Estas pasadas Navidades, alguien que me conoce y me quiere bien, me envió desde tierras del Brexit la recién publicada obra autobiográfica de Bernie Sanders: “Our revolution: a future to believe in”. Confieso no ser un fanático de este tipo de obras, que más que para transmitir ideas, suelen estar pensadas para otros fines. Tras leerlo, creo que no es éste el caso.
Es cierto que más parece un refrito de textos escritos autónomamente, lo que en ocasiones hace que algún párrafo se repita literalmente, pero tiene un indudable marchamo de autenticidad, destila un agradable sentido del humor y además ayuda verdaderamente a entender la realidad sociológica norteamericana y el porqué de Trump.
Primera lección: en este mundo globalizado, los problemas de las democracias son similares. Pese a las teóricas diferencias en cuanto a modelo, la mayor parte del diagnóstico es transplantable a nuestro delicado modelo de bienestar. Sanders ilustra muy bien la evolución en el reparto de la renta entre las clases más privilegiadas y la otrora orgullosa clase media americana, evidenciando el punto de inflexión en desigualdad a partir de la desregulación de Reagan. En todo el mundo, el capitalismo rompió el pacto de reparto con las clases medias a partir de los 80, como cuenta muy bien el economista Manuel Escudero. A partir de ahí, hemos llegado a este punto de desequilibrio, que ha minado el significado de nuestras instituciones y que va camino de convertirse en distopía. “No cometan ningún error”, dice Bernie, “el pastel de la economía ha seguido creciendo, es solo que los pobres y las clases medias están quedándose con porciones cada vez más pequeñas”.
Choca que su primer discurso para las primarias, hecho en Vermont en Mayo de 2015, suene tan cercano desde la perspectiva de nuestro país de hoy. Bajo el comienzo “hoy comenzamos una revolución política”, el viejo senador sienta las bases de su programa:
- Economía, ingresos y desigualdad. Hay algo tremendamente malo en que la décima parte del 1% de EEUU posea casi tanta riqueza como el 90% de los norteamericanos, o en que el 99% de los nuevos ingresos vayan directamente a ese 1% más privilegiado.
Mensaje a los millonarios: no lo podéis tener todo, no podéis seguir teniendo bajadas impositivas mientras hay niños pasando hambre. No podéis seguir ocultando vuestros beneficios en las Islas Caimán mientras hay inmensas necesidades por cubrir en cada esquina del país. Vuestra avaricia tiene que terminar, no podéis seguir aprovechando todas las ventajas y no asumir ninguna responsabilidad. EEUU necesita un sistema fiscal justo y progresivo.
A pesar de la explosión tecnológica y el incremento de la productividad, el ingreso medio de una familia es $5.000 menor que en 1999. El % de desempleo no refleja la cantidad de personas que ya se han desenganchado del sistema, el 17% de desempleo juvenil –mucho mayor entre los negros-, o las 45 millones de personas que viven en la pobreza (muchas de ellas, personas que trabajan con salarios de infrasubsistencia).
- Poder de los lobbys sobre las instituciones. Como consecuencia de una sentencia de la Corte Suprema, se han eliminado los límites para las donaciones a las campañas políticas, lo que es terreno abonado para que las grandes corporaciones influyan desmedidamente sobre los/as candidatos. Curiosamente, frente a otros movimientos patrios que dicen defender los mismos principio, Sanders no solo no abjura, sino que aboga por la financiación pública, digna e igualitaria de las campañas electorales, como medida contra la corrupción.
- Cambio Climático. La comunidad científica es unánime, el Cambio Climático está teniendo ya devastadoras consecuencias para el Mundo. Si no transformamos nuestra sistema energético valientemente, vendrá la catástrofe: hambrunas, inundaciones, acidificación de los océanos, enfermedades…Y esa lucha la tiene que liderar EEUU.
- Trabajos, trabajos, trabajos. Un Bernie keynesiano apuesta por un “new New Deal” (Trump, con matices, copió esa idea en su programa), un masivo programa federal para reconstruir y reparar las grandes infraestructuras, que puede crear hasta 13 millones de puestos de trabajo.
