Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

“EE sacaba a la luz la parte oscura del PNV, lo que otros partidos no se atrevían a denunciar”

Gaizka Fernández Soldevilla, posa con el libro 'La unión de la izquierda vasca'.

Aitor Guenaga

Los 25 años de la convergencia entre dos culturas políticas tan diferentes, la del PSE más obrerista y la de una Euskadiko Ezkerra abertzale constitucionalista nos sitúan en un debate muy actual: el futuro de la izquierda en Euskadi. El historiador Gaizka Fernández Soldevilla (Barakaldo, 1981) y la historiadora Sara Hidalgo García de Orellán han plasmado en el libro 'La unión de la izquierda vasca' (Editorial Catarata) cómo se produjo aquella convergencia en marzo de 1993, soñada diez años antes por el tótem de EE, Mario Onaindia, y pilotada después por Jon Larrinaga y Ramón Jáuregui, el último secretario general de EE y el primer líder del nuevo partido, respectivamente.

Una formación que nació en el teatro Arriaga de Bilbao en marzo de 1993 bajo el lema “Juntos una nueva mayoría” para quebrar la hegemonía del PNV. El nuevo partido puso en jaque esa hegemonía con la aplastante victoria en las elecciones generales de 1993 (293.000 votos, siete diputados y siete senadores) y con el concepto político del “postnacionalismo”, pero finalmente se estrella en las elecciones autonómicas de 1994. Fernández Soldevilla explica: “Querían hacer un partido nuevo, no solo integrar a los 'euskadikos' en el PSE. Un proyecto socialista, vasco, que no va a ser nacionalista, pero sí va tener clara la plurinacionalidad de España o algo parecido”. La realidad final es que ese proyecto de sustituir al PNV fracasa y termina por difuminarse, hasta desaparecer prácticamente. Hoy el PSE-EE gobierna con el PNV en todas las instituciones vascas abriendo lo que parece un ciclo largo de acuerdo que aún debe testar algo complicado: la renovación del autogobierno, un objetivo en lo que ambos partidos, de momento, solo han pactado el desacuerdo.

¿Qué es lo que pasó en marzo de 1993 entre el PSE y Euskadiko Ezkerra (EE): fue una convergencia, una asimilación o fue el cuadro de 'Saturno devorando a sus hijos'?

El término que ha quedado para la posteridad es convergencia, fue una fusión. El Partido Socialista de Euskadi tenía unos 8.500 militantes y EE tenía 2.100, pero todos no pasan al PSE. Es como una gota en un lago. Los dos partidos no estaban en igualdad de condiciones, hay un pez grande (PSE) y uno pequeño (EE) y el resultado de esa unión se parece finalmente mucho más al PSE que a EE.

La convergencia tiene muchos padres: unos hablan del tótem de EE, Mario Onaindia, otros del abogado Juan Mari Bandrés, pero creo que fue Jon Larrinaga, el último secretario general de EE, a quien hay que atribuir la idea.

Onaindía, desde principios de los 80, tiene la aspiración de conseguir la unidad de la izquierda vasca, para competir con el PNV, una izquierda nacional, alternativa. En el 82 se da un gran paso con la fusión con el PCE. Y en ese momento, Onaindia dice a buena parte de sus amigos: “la próxima, con el PSOE”. Pero la mayor parte de ellos se lo tomaron a broma. En 1993, el que retoma la idea de Onaindia y la pone en práctica es Jon Larrinaga. Cuando la cosa se pone en marcha, Mario, que entonces estaba retirado de la política en Madrid dedicado al mundo cultural, vuelve. Porque lo que le gustaba eran los retos.

Un reto y su propia ilusión confesada diez años antes.

Sí. Ambas cosas.

Ramón Jauregui, el primer líder del nuevo partido tras la convergencia, dice en su libro que de sus conversaciones con Onaindia queda que ambos siempre habían tenido “la misma inspiración: hacer una izquierda socialista vasca”.

Jáuregui y una parte del PSE tenían una sensibilidad más abierta a EE. El PSE más obrerista y tradicional veía a los 'euskadikos' con desconfianza: venían de ETA, eran nacionalistas, no tenían una base obrera. Pero si de buscar una aliado se trataba, en aquel panorama tan fragmentario en el País Vasco, no había otro posible. No podía ser HB que era el brazo político de ETA, ni el PCE, porque la parte vasquista ya estaba en EE y lo que quedaba era residual. Además, la propia evolución de EE en los 80 les hace aproximarse al Partido Socialista, a la socialdemocracia.

