'Dantza', un bello ejercicio estético sobre los bailes tradicionales vascos

El director Telmo Esnal ha hecho en 'Dantza' un ejercicio estético sobre los bailes tradicionales vascos para construir una película con música y sin palabras que descansa en la fuerza y belleza de las imágenes.

Esnal, realizador de filmes como 'Urte berri on, amona' y 'Aupa Etxebeste', este último dirigido junto a Asier Altuna, ha presentado hoy su último trabajo, fuera de concurso, en la Sección Oficial del 66 Festival de Cine de San Sebastián.

'Dantza' se estrena dentro de las proyecciones especiales de la Sección Oficial tras haber ganado el pasado año el premio Glocal in Progress, concedido por la industria a producciones rodadas en lenguas no hegemónicas, en la primera edición de la sección del mismo nombre.

Aparte de afrontar una postproducción en mejores condiciones, este galardón fue “un golpe de autoestima” para el equipo de la película, según ha asegurado hoy Marian Fernández, de Txintxua, productora que se volcó en este proyecto después de Esnal se decidiera a dar forma a un filme en el que se aborda el ciclo de la vida desde la simbología de las danzas vascas.

“Había tanta pasión y ganas, y era una propuesta tan diferente, que me metí de cabeza para intentar levantar la película”, ha asegurado hoy Fernández en una rueda de prensa en la que ha acompañado a Esnal y en la que han intervenido también dos nombres claves en este trabajo, el artista Koldobika Jauregi y el antropólogo y folclorista navarro Juan Antonio Urbeltz.

Esnal llevaba tiempo queriendo llevar al cine las danzas tradicionales vascas y, aunque la posibilidad de hacer un documental estaba ahí, optó por la ficción, si bien en este caso la narración la escriben los propios bailes.

Son “símbolos en movimiento” los protagonistas de este largometraje, para el que Esnal ha creado la “historia de un pueblo campesino” ligado al “ciclo de la naturaleza”.

Un paisaje desértico y unos hombres ataviados toscamente abren los primeros minutos de la película mientras cavan surcos en una tierra que después irá floreciendo y evolucionando como sus gentes, todo dentro de una “deslocalización” premeditada y un tiempo que podría abarcar los 200 años, aunque tampoco se explicite.

La tierra, el caserío, la manzana, la sidra son parte de este espectáculo metafórico en el que el cromatismo va ganando en intensidad, con trajes que adquieren mayor sofisticación, aunque siempre pensados para hacer cómodos los movimientos a los bailarines, ha explicado Jauregi, que ha tenido mucho que ver con los conceptos estéticos de la película.

Urbeltz ha hecho entender a los impulsores del filme la simbología y las bases de las danzas vascas. De hecho, se han incorporado coreografías suyas de anteriores espectáculos.

“Llevar al cine como lo han hecho las danzas tradicionales es de matrícula de honor. Yo estoy muy contento”, ha asegurado el folclorista, quien ha comentado que se desconocen muchas cosas sobre los bailes tradicionales que, por otra parte, comparten elementos en todo el mundo, como la “ezpata-dantza”, la danza de espadas que no es un baile de guerra como muchas personas creen.

Esnal ha subrayado la labor “impresionante” que han hecho los bailarines, que no son profesionales y que han tenido que multiplicar las horas de ensayo para el rodaje y repetir escenas de la película, en cuya música ha trabajado también, además de Urbeltz y Marian Arregi, el francés Pascal Gaigne, ganador de un Goya por la banda sonora de 'Handia'.