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Antigitanismo académico y feminismo pseudoilustrado

Protesta de mujeres gitanas por la igualdad

Patricia Caro

Hace unos días leí la entrevista que eldiario.es realizaba a María Esther López Rodríguez en referencia a su tesis doctoral. En ella, utilizaba un vasto repertorio de metáforas colonialistas y excluyentes para hablar de las mujeres gitanas. Por ejemplo, usaba “arcaico, tradicional o en vías de desarrollo” para referirse a la cultura kalí, mientras usaba la palabra “moderna” para referirse a las mujeres payas. Hablaba de “cruzar la línea” para ilustrar cómo debemos abandonar nuestra cultura y nuestras familias si deseamos acceder a nuestros derechos. Argumentos perfectamente alineados con la propaganda que promueve la Fundación para la que trabaja (Fundación Secretariado Gitano), de claro liderazgo masculino, payo y católico, dicho sea de paso.

Afirmaba la señora, que el “apayamiento” es la causa que mayor carga ejerce sobre las gitanas a la hora de disfrutar nuestro derecho a la educación. Para ella, este fenómeno es un estigma que nuestras “familias patriarcales” colocan sobre nosotras con una “violencia soterrada, velada” para construir nuestra identidad de género y convertirnos en esclavas del hogar. Ante esta situación, afirma que lo mejor es desarrollar un “egoísmo racional” que nos libere de nuestra cultura y nos permita convertirnos en mujeres “modernas”.

Según su criterio, una mujer “moderna”, es una mujer preparada para trabajar exclusivamente por cuenta ajena (es decir, dependiendo de un jefe que en la práctica suele ser varón payo y con prejuicios antigitanos de género), que tiene una carrera profesional (para acceder a ese trabajo por cuenta ajena dirigido por un varón payo con prejuicios antigitanos de género) y que lleva a su prole a la guardería desde los primeros meses (así se somete sin obstáculos a las necesidades del empleador por cuenta ajena, varón payo y con prejuicios antigitanos de género). Es decir, su propuesta feminista se basa en cambiar a nuestra familia por el sometimiento a un jefe, varón payo, con prejuicios antigitanos de género.

Por paradójico que parezca, además de fiel reproductora del capitalismo neoliberal y un feminismo más característico de Inés Arrimadas que de Kimberlé Creenshaw, esta mujer también se cree apasionada del trabajo de Mary Wollstonecraft y Celia Amorós. Sin embargo, sus afirmaciones sobre el paradigma de mujer “moderna” deja claro que su feminismo pseudoilustrado desconoce los motivos de la histórica huelga del 8M, del #JuanaEstáEnMiCasa, o el #YoSíTeCreo. De hecho, ni si quiera ha entendido que lo personal es político también cuando hablamos de las kalís. ¿Sabrá ella que la primera mujer doctorada y profesora de universidad en toda Europa fue Sofía Kovalevskaya? Si ella ha podido ir a la universidad y doctorarse, es en gran parte debido a la lucha de esta gran mujer romaní, que se enfrentó a los varones payos por impedir a todas las mujeres acceder a la universidad. Debería rendirle un homenaje.

En referencia al “apayamiento” tampoco ha entendido que, durante la construcción de la identidad de género, cada mujer desarrolla un sentido personal de sí misma en función de sus experiencias, su historia, sus características y sus percepciones a la luz de las relaciones intergrupales. Pero desgraciadamente, esta señora ignora lo es el Antigitanismo de Género. No sabe que fue el Estado, en manos de la Iglesia Católica, quien castigó a las kalís bajo penas de prisión, trabajo doméstico esclavo y azotes por trabajar como autónomas, ser independientes económicamente y declararse en rebeldía contra el patrón de “mujeres de buen hacer” que los gobernantes esperaban de las mujeres. Finalmente, desconoce nuestra historia, experiencias y relaciones. Desconoce cómo las familias más represaliadas y exterminadas en España fueron justo las que más cumplieron las leyes, las más integradas, las más “apayadas”.