Jáuregui decía que el PSE quería ser “un partido de aquí” y no una sucursal del PSOE y EE se definía entonces como un partido autonomista de raíz nacionalista, constitucionalista, -Kepa Aulestia ya había dado en 1988 el 'sí' inequívoco a la Constitución- y que defendía con rotundidad que Euskadi era una nación.

El PSE, pese a que es el partido más antiguo de Euskadi, no había conseguido reivindicar su propia historia. A los ojos de la gente era como un partido nuevo. En ese contexto, se ve la posibilidad de fichar a personas con pasado nacionalista como Onaindia, Bandrés, Teo Uriarte y se cree que eso les va a dar un aire vasquista. Y en el otro lado está el único partido nacionalista que ha dado un 'sí' a la Constitución española, autonomista y con un abertzalismo constitucional. En esos momentos es cuando parece factible impulsar la convergencia.

Por cierto, un 'sí inequívoco a la Constitución', en 1988, realizado por Kepa Aulestia al parecer a espaldas de prácticamente toda la dirección, como recuerda Xabier Garmendia en el libro.

En el décimo aniversario, Aulestia piensa que hay que hacer algo, buscar un eslogan, una frase contundente. Ideológicamente habían evolucionado y ya no se oponían a la Constitución y eran constitucionalistas en un sentido amplio. Y así EE se convierte en el primer partido nacionalista de Euskadi que apoya la Constitución española, aunque sea con diez años de retraso. Pero como no había sido pactado y discutido por las bases, genera una polémica interna importante. No tanto por lo que se ha decidido, porque ya eran constitucionalistas, sino por la forma, por hacerlo a espaldas y sin debate alguno. Lo que ya no fue tan natural es que poco después esa misma EE, al hilo de lo que está pasando en 1990 en la antigua Yugoslavia y en Catalunya, dice 'sí' al derecho de autodeterminación, y eso provoca una crisis. Es verdad que pactan con el PNV una declaración de autodeterminación dentro del marco legal y totalmente respetuosa con la Constitución y el Estatuto, pero cuando se suma EA comienzan a cambiar las cosas porque no son tan moderados como los otros dos partidos.

Pero Jesús Eguiguren, referente del socialismo vasquista en el PSE, confiesa en el libro que la mayoría tradicional y obrerista de su partido veía a EE como un “partido nacionalista, se vistiera como se vistiera” y que solo los jóvenes guipuzcoanos veían como posible la colaboración con ellos.

Vienen de mundos muy diferentes. El PSOE había sufrido el zarpazo de ETA, los Comandos Autónomos habían matado a Enrique Casas y EE había tenido una vinculación muy íntima con ETA. EE además tenía esa arrogancia intelectual, que ellos mismos reconocen, de sentirse moralmente superiores, algo que molestaba mucho al PSE. Bandrés en Madrid como diputado era muy activo contra los puntos oscuros del gobierno de Felipe González y eso molestaba. Esas dos tradiciones, la obrera y la nacionalista, han sido problemáticas y cuesta mucho que casen. Sin olvidar que desde 1986 hasta 1993 ambos habían sido competencia directa, al menos por una parte del mismo electorado, y con discursos entre ellos muy duros. Ambos quería ser la referencia del socialismo vasco. El PSE parecía que estaba en una 'OPA hostil' sobre EE y Kepa Aulestia dudaba de la autonomía del PSE, a los que tildaban de sucursal.

Los dos partidos llegan debilitados a la convergencia: el PSE en declive electoral y EE partido prácticamente por la mitad hasta que se celebra el congreso de Eibar, en febrero de 1993. ¿Es esa debilidad la que espolea la convergencia? O como plantea el libro metafóricamente en su foto de portada, esas dos líneas de tren tenían que converger inexorablemente.

Si no hubieran estado tan débiles, no habrían convergido en ese momento. El PSOE estaba en declive, acosado ya por algunos escándalos de corrupción y ve que solo puede crecer absorbiendo partidos; lo hace con el PTE de Carrillo, la Fundación Europa y se autoproclama la “casa común de la izquierda”. Al otro lado, EE tiene una crisis electoral brutal, con dos almas y unas deudas tremendas, parece que han fracasado políticamente porque no han conseguido su proyecto de país y tiene la sensación de que se le está acabando su tiempo. Y la única manera que la mayoría ve de transmitir su legado es contribuyendo a crear un proyecto nuevo.

