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Laia Sanz, motociclista de rally

“Después de un Dakar los periodistas me preguntaron si estaba casada o no, y si mi novio me dejaba ir a correr allí”

Laia Sanz durante el Dakar 2019

Maialen Ferreira

La primera vez que Laia Sanz (Barcelona, 1985) participó en una carrera fue gracias a su madre. Desde muy pequeña empezó a andar en moto porque su padre era un gran aficionado a la gasolina, pero fue su madre la que lo incitó a apuntar a Laia en un Trial de niños en Corbera de Llobregat, su pueblo natal. Ahora, la nueve veces campeona del Dakar, tricampeona del mundo de Trial y cinco veces campeona del mundo de Enduro, bromea diciendo que seguro que su madre se arrepiente de aquel día, por el miedo que pasa cada vez que corre en el Dakar. “Suerte y cabeza” son las palabras que le escribe antes de salir a cada carrera.

La motorista ha tenido que demostrar su valía sobre las dos ruedas ganando campeonatos para que se le comenzara a tomar en serio. En equipos pasados, recuerda, ha vivido tratos distintos por el hecho de ser mujer, como tener motos peores que sus compañeros masculinos o que todo el equipo volara en clase bussines y ella no. A pesar de ello, asegura estar muy contenta con su equipo actual, aunque los tratos discriminatorios en el mundo del deporte no hayan cesado:

“Recuerdo en los Dakar en Bolivia o Perú que al final de etapa los periodistas me preguntaron si estaba casada o no, y si mi novio me dejaba ir a correr allí con tanto chico en el vivac. Son cosas que pasan por desgracia y que todavía tienes que oír, pero que a las alturas que estamos ya chocan”, ha explicado durante el congreso Mujer y Deporte celebrado en Bilbao los días 25 y 26 de febrero.

El dinero que reciben por cada victoria en el Dakar también es distinto: 50.000 euros para ellos, mientras que ellas cobran 5.000 si resultan ganadoras. Y es que, muchas veces, la carrera más difícil de estas deportistas es la de demostrar que valen lo mismo que ellos.

“El deporte del motor es muy machista. Siempre he tenido que luchar y demostrar más que los hombres, incluso cuando ya tenía unos cuantos títulos mundiales”, ha indicado Sanz.

No obstante, el ser una mujer en un mundo de hombres también le ha aportado cosas buenas. Romper con la norma le ha permitido destacar y lograr patrocinios de empresas que apuestan por la diversidad en el mundo del deporte, ya que el hecho de que se salga de lo establecido “normalmente gusta”.

Sanz es la primera piloto -hombre o mujer- en activo que consigue finalizar nueve ediciones consecutivas del Dakar. A diferencia de otras carreras, el Dakar no se trata exclusivamente de velocidad. La navegación y la táctica también son puntos importantes para obtener un buen resultado. Características, que dejan un poco de lado las cuestiones físicas y permiten que las mujeres y los hombres estén más equilibrados. A pesar de que el Dakar “le enganche”, si tuviera que escoger alguna modalidad, la piloto catalana se quedaría con el Trial porque es la disciplina que le ha permitido estar donde está ahora.

La piloto recuerda las reacciones de aquellos padres durante sus inicios que la consideraban “un bicho raro” por el hecho de ser una niña en una moto. Algo de lo que siente orgullosa, más incluso de sus títulos, es del hecho de que cada vez existan más niñas interesadas por este tipo de deportes y sean vistas como un piloto más:

“Cuando yo empecé lo tuve muy difícil porque no había niñas y ahora hay muchas más que hacen deporte y siento que yo he ayudado a los padres a que se atrevan a comprarle una moto a sus hijas y no sólo a los hijos”, ha explicado.

Y es que Laia Sanz termina su libro Quien tiene la voluntad tiene la fuerza con la frase “mi único deseo es que puedan crecer en un mundo en el que ser chica sea cada vez menos difícil, en moto o sin ella”, un lema que, gracias a historias como la suya, que abren paso al resto de las chicas, cada vez está más cerca de cumplirse.

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