Tres chicas romaníes de 4, 8 y 20 años han sido asesinadas voluntariamente (que no muertas) en la madrugada de su caravana. Elisabeth, Francesca y Angelica soñaban con un nuevo amanecer junto a su familia desde un guetto a las afueras de Roma. Asesinadas voluntariamente. La familia había sido amenazada previamente, sentían miedo y la semana anterior hubo otro ataque en otra caravana. El Estado no hizo nada.
Su familia huyó del antigitanismo en otro país, y ellas habían nacido en Italia. Lo mismo que se repite desde hace mil años. Las políticas migratorias criminalizadoras de personas son mucho más visibles cuando hay una valla, pero, ¿qué pasa cuando el viaje sucede dentro de nuestro continente sin vallas internas? Ese que alardea de garantizar derechos humanos y condiciones de vida digna. ¿Y cuando las personas nacen y viven en territorio europeo? Ocurre que incluso los consulados y embajadas de los países emisores ejercen una violencia tremendamente racista que vuelve invisibles a las comunidades romaníes migrantes incluyendo la perspectiva de género y generación. Ocurre que no se reconoce la ciudadanía efectiva para las personas romaníes ni aun naciendo en el país donde viven.
El director de la Oficina para las Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE ha condenado el asesinato subrayando la necesidad de una investigación y pidiendo una reacción robusta a la posible motivación racista. La Representación Especial de la Secretaría General de Asuntos Romaníes en el Consejo de Europa ha llamado la atención de las autoridades locales sobre la situación en los campamentos cercanos a Roma y en toda Italia, explicando que exacerba la inseguridad, pobreza, marginación y racismo sobre las comunidades romaníes siendo la infancia (a lo que yo añado también el género) quienes enfrentan el riesgo más alto de ver vulnerados sus derechos. Allá en Italia, la vecindad del barrio ha realizado una marcha en repulsa al asesinato y diferentes organizaciones dentro y fuera del país han convocado concentraciones.
Sin embargo, el presidente de la República italiana, así como los medios de comunicación, se empeñan en negar la influencia del racismo, lo que traslada la responsabilidad sobre las propias comunidades romaníes. ¿Qué produce esto? Pintadas en las calles de Roma alegrándose de que haya tres romaníes menos en este mundo, profanación de las muestras simbólicas de condolencia en el aparcamiento donde ocurrió el asesinato y comentarios antigitanos en las redes sociales.
En respuesta a ello, un familiar de las víctimas ha pedido respeto públicamente. Argumenta que aún la Fiscalía no se ha pronunciado sobre la autoría de los hechos y que todo el tratamiento racista de los medios de comunicación sobre la noticia y los comentarios no hacen más que duplicar el dolor de la familia. Por un lado soportan el sufrimiento de haber perdido a tres personas de su familia, y por otro el dolor de la violencia antigitana que aún después de la pérdida sigue vivo y se amplifica a todas las comunidades romaníes.
El 16 de Mayo se celebró el Día Internacional de la Resistencia Romaní para conmemorar el mayor alzamiento contra los guardias del campo de concentración de Auschwitz- Birkenau. A día de hoy, las pocas personas supervivientes de aquel horror nos alertan del paralelismo inminente entre la situación de las comunidades romaníes hoy en comparación con el período preparatorio del Holocausto. El asesinato de estas tres hermanas no es sólo responsabilidad de la persona individual que incendió su caravana con un cóctel molotov, sea del origen que sea.
Es también de las mentes europeas que diseñaron un plan de integración antigitana vigente y normativo hoy día para todos los Estados miembro, obligando a las comunidades romaníes a soportar violencia y marginalidad de forma inescapable. Es del lobby político masculino gadgó (no romaní) que presiona para que dicho plan no sea diseñado, gestionado, ni consultado con las personas romaníes a quienes afecta directamente.
Es de las políticas migratorias que criminalizan a quienes huyen de la barbarie incluso cuando las generaciones siguientes nacen en los países de “acogida”. Es responsabilidad de todo el negocio de la marginalidad que destina cada año miles de millones de euros al enriquecimiento del establishment masculino gadgó (no gitano) para instrumentalizar y dinamitar la mirada crítica en la sociedad civil romaní.
Es responsabilidad de la connivencia del poder político y judicial que mira con ojos recelosos los derechos de las personas romaníes sin atender sus propios estereotipos y prejuicios. Todo vale si se responden las necesidades de este establishment y se generan bolsas de pobreza con perspectiva de género y generación que sostengan su sistema neoliberal, patriarcal y racista. Esto no es un caso aislado, caracteriza nuestra historia y pasa hoy en República Checa, Francia, Italia, Rumania, Hungría, España…
Ni ayer ni hoy hay justicia para las comunidades romaníes, no hay humanidad, no hay vida digna en este mundo. Pero todavía hay esperanza, todavía hay solución. Necesitamos recuperar el espíritu que nos levantó contra los SS nazis en los campos de concentración, creer con todas nuestras fuerzas que tenemos el poder de evadirnos de las expectativas construidas sobre nuestra pertenencia cultural y fortalecernos en la lucha por nuestro derecho a Ser en este mundo. Validemos nuestro enfado, expresémoslo y usemos la inteligencia que nos ha hecho superar siglos de genocidios para exigir que caiga todo el peso de la ley sobre el culpable, pero también sobre el aparato ideológico, político y judicial que lo justifica.
Latchó Drom (buen viaje) para las tres rosas que hoy nos faltan y bálsamo divino para la familia que se queda. Basta de violencia antigitana.