¿El proyecto entonces se había agotado?

Sí, se había agotado. No puede sobrevivir por sí mismo. Su gran oportunidad en 1986-87, cuando negocian un gobierno vasco con PSE y EA, la perdieron. Y finalmente solo les quedó meterse junto al PNV en el Ejecutivo y hacer de sostén, cuando su gran aspiración histórica había sido sustituir al PNV.

Resulta paradójico porque en esa época, fuera de Euskadi, había casi una admiración política por EE. Por su crítica al PNV, al que llamaba partido de derechas cuando casi nadie lo hacía.

Claro, es que EE no tenían complejos. ¡Qué les iba a decir el PNV a Mario Onaindia o a Teo Uriarte, que habían estado condenados a muerte por el franquismo! ¿que no eran vascos? Podían decir cosas que el PSE no se atrevía o tenía más cuidado. EE estaba cómodo luchando contra ese ansia patrimonializadora y hegemónica del PNV de querer controlarlo todo. Y además eran muy modernos, con un discurso muy racional, cívico, muy intelectual con un montón de profesores universitarios, intelectuales y muy bien visto además en Madrid. Joaquín Sabina venía a hacer campaña por Bandrés, algo imposible en cualquier otra partido de la época.

Lo ha citado de refilón, hay tres elementos muy espinosos que pesan durante la convergencia y al año siguiente: la corrupción del PSOE en 1993, un año después estalla el terrorismo de Estado de los GAL y, además, un caso doméstico, el amaño de las oposiciones de Osakidetza en beneficio de personas del PSE. ¿Cómo inciden en la convergencia?

Son clave. En 1993, tras la convergencia, hay elecciones generales y, mientras en España el PSOE se estanca y porcentualmente baja, en Euskadi consigue un resultado histórico: casi 300.000 votos, superando al PNV como partido más votado. Parece entonces que eso de sustituir al PNV, acabar con su régimen y crear una Euskadi nueva y plural es posible. Se despierta el entusiasmo. Todo eso se desinfla en las autonómicas de 1994: pasa a 170 y pico mil. Hay una parte del PSE que lo achaca a la convergencia, argumentado que sus votantes la han castigado. Las encuestas postelectorales, sin embargo, no dicen eso. Más bien lo que pasó es que una parte de los votantes socialistas ha dejado de votar al PSOE, no que ha castigado la convergencia. Y cuando les preguntan por qué lo han hecho, señalan todos a la corrupción o a la mala gestión del Gobierno de González. Lo que hay es un voto de castigo contra su gobierno.

Pagaron justos por pecadores, entonces.

Lo sufre el PSE-EE, que no es responsable de eso. Una parte del voto socialista se va a IU y otra parte del voto de EE, a la abstención, porque se resisten a votar al partido del GAL, la corrupción... Además. el voto del PSE siempre ha sido muy dependiente de la suerte del PSOE, cuando le va bien, en Euskadi va también bien y viceversa. Y luego el 'caso Osakidetza', un amaño en el que están implicados miembros del PSE que afecta muchísimo.

Para la historia quedará la famosa frase del entonces consejero de Sanidad, Iñaki Azkuna, de que una cosa es meter a alguien en la Administración y otra llenar buses enteros con ese fin.

(Risas) Probablemente, si solo hubiera sido Osakidetza pues... Pero es que estaba el GAL, Filesa... y un montón de escándalos que ocurren a la vez entre 1993 y 1994. En los periódicos de la época la corrupción llenaba páginas todos los días y la imagen de aquel González joven y renovador que había ganado las elecciones de 1982 está completamente deteriorada. Y todo eso se relaciona con el experimento realizado entre el PSE y EE.

Las militancias tampoco empastaron del todo, salvo casos muy concretos como Zarautz o Andoain. Eguiguren recuerda en la publicación que les llamaban “los listos” a los 'euskadikos' y algunos de éstos entraron en las agrupaciones socialistas y se dan cuenta de que no había discusión y debate políticos y que era más un “partido de poder”.

