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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Tenemos Memoria y Relato

ETA no tiene actividad militar, sólo política, dice el antiterrorismo francés

Gorka Angulo

Periodista y responsable de Comunicación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo —

La banda terrorista ETA ha hecho como que se disuelve, en una especie de novelón por entregas, para que el Gobierno central haga un gesto con sus presos para salvar los muebles de la derrota, convertida para los hinchas de los etarras en victoria o empate infinito en la prórroga. Los pistoleros en la reserva hacen como que bajan la persiana y cuelgan el cartel de “se liquida por cese del negocio”, pero dejan una especie de comisión encargada de vigilar el legado de la banda. Vamos, que no se van del todo, como en lo del “desarme” tampoco entregaron todo. Al citado órgano, clandestino, lo denominan Comisión Técnica Provisional para Gestionar las Consecuencias de la Iniciativa Armada de ETA y estará formado por 20 etarras. Esas denominaciones tan largas, y tan egocéntricas por tantas mayúsculas, eran típicas en el tardofranquismo en formaciones de extrema izquierda que tenían más siglas que militantes, y que cuanto más largo era el nombre más radicales eran. En fin, que los etarras siguen con su complejo de directores espirituales de la trama política de lo que ha quedado de ellos. Tan pronto como se ha bajado el telón del circo de estos payasos trágicos ha comenzado una nueva etapa en la que toca contar lo que pasó para que no se nos olvide y nuevos iluminados tengan la tentación de seguir el ciclo iniciado por la partida del cura Santa Cruz y culminado por el terrorismo abertzale.

De todo esto quedan ahora los terroristas en la cárcel y sus víctimas, en el cementerio, en su casa, en el olvido o lejos de tierras vascas. Empecemos por ahí: los terroristas eligieron ser terroristas y sus víctimas no eligieron serlo. Los terroristas decidieron ser terroristas para “darlo todo por Euskal Herria”. Ese “darlo todo” consistía en elegir a sus víctimas, al azar o por procesos selectivos, para quitarles todo (la vida) o algo (sus propiedades o su dinero). Ahora nos salen las lumbreras de turno, las que nos decían que ETA era invencible policialmente o que no había más solución que negociar, para recordarnos que hay que hacer algo por los presos vascos, denominación reservada en exclusiva a los etarras en la cárcel, de la que quedan fuera los vascos que cumplen condena por otros delitos sin coartada política. Son los que olvidan que los etarras encarcelados lo están por asesinar, secuestrar, extorsionar, sabotear o contribuir a todo ello. Son los que llaman “presos políticos” o de “naturaleza política” a los delincuentes que penan por delitos a los que pusieron un argumento político. Para ellos, la única respuesta que hay es el Código Penal aplicado en función de su colaboración con la Justicia. Si lo que se habla es de vencedores y vencidos, quizá convendría no olvidar que aquí ya tenemos a más de 850 vencidos y que de la cárcel se vuelve más tarde o más temprano, pero del cementerio no se vuelve nunca. La memoria debe darnos para ser capaces de recordar no solo lo que ocurrió hace 80 años en la Guerra Civil o durante el franquismo, también lo que ocurrió anteayer por la tarde con el terrorismo, cuando pasamos sin solución de continuidad de la dictadura de Franco a la dictadura de ETA. Tampoco debemos olvidar a otros terroristas que pretendían acabar con ETA con más terrorismo y que merecen una condena tan contundente como la del terrorismo etarra. Me refiero a esas siglas siniestras que intentaron hacer de Euskadi un nuevo Ulster con dos bandos. Afortunadamente tuvieron una vida efímera esos grupos llamados Batallón Vasco Español (BVE), Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) y otras banderas de conveniencia de signo ultraderechista o parapolicial, de los que pensaron que la solución al terrorismo era su particular interpretación de la Constitución, los cuerpos policiales y los tribunales de Justicia. En la hora del relato no nos faltan los que echan de menos a los GAL y nos recuerdan la benevolencia penal a sus instigadores. Quizá olvidan a los matarifes en serie de ETA (hay más que de los GAL), que estuvieron en la cárcel unos meses por cada una de sus víctimas o que esos grupos terroristas jamás tuvieron apoyo social, pintadas de apoyo, partidos políticos que justificasen sus crímenes o manifestaciones que empezaban dando vivas a la muerte y los coches-bomba o pidiendo más sangre y esquelas. Quizá nadie ha contado, empezando por Euskal Irrati Telebista, que los GAL dejaron de asesinar en 1987 con un sangriento balance de 27 asesinatos. El año de su desaparición, ETA solo en el atentado de Hipercor dejó 21 víctimas mortales.

