Carta a Gustavo Petro

Politólogo y socio de Asuntos Públicos en Harmon —
3 de mayo de 2023 22:21 h

0

Señor Presidente: una breve aproximación a su biografía nos permite saber que usted conoce bien Europa y, particularmente, España. Eso, a buen seguro, le está permitiendo interpretar con audacia nuestra particular situación política tras su llegada a nuestro país. De no ser así, sería bien comprensible que el contexto que está rodeando su primera visita oficial como presidente de la República pudiera generarle cierto estupor.

Como es lógico, va a pasar buena parte de su agenda en Madrid. Esta ciudad, en condiciones normales, es una burbuja sociológica y políticamente compleja, con una cierta vocación centrípeta. Así como hay quien confunde Bogotá con Colombia y quienes, peor aún, creen que todo empieza y acaba entre la calle 82 y la calle 100, en España hay quienes analizan todo en función de lo que ocurre dentro de la M30. Ahora sucede que, además, estamos en precampaña electoral. Si al aterrizar vio a alguna presidenta autonómica bloqueando el paso a algún ministro, no se preocupe, entiéndalo en su contexto. Después de las elecciones, seguro se les pasa. 

Coincidiendo con su llegada, algunas tertulias de algunos medios alertaban del éxito del populismo (no percibirá usted mucha originalidad en ciertos análisis). Paradójicamente, no lo decían por la anécdota del ya manido acto del 2 de mayo en Madrid. Lo decían por América Latina. Y tiene gracia que expresasen su preocupación por la deriva política latinoamericana precisamente el lunes, pocas horas después de que la derecha ganase, una vez más, en Paraguay. Pero, señor presidente, discúlpenos, en este país a veces no se nos dan del todo bien los análisis profundos. Por tanto, si escucha en algún lugar que es usted un populista, tampoco se lo tenga muy en cuenta, probablemente muchos serían incapaces de definir lo que quieren decir con el término. Y es seguro que lo dirán sin saber demasiado de sus prioridades políticas, sin saber que tomó posesión solo hace unos meses, que está desplegando una amplia agenda de reformas (sanidad, fiscalidad, pensiones…) orientadas a desarrollar y consolidar el estado del bienestar en Colombia; lo dirán sin saber quién compone su gobierno, sin saber que, por ejemplo, tiene un canciller que proviene del partido conservador. O que su programa político pasaría el test de cualquier socialdemocracia europea. O que su gobierno, incluso a pesar de la reciente crisis, es uno de los ejercicios de integración más interesantes de la historia latinoamericana reciente.

Este martes usted fue al Congreso de los Diputados. Quien fue parlamentario durante más de 20 años sabe bien lo que es un Parlamento. Hubo 52 señores que decidieron ausentarse cuando usted tomó la palabra. Ya sabe que, en este Madrid enrarecido, todos quieren su minuto de gloria. Son los mismos que tienen una idea de España que empieza y acaba con ellos mismos y donde no cabe casi nadie más. Seguramente tengan bastante que ver con esos sectores que, también en Colombia, siguen hoy queriendo negar derechos a las minorías. La riqueza de la diversidad, a la que usted aludió en su discurso, les queda demasiado lejos. 

Probablemente muchos de los aludidos desconocen la historia reciente de Colombia. El éxito abrumador de un país que pudo y supo poner fin a más de 50 años de violencia. Probablemente, desconocen también que Colombia es hoy el ejemplo más tangible de justicia transicional, con la centralidad de las víctimas como eje vertebrador. Cuántas cosas que aprender desde este lado del océano. Ojalá, señor presidente, su habitual retórica pedagógica sirva para trasladar a sus interlocutores el mérito de una sociedad que ha sabido encontrar su camino a la paz. Que busca eso que se llama la “Paz Total”. Que entiende que la desigualdad no puede estar ausente cuando se habla de economía. 

El clima político en España está enrarecido. Afortunadamente, en su agenda hay encuentros con la sociedad civil, con sectores empresariales y académicos. No es casual el interés que ha despertado su visita entre los empresarios, ni tampoco es casual que muchos estén dirigiendo sus inversiones a Colombia gracias, en parte, a un clima político y económico que, tras los acuerdos de Paz, es propicio a la inversión en uno de los mercados más interesante de la región. En la academia, donde las cosas se analizan con dosis de rigor más elevadas de las que está demostrando el enrarecido clima político madrileño, estudiar el caso de éxito de Colombia es un estímulo en sí mismo desde todos los ángulos. 

Gracias, señor Presidente, porque su discurso ayuda a identificar cuáles son las prioridades de cambio que se dibujan para Colombia. Pero también, seguramente sin usted pretenderlo, nos ayuda a retratar con la máxima definición a buena parte de nuestro propio ecosistema político.