EE tenía una cultura de partido muy diferente, anómala incluso. Es el partido con mayor grado de democracia interna de los que ha habido en Euskadi. Había una tendencia la asamblearismo, pero al asamblearismo de verdad. Se debatían las cosas y había ponencias de la dirección que salían derrotadas y no pasaba nada. No había traumas, ni escisiones, ni dimisiones porque se debatiesen, se hablaran o se hiciesen cosas. Incluso en las publicaciones internas había cartas y artículos contra el secretario general. Eso no se ha visto en ningún partido, se críticaba al líder y no pasaba nada. El PSE, como el resto de partidos, era más tradicional, jerárquico. Los militantes de EE entran al PSE esperando funcionar como antes, pero se encuentran con otra realidad: un partido jerárquico, burocratizado, en el que no hay debate, que no hay aportaciones y que mandan los líderes, y eso les traumatiza. No están a gusto.

Eso estalla en el famoso congreso de Vitoria en el que Jáuregui deja el liderazgo en manos de Nicolás Redondo Terreros y Jon Larrinaga dice que se ha borrado de un plumazo la herencia que quedaba de EE y la convergencia.

El proyecto de Ramón Jáuregui, su apuesta personal tan arriesgada, que tuvo el valor de acometer, la inteligencia de que fuese bien, tras el 94 se ve que ese proyecto ha fracasado, y cuando hay un relevo en la secretaría general, el proyecto se aparca. Se nota en las ponencias del Congreso, hay un giro. El vasquismo de los años 93 y 94 cambia y la gente de EE que estaba en puestos clave desaparece, bien por cansancio o porque les apartan.

Fue usted, con su anterior libro, el que acuñó esta frase: “En el PSE, de Euskadiko Ezkerra solo quedan las siglas”. “En el PSE, de Euskadiko Ezkerra solo quedan las siglas”.

Ahora matizaría. Lo más importante que queda son las siglas, sí. Pero, el PSE de hoy en día no es el proyecto que quería EE en la convergencia de 1993, y eso hay que tenerlo claro. Pero si hay 'euskadikos' en puestos clave. La política local en Zarautz, Andoain y otra cosa que se olvida es la gente de Cristianos por el socialismo, que sigue en el PSOE y es una herencia de EE, y la Mario Onaindia Fundazioa, que está en los aledaños del PSOE. Pero todo esto de lo que hablo es una gota en el partido, sin duda.

Con el Gobierno de Patxi López, en 2009, se recupera de nuevo a gente que procedía de EE.

Es curioso. Con López de líder del partido se da un giro y se recupera a muchos 'euskadikos', gente que incluso se ha ido del PSE-EE y acaban de senadores Roberto Lertxundi, Imanol Zubero, de viceconsejeros tenemos a Arantza Leturiondo, Jon Azkue, Lurdes Auzmendi, en el Parlamento vasco también hay gente de EE como Mikel Unzalu. Hay muchos 'euskadikos' en puestos importantes, clave. López y su equipo hicieron un esfuerzo importante por recuperar una parte de ese legado de EE y dar voz a los 'euskadikos'. Ahora con Idoia Mendia también veo esa preocupación de reivindicar ese legado, pero la cuota de poder es mucho más pequeña para el PSE-EE en el Gobierno.

Eguiguren veía la convergencia como “la gran oportunidad de vasquizar el PSE”. Pero resultó que los que vinieron de EE eran justo los socialdemócratas que estaban “escarmentados del nacionalismo”.

Si hablamos de un vasquismo a la manera de un PSC catalán, catalanismo, que es otra cosa, eso no ocurrió. De hecho, se ha visto que el PSC ha tenido graves problemas internos, que en su momento no se veían. El catalanismo no era como el vasquismo aquí, era más nacionalismo. En el PSE. el aporte de gente es de personas euskaldunes, escritores en euskera, traductores, intelectuales... son gente de cultura euskaldún pero no nacionalistas. Lo han sido y lo han superado. Pero son una minoría.

Antes hablaba de Mario Onaindía, el gran tótem de EE y el más odiado para el PNV, su peor enemigo. Esa frase reiterada de Xabier Arzalluz en los mítines recordando el pasado violento de Mario, de Patxo Unzueta, de su militancia en ETA y la coletilla de “los conversos, a la cola”.

Un sector del PNV odiaba a Mario y a esa gente. Eran cuña de su propia madera. Efectivamente, es muy famosa esa frase de Arzalluz, hasta el punto de que Mario solía decir: “me odias ahora que he dejado las armas, pero cuando las tenías, no, entonces era un héroe. Ahora que hemos logrado que los 'polimilis' dejen de matar, nos hemos vuelto pacifistas, nos llamáis terroristas, pero antes no lo hacíais”. Eran unos nacionalistas a los que no se les podía cuestionar su nacionalismo, muchos incluso tenían vínculos familiares con el PNV.

