañarnos en esos momentos que ya no tienen nada de íntimos) e incluso jugar a hacer pipi y caca como nosotros”.

Y si ya nos metemos en faena, hay que armarse de paciencia, entender que los escapes se van a producir y vivir el proceso “en principio, como algo que no tiene marcha atrás”, apunta Alonso, aunque no hay que ser rígidos, matiza. Sabe, por experiencia, que “muchas criaturas se estriñen porque tienen la sensación de que hay algo de su cuerpo que se les escapa, y les asusta. Y muchas veces tienes que ponerles el pañal para que hagan caca y se lo vuelves a quitar”.

Bastida, además, advierte contra el uso de premios y castigos: “Si se cae en la tentación de presionar, de premiar o castigar, de decirle que ya es mayor y no debería hacer eso, o se hace aquello de sentarlo cada poco tiempo en el orinal, podemos conseguir que coja fobia a todo lo relacionado con este tema y que empiece a huir cada vez que queramos que lo intente”.

La entrada en el colegio

La entrada al “cole de mayores” suele marcar el momento en el que se espera que los niños y niñas controlen ya sus esfínteres y acudan al centro escolar sin pañal. Los escapes en ese curso escolar son frecuentes, no en vano en la mayoría de colegios piden a las familias que faciliten ropa de cambio y algunos disponen de auxiliares que se ocupan de esta tarea. Otros llaman a las familias para que acudan a limpiar a sus hijos e hijas.

Cuenta Alonso que “un aprendizaje demasiado temprano obliga a la criatura a aprender algo cuando no está preparada y supone un sobreesfuerzo tremendo para estar pendiente de algo que no se automatiza porque su naturaleza no lo permite todavía. Ante una situación de tensión emocional, como la entrada en un nuevo cole, se sienten más inseguros y están más preocupados por su emoción que por mantener un hábito que no está automatizado”.

Sin dejar de reconocer la situación de sobrecarga de maestras y maestros con unas ratios cada vez más elevadas, Alonso pide que los docentes que “en vez de decir a las familias que no pueden llevar a sus hijos si no tienen control de esfínteres, digan a la Administración que tiene que cumplir la ley”, porque la ley, insiste, “establece con toda claridad que la higiene personal forma parte del acto educativo del profesional infantil en estas edades”, no solo en las escuelas infantiles. Y es que si en la escuela infantil una sola educadora “se ocupaba de todo el acto educativo” y, por tanto, también de la higiene, en el colegio parece que el mensaje es “que su cabeza es cosa de la maestra y que el cuerpo es de la auxiliar que viene solo a cambiarlo cuando tiene la debilidad de hacerte pis o caca”, protesta la experta.

Bastida, por su parte, defiende que “el personal docente tampoco es responsable de cambiar los pañales a niños y niñas. Al final el problema es el de siempre, hay poco personal para una cantidad de niños muy elevada que están yendo al colegio demasiado pronto”. Respetar los ritmos de los niños, resume, pasa por que “haya personal de apoyo y que las ratios en las aulas sean menores”.

Lo dicho, si estáis en casa en pleno proceso, mucho acompañamiento, mucha ropa de cambio, mucha paciencia y, no menos importante, una fregona a mano.

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