Ayuso, bien

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La Agencia Estatal de Meteorología da información esencial para avisar de las lluvias torrenciales y récord como las que esta semana han causado muertes, destrozos y caos por toda España. La alerta que se puede enviar por radio a todos los móviles en una región es una herramienta que respeta la privacidad del usuario (ninguna institución tiene acceso a su teléfono), se utiliza desde hace más de una década en Estados Unidos y es una obligación para todos los países de la UE desde 2022.

Son dos hechos básicos que ha merecido la pena recordar ante la difusión de peligrosos mensajes de políticos y otros que cuestionan la fiabilidad e incluso las intenciones de quienes tratan de hacer su trabajo con los instrumentos científicos y tecnológicos disponibles –por suerte, cada vez más– ante una emergencia que amenaza vidas. 

España ha sido especialmente resistente a mensajes anti-ciencia en comparación con otros países similares en riqueza, educación y contexto político, como demostró durante la pandemia, cuando apenas calaron los bulos anti-vacunas y anti-mascarillas. La confianza en la ciencia y la tecnología tiene múltiples explicaciones, pero un factor clave para mantenerla son las voces políticas. Durante la crisis del COVID, vivimos debates poco rigurosos e incluso peligrosos sobre las medidas sociales de contención, pero ningún partido del espectro político cuestionó los instrumentos médicos que teníamos o que faltaban para protegernos. Los colegas de Estados Unidos, Francia o Reino Unido todavía se sorprenden al saber que en España líderes también de los partidos más extremos y anti-sistema llevaban mascarilla y se vacunaban, como la casi totalidad de la población. Los bulos sobre vacunas apenas tuvieron efecto sobre la población y mucho menos que en Alemania, Estados Unidos o Argentina, como muestra una encuesta de 2021 del Instituto Reuters para el estudio del periodismo de la Universidad de Oxford.

Pero la confianza en lo más básico se va ganando o perdiendo caso a caso, y nada es irreversible. Miramos a Estados Unidos y nos preguntamos cómo millones de personas creen que la actividad humana no ha alterado el clima, Kennedy fue asesinado por un complot secreto internacional, Trump no ha hecho nada malo, los padres de niños asesinados en una escuela se inventaron sus muertes o el mejor criterio para saber si algo es verdad es “lo que diga tu instinto”. La desconfianza en las instituciones y cierto grado de paranoia tienen una larga trayectoria histórica en Estados Unidos, pero el salto esencial en la última década ha sido que el Partido Republicano ha jugado con fuego durante años. Ahora se encuentra dominado por los que antes estaban en una esquinita y que los políticos sólo agitaban de vez en cuando por un puñado de votos.

Mientras los efectos del cambio climático se exacerban y los gobiernos tienen que tomar decisiones no siempre fáciles para paliarlos, ya estamos viendo también en España una tendencia a negar lo más básico de la ciencia para pillar votos por ahí. Es peligroso y sabemos por la experiencia de otros países que no acaba bien. 

Por eso es especialmente importante la repetición de los hechos más básicos por parte de voces respetadas entre los votantes conservadores, que son los que, según un estudio con los datos disponibles de Meta, están más expuestos a bulos y mentiras en redes y son más proclives a caer en mensajes anti-ciencia. Los políticos son fuente habitual de desinformación, como identifican los propios ciudadanos. Y por eso importa tanto que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, pare los pies a sus colegas de partido en su ciudad y en su país repitiendo los dos hechos más básicos: que la alerta de la AEMET fue útil y salvó vidas, y el aviso a los móviles se desplegó de manera adecuada para llegar a todo el mundo en un territorio, no pone en cuestión la privacidad de nadie y es una herramienta más que nos da la tecnología para intentar prevenir lo peor. Los hechos más básicos tienen que trascender el debate partidista, y cuando lo hacen es, sin reservas, una buena noticia.