La vida al final le llevará a Arzalluz a abrazar el soberanismo en su última etapa política después de haber dicho, mucho años antes, que el derecho de autodeterminación era una “virguería marxista”.

Y que la independencia solo valía para plantar berzas. Los de EE hacían un discurso sin complejos contra el PNV. Javier Olaberri fue muy famoso en el Parlamento por sus acusaciones contra la gestión del PNV, sacaban a la luz la parte oscura del PNV, lo que otros partidos no se atrevían a hacer, a denunciar: la mala gestión, la posible corrupción, el intento de patrimonializar Euskadi y hacerla a su imagen y semejanza, el intento de controlar los medios de comunicación públicos, la Ertzaintza... EE denunciaba todo eso, era un Pepito Grillo y se lo decía a la cara. El PNV no lo aguantaba, pero además las críticas venían desde un partido nacionalista que planteaba un nacionalismo nuevo y diferente: progresista, autonomista, alternativo. EE era también una ventana a Europa, traen discursos europeos tan adelantados que aquí suenan casi inconcebibles. Son los primeros partidos que incluyen las cuotas para las mujeres en las listas, introducen los derechos del consumidor, el discurso abiertamente ecologista, la reivindicación de las 35 horas y la Renta de Garantía de Ingresos, que por cierto es una idea de EE. Fueron unos adelantados a su tiempo y no fue comprendida su aportación.

En el artículo que hoy avanzamos de la actual líder del PSE-EE, Idoia Mendia, bajo el título 'Converger desde la izquierda para transformar Euskadi', reconoce que ambas tradiciones llegaron a 1993 mirándose de reojo, pese a las cosas que tenían en común. Y habla de “la gran casa del socialismo, con las puertas abiertas para quienes querían que Euskadi dejase de estar plagada de txokos con derecho de admisión”, en alusión a los nacionalistas excluyentes.el artículo que hoy avanzamos de la actual líder del PSE-EE, Idoia Mendia,

Los líderes que hacen la convergencia, Jáuregui, Larrinaga, Onaindia... desde luego que tenían esa idea, quería hacer un partido nuevo, no solo integrar a los 'euskadikos' en el PSE. Un proyecto socialista, vasco, que no va a ser nacionalista, pero sí va tener clara la plurinacionalidad de España o algo parecido. No vislumbran al País Vasco solo como una autonomía y sí más bien como una nación. Hablan de ser nacionales, aunque no nacionalistas.

Hay un concepto que usa Mario Onaindia, que luego hace suyo Ramón Jáuregui que es la “teoría del postnacionalismo”. Aunque si vemos lo que pasa en Catalunya más bien parece que estamos justo en todo lo contrario, en una etapa de debilitamiento del Estado.

Ese es un concepto que introduce Jon Juaristi en el País Vasco y lo retoma después Onaindia. El postnacionalismo lo que quiere decir es que el nacionalismo ya ha conseguido sus objetivos y ya está agotado; todos estamos de acuerdo con la autonomía, y ahora toca hablar de la sociedad, del Estado del bienestar, de cómo se organiza la autonomía, etc. Eso en 1993 y 1994 parece muy atractivo. Hasta tal punto es así que Xabier Arzalluz, cuando Ardanza le anuncia que no se va a presentar a las autonómicas de 1994, le convence de que se quede porque tiene miedo de que Ramón Jáuregui sea lehendakari. Arzalluz dice literalmente: “ese discurso del postnacionalismo es muy inteligente y nos va a hacer daño”. En esos años parece que el postnacionalismo funcionaba. Si lo vemos desde la perspectiva actual, no ha sido así y se nos aparece como una teoría completamente trasnochada. Y el ejemplo es Catalunya. En Europa parte de la izquierda, que antes se la identificaba por el internacionalismo, ha adoptado discursos identitarios, un filonacionalismo que es difícilmente entendible.

Hay una reflexión de Larrinaga en el libro muy interesante, sobre todo mirando al futuro de los gobiernos de coalición PNV-PSE-EE, cómo los peneuvistas lo capitalizan electoralmente, según todas las encuestas, y el debate sobre el “nuevo estatus”: “Colaborar en la Administración no es suficiente para asentar proyectos de país”. Y de hecho PNV y PSE, en materia de autogobierno, solo han sabido pactar el desacuerdo.

