Una vez más la comunidad científica internacional lanza un claro mensaje de urgencia sobre la necesidad de actuar ya si queremos alcanzar el objetivo de mantener el incremento de la temperatura media global por debajo de 1.5-2.0ºC. En 2015, los gobiernos respaldaron el Acuerdo de París para reforzar la respuesta mundial al cambio climático y alcanzar estos objetivos.
El órgano internacional encargado de evaluar el estado de los conocimientos científicos relativos al cambio climático, sus impactos y sus futuros riesgos potenciales, así como las posibles opciones de respuesta (IPCC por sus siglas en inglés), presento hace unos días el informe especial titulado El cambio climático y la tierra. El informe fue aprobado en su reunión plenaria en Ginebra por los gobiernos mundiales el pasado miércoles. Ha sido elaborado por 103 científicos de 52 países, incluyendo investigadores españoles. Evalúa el papel de como los cambios en la gestión de la tierra puede jugar un papel en la lucha y la adaptación al cambio climático, a la par que combaten la desertificación, la degradación, y se asegura la producción de alimentos para la población mundial. En otras palabras, como los ecosistemas terrestres pueden contribuir a mitigar el cambio climático, cómo de vulnerables son a los cambios ya observados y que se podrían producir, y que podemos hacer cuando los gestionamos o intervenimos en ellos para abordar el cambio climático y evitar efectos ambientales adversos.
El uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y de otra índole supone el 23 % de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero en esto momentos. Al mismo tiempo, los procesos naturales de la tierra absorben una cantidad de dióxido de carbono equivalente a prácticamente una tercera parte de las emisiones de dióxido de carbono causadas por la quema de combustibles fósiles y la industria. Los autores recuerdan que la adecuada gestión de la tierra, cuya explotación se ha visto acelerada en las últimas décadas, en la actualidad el 70% de la superficie de las tierras están sometidas a la influencia humana, es clave para frenar la pérdida de biodiversidad, evitar su degradación, la inseguridad alimentaria, y detener la desertificación. Y añaden que todos estos fenómenos se están viendo agravados por los impactos ya observados del cambio climático, sobre todo en las regiones más vulnerables como nuestro país. Hoy tenemos ya muchas evidencias de que la degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma la capacidad del suelo para absorber carbono. Ello exacerba el cambio climático y el cambio climático, a su vez, exacerba la degradación de la tierra de diversas formas.
Por otro lado, es importante considerar si nuestro uso de los recursos de los que nos provee la tierra es el más adecuado. En el informe se constata que aproximadamente una tercera parte de los alimentos producidos se echa a perder o se desperdicia. Las causas que llevan a esa pérdida o desperdicio presentan diferencias sustanciales entre países desarrollados y en desarrollo, así como también entre regiones. La reducción de la pérdida y desperdicio de alimentos supondría una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudaría a mejorar la seguridad alimentaria a la par que reducir los impactos medioambientales de las actividades humanas. Introduce así un enfoque en el que, cambiando nuestros hábitos alimenticios, y la demanda que estos generan, como individuos y colectivamente podemos también contribuir a la lucha contra el cambio climático, no sólo priorizando el consumo de productos con huellas de carbono más bajas y producidos más sosteniblemente y por ende en muchas ocasiones más saludables, sino evitando su desperdicio.
Este estudio indica que es posible tomar medidas en el corto plazo, con base en el conocimiento científico existente, para abordar estos desafíos, al tiempo que se desarrollan respuestas a largo plazo que permitan la adaptación al cambio climático a la par que se mitiga el calentamiento global. Sostiene además que las políticas que integren conjuntamente cambio climático y usos de la tierra de forma coherente ahorrarán recursos y contribuirán a una mayor resiliencia social. Pero deben tomarse ya, ser integradora y abordar las problemáticas más importantes en los contextos geográficos y socioeconómicos en los que se va a actuar.
Más retraso, más costes
Por todo ello, el informe del IPCC reclama un diseño apropiado de políticas, instituciones y sistemas de gobernanza, a todas las escalas, para transformar los usos de suelo y el actual sistema alimentario, incluyendo medidas para poner freno al desperdicio de alimentos y propiciar cambios hacia dietas equilibradas y más sostenibles. Sólo así será viable garantizar provisión de alimentos, llevar a cabo una gestión más respetuosa con el medioambiente de los ecosistemas terrestres y una reducción efectiva de las emisiones de gases de efecto hasta alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050. Por el contrario, según explica el informe, retrasar la implementación de medidas supondrá mayores impactos sociales y económicos, en especial en lo que se refiere a seguridad alimentaria y degradación de ecosistemas.
No obstante, es importante recordar que, si bien una mejor gestión de la tierra puede contribuir, y debe considerarse, para hacer frente al cambio climático, no es la única solución. Por ello no debemos olvidar que, si se quiere mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C, o incluso en 1,5 °C, es fundamental que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero se produzcan en todos los sectores.