En defensa de la Filosofía
A pesar del acuerdo alcanzado por la Comisión de Educación del Congreso en 2018, donde se garantizaba la presencia de una materia de Ética y de reflexión filosófica en el último curso de la Educación Secundaria Obligatoria, la nueva ley de Educación, la LOMLOE, ha terminado la tarea que inició la LOMCE del Partido Popular: acabar definitivamente con la Filosofía en la ESO. Efectivamente, no hay ninguna materia de Filosofía en dicha etapa, presentando en su lugar algo denominado Educación en Valores Cívicos y Éticos. Pero esta no es una materia de Filosofía ni es Ética, pues no trata la fundamentación de los valores morales sino únicamente propagar y convertir en sus creencias: la evangelización de un catecismo laico.
Pero, ¿por qué debería haber una materia de reflexión filosófica en la propia Educación Secundaria Obligatoria?
Primero, intentemos desterrar un mito. Resulta pedante defender que la Filosofía posee la exclusividad del pensamiento y que es la materia de Filosofía la que enseña a pensar. Efectivamente, la Filosofía no exige mayor pensamiento que la Química, la Historia o cualquier otra materia. Pero, también es cierto, exige cualidades específicas en el pensamiento: filosofar es pensar de cierta manera. Y esta manera de pensar tiene tres características fundamentales: pensamiento crítico, radicalidad y universalidad.
Por pensamiento crítico entendemos una idea característica de la Filosofía: no dar nada por sentado. Frente a otras materias que deben partir de una serie de ideas que se consideran como ciertas para poder desarrollarse, la Filosofía presenta un permanente cuestionamiento no sólo sobre sí misma, como demuestra el debate filosófico sobre para qué la Filosofía, sino también sobre su contenido o su método. La Ciencia, por ejemplo, parte del supuesto de que el mundo está ordenado y es matematizable, mientras que la Filosofía puede llegar hasta a dudar de la existencia de la propia realidad o de si podremos llegar a conocerla.
Además, está crítica lleva hasta un pensamiento radical. Lamentablemente, la palabra radical ha quedado reducida a su propia caricatura, donde incluso los fanáticos de cualquier creencia estúpida pueden ser calificados de radicales. Sin embargo, la palabra procede de “raíz” y en ella vemos su importancia. La radicalidad de la Filosofía no presupone el extremismo ñoño, dogmático e intolerante. Frente a ello, la radicalidad de la Filosofía consiste, como muy bien ya enseñó Sócrates, en un permanente buscar el porqué de las cosas e incluso el porqué de sí misma. Su radicalidad es, por lo tanto, ir más allá de las creencias comunes, actuales o pasadas, y plantear el problema, en estos tiempos tan difíciles para ello, de dudar de lo establecido por los poderes sociales o por el pensamiento dominante. Y no de dudar de cualquier manera o con lemas y consignas, sino a través de la fuerza de la argumentación. La radicalidad de la Filosofía, precisamente, radica en el arma del argumento. Frente a un mundo donde se plantean relatos, la radicalidad de la Filosofía se presenta en la exigencia de la argumentación.
Y además la Filosofía tiene un carácter también universal. Frente a la especialización, característica y cada vez más de los otros saberes, la Filosofía exige a cada ser humano ser filósofo. Y lo exige porque reconoce que cualquier pensamiento no es necesariamente filosófico o que cualquier persona no puede considerarse a sí misma, y sin ningún esfuerzo intelectual, filósofa. La Filosofía exige un esfuerzo del pensamiento, la filosofía presenta la propia vida como una tarea también intelectual. No todo es Filosofía y, por ello y casi paradójicamente, todos debemos ser filósofos para poder tener una vida digna de ser humana. La Filosofía en su pensamiento crítico y radical marca una forma excelsa de ser humano. Pero no lo hace desde el elitismo sino desde la universalidad. Su lema, planteado por Kant, es válido para toda la humanidad y todo ser racional: sapere aude, atrévete a pensar por ti mismo.
¿Queremos que los ciudadanos de una democracia sean críticos, radicales y filósofos? ¿Preferimos al individuo cuyo selfi permanente muestra la asunción de su propia sumisión ante lo real?
Frente a la construcción de la nueva sociedad para la dominación, la Filosofía se convierte, por todo lo anterior. en la presencia de un testimonio de que hay una idea distinta a lo actual y un proyecto diferente. Es ingenuo pensar que el hecho de que haya Filosofía en la escuela generará automáticamente conciencias críticas, pero es suicida olvidar que las conciencias auténticamente críticas no lo son por generación espontánea sino por desarrollo. De hecho, eliminar aquella materia que compendia el ideal de una razón que juzga la realidad como insuficiente, es dar un paso más en consolidar esa misma realidad injusta. Eliminar la materia que plantea las preguntas fundamentales más allá de donde la satisfecha conciencia responde es asegurar el triunfo definitivo de esa conciencia sumisa.
Quitar la Filosofía de la Enseñanza Obligatoria es un acto de dominación: la apuesta por un nuevo modelo de sujeto sumiso para el desarrollo de un nuevo modelo social de dominio. Frente a ello, la presencia de la Filosofía, en su forma de Ética en 4º de ESO, es dar testimonio de que no siempre el mundo, y la propia razón, fueron como ahora se les quiere constreñir. Es tradición que los náufragos lancen al mar botellas con mensajes de esperanza. La Filosofía en la escuela es ese mensaje de una razón exigiendo más al mundo y los alumnos deben tener la posibilidad de recibirlo en la costa. Y solo si pueden estar en la costa podrán leer el mensaje.
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