Para un proyecto de país hace falta un pacto entre diferentes, donde se produzcan cesiones, pero sobre todo ser leal a ese proyecto que se acuerde. Ahora mismo en Euskadi no creo que haya un proyecto de país consensuado, ni tenerlo a corto o medio plazo. Hay diferencias muy acusadas y además no creo que exista esa generosidad que hubo con el Estatuto de autonomía o esa capacidad de diálogo para forjar grandes consensos. Hoy en día no existe. Nuestros políticos actuales no actúan como los de la Transición, donde políticos muy inteligentes que venían de mundos muy diferentes e incluso enfrentados supieron pactar las grandes cosas y ser leales con esos acuerdos.

En esa gran casa del socialismo de la que hablaba Mendia, la dirigente socialista, en relación con el futuro de la izquierda y la relación entre el PSE y Podemos, también añade: “vemos en muchas ocasiones grandes coincidencias con otros espacios que se definen de izquierdas, pero vemos todavía con demasiada frecuencia que aquellos con los que coincidimos hacen más esfuerzo en socavar el espacio que compartimos que contribuir desde la suma a evitar el desmantelamiento del Estado del bienestar, que se empeñan más en oponerse al socialismo que en influir en la vida de la ciudadanía”. Sin duda, hay un debate abierto sobre el futuro de la izquierda de este país.

El futuro de la izquierda es más complicado porque hay dos grandes partidos uno tradicional (PSOE) y otro nuevo (Podemos), que ha venido para quedarse, parece; y ambos están compitiendo por el mismo espacio -no podemos ser ingenuos- por quién es el partido referente de la izquierda. Lo mismo que pasa en el ámbito de la derecha con el PP y Ciudadanos. Y tienen que competir entre ellos, zumbarse y hasta exagerar las diferencias. Los acuerdos son difíciles al principio, pero cuando la cosa se asiente, se vea quién tiene la primacía y qué partido es el secundario, los pactos serán más factibles, políticas comunes y alianzas. Pero todavía no está claro.

¿Y el PSE-EE, con la izquierda abertzale, con EH Bildu?

Con la izquierda abertzale pasa algo muy diferente que con Euskadiko Ezkerra. En 1977 era una coalición vinculada a ETA, le cuesta muchos años desvincularse de ETA y de su legado y convertirse en un partido de ciudadanos. La izquierda abertzale tradicional, la que queda hoy en día...

La que nunca ha condenado a ETA, para entendernos.

Esa izquierda abertzale no está en esa fase. ETA está en activo y lo único que les queda es echar la persiana, pero ese mundo no ha sido capaz de cortar el cordón umbilical con ETA. Lo que hizo Mario Onaindia, autocrítica, salir públicamente criticando su pasado, reconociendo lo que hicieron mal, dar pasos hacia adelante y perder el odio, los prejuicios o ese discurso tan extremistas. No sé si lo hará, ojalá sí, pero cuando lo hagan y se libren de ese lastre, todo será posible. Ahora mismo, no. Están aún con un pie en el pasado.

La última cuestión es una pregunta trampa, lo admito: ¿Qué cree que hubiese pasado si en 1986 hubiese fructificado el acuerdo PSE-EE-EA? ¿Qué Euskadi tendríamos hoy?

Hacer un contrafactual siempre es peligroso. Sin duda fue una gran oportunidad histórica perdida para EE, pero también para Euskadi. Se hubiera conseguido una alternancia en el poder, en vez de estar tantos años seguidos el mismo partido, que sea el que sea, en este caso el PNV, siempre es peligroso para una institución. Un proyecto de país muy diferente, más plural. El PNV construyó su hegemonía a su imagen y semejanza, hasta el himno de Euskadi es el del PNV, el 'Gora ta Gora', la ikurriña, el nombre, todo está hecho a su medida. Ese gobierno vasco tripartito fallido de corte progresista hubiera alumbrado una Euskadi mucho más plural, más abierta en las instituciones. No se pusieron de acuerdo por el poder. EA y Carlos Garaikoetxea querían la Lehendakaritza y no renunciaron a ella, pese a que no era la fuerza más votada. Y en esa competencia entre los dos partidos al final se rompió todo. El PNV habría visto las cosas de otra manera en la oposición, sin duda. Y para EE hubiera supuesto la plasmación material de su proyecto: socialistas, autonomistas y nacionalistas con una idea de una Euskadi avanzada dentro de una España democrática, mandando a los que se habían adueñado del país a una posición secundaria. Pero fracasaron.

Etiquetas
stats