Gurutz Larrañaga, absuelto en el 'caso De Miguel': “Es muy difícil revertir el verte asociado al problema de la corrupción”
Gurutz Larrañaga (Azkoitia, 1947), como exviceconsejero de Cultura del Gobierno vasco, era el más alto cargo sentado en el banquillo de los acusados en el 'caso De Miguel', el mayor de corrupción en Euskadi y que se cerró este martes con una sentencia contundente contra los principales implicados, exidirigentes y excargos del PNV. Pero también ha habido absoluciones. Una de ellas es la suya y concede esta entrevista con el ánimo de paliar la denominada 'pena de banquillo'. “En 22 años de cargo público nunca he cometido ilegalidades. Siempre he actuado con honradez y transparencia”, proclama.
Larrañaga fue procesado por haber firmado los contratos que su subordinado, Xabier Sánchez Robles, adjudicó de manera irregular a las empresas de la trama dirigida por el ex 'número dos' del PNV alavés, Alfredo de Miguel, en su condición de director de Juventud del Gobierno vasco. La sentencia deja claro que la elección de las empresas, el modo de contratación y el seguimiento de los trabajos -algunos se pagaron y ni siquiera se ejecutaron- fue cosa de Sánchez Robles. También que Larrañaga, a diferencia de Sánchez Robles, no tenía una relación de amistad con De Miguel y sus socios Iñaki San Juan o Josu Montés, también condenados por lucrarse con estas contrataciones. No aparece en el sumario ningún 'email', viaje o comida de 'txoko' con ellos.
“He sentido un gran alivio”, confiesa Larrañaga tras conocer el fallo. Califica la última década de “una pesadilla prolongada”. “Es muy difícil revertir el verte asociado al problema de la corrupción”, abunda. Y sigue: “Quieras o no se da una condena social previa. Esto influye en tu honor y buen nombre en la calle, en el barrio y hasta en el supermercado aunque estés inmerso en un proceso sin justificación”. Larrañaga, antes de viceconsejero de Cultura fue concejal en Donostia y en Bergara. Ahora se halla jubilado y apartado de la vida política, a la que no tiene intención de regresar.
Sobre la sentencia, Larrañaga afirma que “llama la atención la dureza de la pena” contra su subordinado, a quien paradójicamente él no eligió para el cargo. Y se siente “decepcionado” por los hechos que se han conocido. Afirma que “en un principio”, cuando se produjeron las imputaciones, se puso en contacto con Sánchez Robles para pedirle explicaciones pero nunca las obtuvo: “Nunca recibí una explicación coherente y fundamentada”. Es más, en el juicio su relación fue fría, no más que los saludos de rigor. “No me aclaro las circunstancias”, insiste.
Larrañaga cierra el proceso contento por el final pero preocupado por dar la vuelta a años expuesto a una posible condena. El exviceconsejero agradece la confianza de su familia y entorno más próximo y alaba también a su letrado, Miguel Alonso. “Sin su trabajo no habríamos llegado a esta situación”, enfatiza. Desde el primer momento, la estrategia de defensa pasó por distanciarse del núcleo de De Miguel y de Sánchez Robles hasta el punto de que Larrañaga fue el primero de los imputados en acceder a contestar a todas las preguntas que se le formularan. Dijo entonces que no tenía nada que ocultar y que era su obligación como servidor público. Ahora ha quedado absuelto.