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Una moción de censura contra el modelo depredador del PP madrileño

Cifuentes cesa al director general de Trabajo al que su mujer iba a sustituirle en Metro de Madrid

Isa Serra / Raúl Camargo

Diputados de Podemos en la Asamblea de Madrid —

No podemos decir que nos sorprenda que estén apareciendo tantos casos de corrupción en estos momentos. En la Comunidad de Madrid, hace tiempo que sabemos que la corrupción es una forma de gobierno instalada por el Partido Popular, y en tiempos de crisis política, sus propias facciones internas  se devoran entre ellas. Pero creemos que estamos viviendo un periodo de gravísima excepcionalidad democrática. Máxime cuando alcanza a la propia justicia sobre la que el PP también está intentando intervenir a través de la fiscalía.

Si el expolio como forma de gobierno se normaliza, si penetra todos los órdenes de la gestión pública y lo hace a la luz del día, si cuando encendemos la TV solo vemos “otro caso de corrupción más” se puede producir en la sociedad un desapego a lo que debería ser común, un repliegue hacia el interés individual, aislándonos más y recluyéndonos en nuestra particular desesperanza. Por eso no debemos permitir que esta situación excepcional se convierta en lo normal. Por eso el movimiento arriesgado, quizás, de una moción de censura.

Pero nosotr@s no tenemos miedo. No tenemos miedo a perder la moción, no tenemos miedo a que nos digan que ahora no toca. Para nosotr@s el fracaso sería no intentarlo. El fracaso sería que asumiésemos que no hay alternativa, que no se puede hacer nada y que minimizásemos el daño que provoca la corrupción o el modelo neoliberal del PP. Durante mucho tiempo, los ciudadanos han percibido que la indignación ya fuese provocada por los casos de corrupción, por los recortes, los rescates de bancos mientras se deja gente sin luz y sin casa o sin derechos laborales, no conseguía llamar a  las puertas de las instituciones. Podemos nació con el mandato de inundarlas con las aspiraciones de millones de personas que sienten que su voz no cuenta, también de las que incluso, han dejado de votar por esa misma razón.

Porque para nosotras la política no se limita a la Asamblea de Madrid. No tenemos miedo a perder mociones, a lo que tenemos miedo es a quedarnos arrinconados en las instituciones y asumir que la única política posible es la de las pantallas y los brillantes asientos del hemiciclo. Por eso tratamos de hacer una moción diferente, abierta a la ciudadanía y vinculada con la sociedad organizada. Una moción a la que dan soporte muchos colectivos sociales y también los sindicatos, aunque no cuente con el beneplácito de un acomplejado PSOE o de un buen alumno agradecido como Ciudadanos. La moción de censura no es solo una cuestión de ética sino una oportunidad para construir colectivamente la alternativa.

Corrupción como forma de gobierno

La corrupción es inseparable del PP madrileño y de su forma de gobierno de los últimos 20 años. Es el aceite que engrasa un modelo de gestión de lo público que entrelaza sus intereses con los de sus empresarios afines. En particular, los dueños de las grandes constructoras que parasitan la obra pública y los que acaban asumiendo la gestión de todo tipo de servicios públicos “externalizados” o privatizados. Servicios que, como ya sabemos, les son concedidos, muchas veces previo pago de comisiones.

Son empresarios y son medios de comunicación y en ocasiones hasta fundaciones y ONG, todo lo que les permita mantener el poder concebido como una malla de relaciones. Una malla, claro, que se puede tensar y romper como ahora, cuando hay menos a repartir y se empiezan a pelear por las migajas. Verdaderas vendettas napolitanas es lo que estamos presenciando ahora en Madrid.

Por eso la moción es una oportunidad para visibilizar que hay otros proyectos políticos para Madrid más allá de la corrupción, la especulación urbanística, los recortes, las privatizaciones y las exenciones fiscales y burbujas inmobiliarias que favorecen a los muy ricos y condenan a la pobreza al resto. El gobierno de Cifuentes ha perdonado a los más ricos más de 2.000 millones de euros en impuestos sólo en 2016. A esto hay que sumar las exenciones de impuestos a las élites económicas que también se aplican en Madrid y también el dinero que nos han robado.

Se calcula que solo en las tramas de corrupción Lezo, Gürtel, Púnica y Mercamadrid hemos perdido unos 656 millones de euros con los que impedir que siga aumentando la desigualdad. Con los 312 millones de euros de dinero público que los imputados de la Operación Púnica se repartieron, se podrían haber construido 72 centros de salud en la Comunidad de Madrid. Y con los  23,3 millones de euros del desvío a paraísos fiscales del Canal de Isabel II –solo en la compra fraudulenta de Emissao– se podrían haber facilitado 4.854 rentas mínimas anuales en la Comunidad. Y esto es sólo la punta del iceberg.

Por tanto, oponerse a la corrupción para nosotr@s, va ligado a construir un proyecto alternativo donde es posible democratizar la economía y devolver derechos. Madrid ha sido uno de los laboratorios fundamentales para construir un modelo neoliberal y estamos dispuestos a desmantelar esas redes de poderes oligárquicas para construir un Madrid diferente. Un Madrid que se construya de la mano de los y las  que, día a día, construyen ya un Madrid diferente oponiéndose al expolio, como la PAH, las Mareas, del movimiento feminista, de quienes pelean por sus derechos laborales expoliados como los trabajadores de Coca Cola en Lucha, como las ecologistas y como la gente que construye Centros Sociales como La Ingobernable. Un Madrid que recupere los servicios públicos –y el sentido de lo público; con una educación y una sanidad equitativos e igualitarios. Una región de los cuidados donde los ancianos/as no sobren y podamos ofrecerles una atención digna; donde vigilemos las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras que dependen de la administración. Un Madrid de la democracia económica, con una fiscalizad justa que permita una redistribución real de la riqueza.

Allá donde pasaban sobres estaba Cifuentes

No existen dos partidos populares: uno de Aguirre, corrupto, y otro impoluto de Cifuentes. Cristina Cifuentes ha ocupado demasiados cargos de importancia para poder distanciarse como pretende de la corrupción. Estuvo en el Consejo de Administración del Canal de Isabel II cuando se produjo el saqueo y en el patronato de Fundescam donde se recibían los sobres para financiar las campañas electorales –de cuyos comités de campaña ella formaba parte–. También estuvo en la mesa de la Asamblea que adjudicó contratos al mismo Arturo Fernández. A medida que se conocen más casos y se suceden las imputaciones, el cerco se estrecha.

La corrupción también ha afectado a su gobierno. El PP de Cifuentes ya ha perdido 19 diputados en lo que va de legislatura –por motivos diversos, desde “personales”, hasta por delitos como conducir borracho. Y un 25% de los diputados de Cifuentes ha tenido que dimitir por corrupción.

A Cifuentes cada vez le resulta más difícil desmarcarse de la podredumbre que rodea a su partido. La imputación de Cifuentes solo depende en realidad de la persona que sustituya al Juez Velasco al frente de este juzgado ya que heredará la causa. Es posible que la veamos en breve.

De alguna manera, Cifuentes tendrá que hacerse responsable de este modelo fallido de gestión de lo público, de este lodazal en el que se ha convertido el PP. Pero si no lo hace, nosotr@s, el día siguiente de la moción y pase lo que pase, vamos a seguir construyendo una alternativa con la complicidad y el apoyo de la ciudadanía y vamos a seguir confrontando con una forma de gobernar que es absolutamente nociva para la vida de los madrileños y las madrileñas.

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