 Por tanto, no nos olvidemos ni del terrorismo, ajustándonos a sus sangrientas aportaciones cualitativas y cuantitativas, ni de sus consecuencias. La primera sus víctimas, los protagonistas de nuestra memoria y nuestro relato. Ante las mismas hay dos generaciones. Una de más de cuarenta años, en la que predominan los que quieren pasar de página rápido, sin que falte el típico idiota en plantilla recurriendo al “derecho a la desmemoria”, mientras de paso pide que los presos etarras sean puestos en libertad, al margen de sus delitos, porque la banda se ha disuelto. Primero escribimos la página con criterios de Memoria, Justicia, Verdad y Dignidad, y después la leemos hasta que se nos quede en la duramadre. Para que no se olviden los mayores de cuarenta de lo que pasó, de quién disparó, y para que los menores de treinta, que no vivieron aquello, sepan también lo que ocurrió y no tengan la tentación de repetirlo. Entretanto, no estaría de más en Euskadi y Navarra un proceso de limpieza a fondo de memorias y paredes. Limpieza de esos delirios frustrados y de esas pintadas que decían que iban a ganar, que iban a obligar al Estado a negociar, que iban a conseguir en una negociación con ETA lo que no se conseguiría en las urnas, que iban a lograr con percusión lo que no lograban con persuasión. ¿Han pensado los que rechazan lo de “vencedores y vencidos” cómo hubiera sido todo si los etarras y sus palmeros hubieran sido los vencedores? ¿Han pensado los etarras y su trama civil en contar a sus hijos y a los que están en la cárcel que no han conseguido ninguno de sus objetivos después de asesinar a más de 850 personas?

Los inventores de palabras, de terceros espacios o de estrategias para salvar la derrota más que cantada de la banda terrorista y sus afines nos dicen ahora que comienza una nueva etapa: ¿la del Año Cero? ¿La del Primer Año de la Victoria? Nos repiten hasta el aburrimiento dos palabras de las que no nos explican su interpretación particular: convivencia y reconciliación. Sobre convivencia, yo solo pido que se cumpla la ley, que no se hagan interpretaciones a la carta de la Constitución, que no se confundan programas políticos particulares con catálogos de derechos colectivos o que se aplique a conveniencia la ley del embudo. Solo pido que nuestro autogobierno sirva para organizar nuestra convivencia y que nuestras autoridades sean capaces de aplicar la ley para, por ejemplo, recordar siempre a las víctimas y evitar recibimientos que en otras latitudes no se harían nunca con violadores en serie o narcotraficantes excarcelados. Y además me gustaría hacer un par de ruegos. A los nuevos arquitectos de la paz pedirles que con las rebajas no nos conviertan en el Parlamento vasco el “suelo ético” en sótano ético o se pongan a diseñar nuevas construcciones nacionales en las que los ajenos a la obra tenemos prohibido el paso, como en el Pacto de Estella. Aquí de lo que se trata es de que los que jaleaban a los terroristas se integren en la Democracia y no sea la Democracia la que se integre en ellos. Y un ruego también a los que tanto se preocupan de los etarras presos que hay que acercar a Euskadi. Solicitarles que se acuerden de los vascos que se tuvieron que ir de Euskadi por culpa de los que están en la cárcel o por sus conmilitones, profesionales o amateurs. Los que se fueron porque no querían pagar a los terroristas o porque no querían aceptar su ideario.  

Sobre la reconciliación proponer que se utilice la política para debatir, para contrastar, para respetarnos. En este país la política solo ha servido para romper familias, cuadrillas, amistades, relaciones de vecindad o mesas de comedor. No estaría de más que nuestros dirigentes políticos buscasen lo que de verdad nos une a los vascos,  que más allá de la ikurriña y el euskera es bien poco. Si no nos ponemos de acuerdo ni para denominar a nuestra tierra ni para tener una jornada festiva que nos una a todos, ¿qué sociedad vamos a construir en la que nadie se sienta ajeno o marginado?  

*Gorka Angulo Altube es periodista y responsable de Comunicación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo.

 

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