Por tanto, el “apayamiento” no es un estigma intragrupal, es un estigma intergrupal, antigitano y tiene género. Se ha normativizado históricamente desde las instituciones del Estado en connivencia con la Iglesia Católica. Ha procurado nuestro sometimiento colectivo durante casi 600 años bajo estrategias que van desde el exterminio a la asimilación, pasando por el trabajo esclavo. Actualmente, trata la diferencia cultural como una deficiencia excluyente del reconocimiento, acceso y disfrute de los derechos humanos para las personas romaníes. Hoy, el apayamiento es sufrir la violencia antigitana con perspectiva de género a pesar de cumplir normas asimilatorias. Es una relación intergrupal antigitana y patriarcal bajo la dictadura del capitalismo neoliberal.

Otro argumento que utiliza para explicar la brecha educativa kalí, es que son las familias y el “patriarcado gitano” quien impide nuestro disfrute del derecho a la educación. Sin embargo, según reza un informe publicado en la misma Fundación donde trabaja “el 95% de la población gitana considera la educación muy o bastante importante como vehículo para obtener el éxito y la mayor parte de las personas gitanas piensan que los estudios son igual de importantes para los chicos que para las chicas”. Por otra parte, sólo entre el 1% y el 2% de las personas kalís acceden a estudios universitarios, de las cuales el 80% son mujeres. Entonces, si hay más mujeres kalís que hombres cursando estudios universitarios y el 95% de las familias creen en la importancia de la educación ¿Dónde está el efecto de la supuesta carga que los hombres y las familias gitanas ejercen sobre nosotras para que no estudiemos?

El Estado es quien tiene la obligación de garantizar el reconocimiento, acceso y disfrute del Derecho a la Educación. Es una obligación recogida en nuestra Constitución y en diferentes estándares internacionales de Derechos Humanos, como por ejemplo la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), quien además emitió un dictamen en 2015 llamando la atención a España por la brecha educativa kalí. Exactamente igual ocurre con el derecho a pertenecer a nuestra cultura. Hasta tal punto, que promover el abandono de nuestra identidad o insinuar que es nuestra pertenencia familiar y cultural lo que impide nuestro acceso a la educación es una vulneración de derechos humanos que aumenta los prejuicios y el odio contra nosotras y nuestra cultura de pertenencia.

Si un 99% de mujeres payas no llegaran a la universidad ¿nos atreveríamos a decir que es por culpa de su identidad de género, sus familias y sus parejas o saldríamos a gritar que son las instituciones del Estado quienes discriminan a las mujeres? Bien, pues esta mujer no sólo se ha atrevido a decirlo en referencia a las kalís, sino que además le han dado un doctorado por ello.

¿Cómo puede ser que una mujer que lleva años en contacto con kalís tenga unos prejuicios de ese tamaño? Las personas no soportan mantener al mismo tiempo dos creencias contradictorias y lo que muchas hacen es justificar automáticamente dicha contradicción recurriendo a argumentaciones absurdas (Festinguer, 1962). En el caso de la doctorada, creencias contradictorias como “las gitanas son luchadoras” y “tanto la familia gitana, como los hombres gitanos impiden el acceso a la educación de las mujeres gitanas”, dan lugar a su argumentación absurda: “las gitanas son luchadoras, pero no pueden acceder a la educación por culpa de su pertenencia cultural patriarcal, arcaica y subdesarrollada”.

Hablando de ciencia y academia, esta mujer ha entrevistado a menos de 20 mujeres kalís en 14 años aprovechando su puesto de trabajo “moderno” como orientadora laboral y agente de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la Fundación Secretariado Gitano. Sin embargo, no explica cómo ha controlado la influencia de la relación de poder entre ella y las entrevistadas sobre el contenido de las respuestas (efecto de deseabilidad social), ha inferido alegremente esas pocas entrevistas a más de un millón de kalís en España, ha interpretado conclusiones causales con un diseño científico que sólo sirve para el estudio piloto de un análisis exploratorio y además no ha demostrado científicamente la relación causal entre las variables que hipotetiza.

¿Cómo es posible que el tribunal de su tesis haya otorgado un doctorado ante semejante falacia llena de prejuicios y que metodológicamente constituye un ataque a los criterios básicos de ética científica? Esto sólo demuestra la gran crisis de credibilidad y excelencia científica por la que atraviesan las instituciones académicas en España. Y sino, que le pregunten a Cifuentes o a Casado...

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