- Comercio. No suscribir más tratados de libre comercio. Es curioso cómo los miedos que hay en otras partes del mundo en este terreno, es trasladado inversamente a EEUU y al final uniera a Sanders, Clinton, e incluso a Trump (éste último incluso suspendiendo los ya suscritos, como hemos visto.)
- Salarios. El salario mínimo federal de $7´25/hora no permite subsistir, hay que subirlo a $15 en 5 años (como ya ha hecho la ciudad de Los Ángeles-una ciudad estableciendo salarios mínimos, curiosidades de los EEUU-). El objetivo de la nación tiene que ser que un trabajador a tiempo completo pueda vivir de su trabajo (¿revolucionario, verdad?). Además propone medidas para garantizar la equidad entre mujeres y hombres (las mujeres ganas 78 centavos por cada dólar de un hombre para el mismo trabajo).
- Reformar Wall Street. Wall Street no puede seguir siendo una isla en la que se juegan billones en instrumentos financieros de riesgo, mientras esperan los rescates del sector público. Si un banco es demasiado grande para caer, lo es también para existir. Norteamérica necesita bancos que sean parte del sistema productivo real.
- Salud pública para todos, proteger a los más vulnerables. La descripción que hace en todo el libro sobre la cobertura sanitaria, eriza el vello. Paradójicamente la situación para la mayoría es peor en los Estados que votan masivamente republicano (mientras por otro lado, los índices de participación son los más bajos) . Sanders defiende un sistema federal más ambicioso aún que Obamacare, un programa federal para la protección de la infancia.
- Educación para todos. Educación básica con un mínimo de calidad, precios accesibles para las universidades y terminar con los programas de préstamos que entrampan a los estudiantes por décadas.
- Guerra y Paz. Vivimos en un mundo complejo y hay amenazas, pero EEUU debe actuar con responsabilidad. No más aventuras como Irak. Hay que combatir vigorosamente a ISIS, pero no solos, se debe constituir una coalición internacional, liderada por naciones musulmanas, que no solo derrote el terrorismo, sino que establezca condiciones de paz duraderas.
No pretende ser esta ser una lista exhaustiva y hay otras muchas ideas desarrolladas en el libro acerca de la situación de las minorías, el combate del discurso del odio, medidas para proteger la diversidad, una política inmigratoria progresista… Algunas están desarrolladas con más precisión, otras apuntadas y otras pueden ser discutibles, pero no hay nada revolucionario en el programa de un Sanders que se declara abiertamente como socialdemócrata, heredero de F. Roosevelt. O más bien es que hoy ser socialdemócrata es revolucionario. En el tiempo del achique de espacios ideológico, es una suerte de anatema recuperar las raíces del socialismo democrático clásico y enfrentar a este capitalismo desbravado con el que convivimos.
No hay nada tampoco de sorprendente en que un senador de 73 años haya conseguido generar una ola de entusiasmo y participación democrática alrededor de su persona, que ha incorporado millones de jóvenes al debate político. Sencillamente, es el único que ha tenido coraje para decir basta y que el rey está desnudo (o más bien lo están miles de niños en las barriadas más pobres). El establishment del Partido Demócrata se equivocó forzando el proceso para que ganara Hillary Clinton, mientras la masiva movilización ciudadana alrededor de Sanders estaba dando otras señales. Definitivamente afirmo que si Sanders se hubiera enfrentado a Trump, aquel sería hoy presidente. Es cierto que muchos progresistas americanos se pegaron un tiro en el pie atacando absurdamente a Clinton, pero también lo es que una lectura política menos deficiente hubiera comprendido que eso pasaría.
Schulz en Alemania lo ha entendido, la socialdemocracia será de izquierdas o simplemente no será. La alternativa hoy no es entre “responsabildad” o “caos”, sino entre neoliberalismo o cambio. Y si el cambio no lo encarna la socialdemocracia y finalmente hay cambio, habrá caos.